Desmalvinización y Remalvinización – Sadop Nacion

Por Francisco Pestanha*

Como señala Gustavo Cangiano, tal dispositivo estuvo orientado a deshistorizar la guerra y desligar el conflicto armado de 1982 “…de una reivindicación nacional histórica de 150 años contra una de las potencias coloniales más crueles y agresivas de los últimos 3 siglos”.

La desmalvinización, para ser más precisos, fue concebida tiempo antes de concluir la batalla. Las condiciones de ocultamiento en las que regresaron nuestros soldados al continente y los episodios de Puerto Madryn, donde la muchedumbre logró romper el cerco que pretendía impedir el contacto de los veteranos con el pueblo, dan cuenta clara de ello.

Impulsada ex profeso por la conducción cívico-militar, reproducida por las elites comprometidas con el régimen de entonces, y resignificada luego de recuperadas las instituciones democráticas, la desmalvinización tuvo por objetivo principal circunscribir la guerra a un episodio aislado y descontextualizarla de sus antecedentes históricos.

Un sinnúmero de razones de las cuales sólo algunas pueden abarcarse en este breve texto, determinaron que tal dispositivo fuera considerado primero, y puesto en marcha posteriormente. La derrota militar y la decadencia manifiesta por la que transitaba el régimen tiránico, constituyeron per se razones de peso para desmalvinizar. Pero además, el artilugio desmalvinizador encontró justificativo en la necesidad de impulsar lenta y sistemáticamente el restablecimiento de las relaciones bilaterales entre ambos Estados, sentar las bases para determinar las condiciones reales y efectivas del cese de hostilidades, restablecer el sistema de intereses económicos y financieros de los británicos en la región, neutralizar un espíritu y la  conciencia nacional y latinoamericanista que había podido expresarse a partir del 2 de abril, y por último, impedir cualquier justificativo para la rehabilitación de las Fuerzas Armadas.

Asimismo, la desmalvinización constituyó un discurso hegemónico mediante el cual se desconocieron acontecimientos históricos significativos y se menoscabaron componentes de alto valor simbólico para nuestro devenir, entre los que se encuentran episodios de una épica notoria, la negación de la calidad de héroes a nuestros combatientes y el apoyo brindado por muchos países latinoamericanos, y de Estados como Libia e Israel.  El discurso desmalvinizador, en cierto sentido, pretendió –y aún pretende– cierta “clausura” sobre la cuestión.

La construcción de un discurso hegemónico desmalvinizador estuvo sustentado por una dicotomía muy presente en la historia argentina, “civilización y barbarie”, donde la inversión “los bárbaros somos nosotros y los civilizados los otros” implicó una minusvalidación generalizada y acrítica de lo propio. En el caso particular de la Guerra de Malvinas se llegó a extremos en los que desde algunos medios y sectores intelectuales locales se festejó la derrota como una contribución de la “civilización” para con la “barbarie”, como el triunfo de la “democracia” (europea) sobre la dictadura.

El discurso desmalvinizador se asentó entre otros aspectos en:

I.-   La deshistorización del conflicto por Malvinas y el ocultamiento de la existencia de relaciones bilaterales desiguales entre ambos Estados.

II.- El desconocimiento del protagonismo de nuestros soldados a partir de su victimización sostenida.

III.-   El ocultamiento de ciertos acontecimientos épicos protagonizados por nuestras tropas, la negación de la condición de héroes de nuestros caídos, y de aquellos combatientes que en el conflicto adoptaron conductas extraordinarias.

IV.-   El desconocimiento a la pertinaz reclamación y labor de los familiares y la falta de apoyo para sus actividades, entre las que se encuentran la realización de más de 20 viajes, la inauguración del monumento ahora erigido en Darwin, y cientos de actividades y conferencias negadas por la gran prensa.

V.- El ocultamiento del altísimo valor estratégico y geopolítico de los territorios ilegalmente ocupados.

VI.- La asimilación estructural de la “causa Malvinas” a la dictadura militar.

VII.- Recientemente, la apelación a la autodeterminación o al deseo de los isleños como fórmula para resolver el conflicto.

La remalvinización

El Pensamiento Nacional pone especial énfasis en la respuesta y resistencia popular, al hacer hincapié en el rol que desempeña la cultura en la configuración de estrategias de resistencia que los pueblos periféricos motorizan para trazar su propio itinerario.

Como señalamos anteriormente, si bien a partir del cese de las hostilidades, desde “arriba hacia abajo” fue impulsándose un dispositivo desmalvinizador que en uno de sus aspectos se configuró como discurso hegemónico, desde “abajo hacia arriba”, a la vez, fue germinando un discurso contrahegemónico malvinizador, que hoy comienza a impulsar un cambio de paradigma en la reflexión sobre la cuestión Malvinas, y que además, se ve reflejado en acciones políticas y diplomáticas concretas.

Lo realmente significativo es que este contradiscurso provino del propio pueblo, que a través del tiempo fue homenajeando a sus héroes mediante la construcción de monumentos, imposición de sus nombres a las calles, plazas, escuelas, clubes y adoratorios. Como enseña Rodolfo Kusch: “…cuando un pueblo crea sus adoratorios, traza en cierto modo en el ídolo, en la piedra, en el llano o en el cerro su itinerario interior”. Uno podría agregar que cuando el pueblo crea sus adoratorios también va trazando su futuro.

Novedosos estudios y observaciones advierten que la causa Malvinas y sus protagonistas constituyen tal vez uno de los mayores objetos de recuerdo y homenaje en el país. Desde el poblado más pequeño hasta la ciudad más numerosa encontramos cada vez más  homenajes, no solamente a los caídos, sino a la causa en sí misma. Es a partir de este fenómeno que está operándose un cambio en la superestructura.

Es de hacer notar que en el marco de este homenaje, el pueblo supo sabiamente diferenciar entre quienes mantuvieron un honor cabal y quienes participaron en el terrorismo de Estado.

En el marco de ese reconocimiento debemos mencionar especialmente la persistente actitud de dos organizaciones libres del pueblo: las agrupaciones de veteranos de guerra y la de Familiares de Caídos en Malvinas.

Las primeras, es decir, las agrupaciones, orientaron su lucha inicial hacia la conquista de la dignidad material y humana del veterano. Concluida esa etapa, comenzó un segundo proceso tendiente hacia la recuperación del sentido histórico por el que fueron a la guerra, y van por su reconocimiento histórico protagonizando una verdadera batalla cultural.

Por su parte, los familiares encararon su batallar a fin de obtener el reconocimiento de sus hijos y a través del sentido de su sacrificio.

Si bien ese discurso contrahegemónico comenzó en el campo de la acción concreta a partir de las reclamaciones y sentidas recordaciones, nos encontramos en una etapa en la que su construcción (la del discurso) se está materializando a partir de la elaboración de documentales, muestras, libros, conferencias, obras de teatro, etc.

Esa respuesta cultural afortunadamente comienza a transmutar en políticas de Estado concretas, algunas de las cuales debemos recibir sin dudas con beneplácito.

*Abogado, historiador, coordinador del Observatorio Malvinas de la Universidad Nacional de Lanús

Nota publicada en la revista La Tiza Nº 53.  

Sadop.net


VERDAD Y JUSTICIA. Malvinas: las tumbas con nombre, las lágrimas familiares y la vil maniobra de Macri

Familiares de 90 soldados recientemente identificados viajaron a las islas para visitar sus tumbas. Aún hay 32 NN. El Gobierno, de la indiferencia proimperialista al oportunismo caradura.

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Daniel Satur @saturnetrocMartes 27 de marzo de 2018

Foto Télam

Un total de 248 familiares aterrizaron la mañana del lunes en las Islas Malvinas y se dirigieron al cementerio de Darwin, donde yacen los cuerpos de 123 caídos en la guerra de 1982. Hasta hace poco tiempo cada una de esas tumbas llevaba como toda leyenda “Soldado argentino sólo conocido por Dios”, en función de que las identidades se desconocían. Desde ayer, son 32 las lápidas que carecen de identificación.

Se trataba de cadáveres que fueron enterrados como NN apenas terminada la guerra y que nunca el Estado argentino había identificado. Luego de una larga búsqueda de familiares, acompañados por excombatientes y organismos de derechos humanos y con la asistencia científica del Comité Internacional de la Cruz Roja, 90 de esos cuerpos fueron identificados a través de análisis de ADN.

De esta manera, después de 36 años de comenzada la Guerra de Malvinas, 90 de las 123 placas que decían “Soldado argentino sólo conocido por Dios” fueron reemplazadas por otras con los respectivos nombres y apellidos.

Largo recorrido

El proceso de identificación de los cuerpos fue largo y tortuoso. En 1983 fue el coronel británico Geoffrey Cardozo quien recogió los cadáveres y los sepultó en Darwin. Durante más de dos décadas las familias de esos soldados se vieron impedidas de saber cuál había sido el verdadero destino de sus seres queridos.

En 2004, tras gestiones poco claras que incluyeron un enorme aporte económico del magnate Eduardo Eurnekián, una agrupación autodenominada Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur se hizo cargo de “administrar” el cementerio, con acuerdo del gobierno británico.

La comparación de diferentes documentos que elaboró Cardozo en 1983 con lo que posteriormente elaboraron desde esa “comisión”, generó fuertes controversias entre familiares de soldados caídos. Eso llevó a diferencias en cómo abordar el proceso de identificación de los restos sepultados allí.

Como se informó en otra nota de este diario, excombatientes de Malvinas denunciaron que la llamada Comisión de Familiares… fue “diseñada por la dictadura” (con un rol clave desempeñado por el espía del Batallón 601 Héctor Cisneros) y a lo largo de los 90 tuvo estrechos lazos con el gobierno de Carlos Menem (el de las “relaciones carnales” con la corona británica).

Una de sus más fervientes militantes de ese agrupamiento es María Fernanda Araujo, hermana de Elbio Eduardo Araujo Penón, uno de los 123 enterrados NN en Darwin. Pese a esa situación de su hermano, la mujer durante largo tiempo se negó a cotejar su ADN con los cadáveres enterrados y acusó a quienes querían llegar a la verdad de estar ligados a “vendepatrias” y “zurdos”.

En 2011 un fallo judicial avaló el pedido de ocho familias del Chaco que, acompañadas por el Centro de Ex Combatientes de La Plata (Cecim), reclamaban su derecho a saber la verdad y pedían que se analizaran los restos de Darwin para dar con sus hijos, hermanos y esposos. Al año siguiente se firmó con la Cruz Roja un protocolo humanitario para planificar la investigación sobre las tumbas. A lo largo de los años se sumaron más familias al reclamo.

En diciembre de 2016, en Ginebra (Suiza), se reunieron delegaciones de Argentina y del Reino Unido que llegaron a un principio de acuerdo para designar al Comité Internacional de la Cruz Roja como responsable de identificar a los soldados. Finalmente entre fines de junio y principios de agosto del año pasado, la Cruz Roja con colaboración del Equipo Argentino de Antropología Forense exhumó los 123 cuerpos. Los resultados fueron entregados al Estado argentino y a las 90 familias involucradas a fines de 2017.

El dolor de unos y las maniobras de otros

Ayer los familiares aterrizaron en Malvinas con mucha emoción y congoja. Allí dejaron rosas blancas de tela sobre las tumbas. Quienes son creyentes rezaron arrodillados y a su vez se depositaron rosas de metal fabricadas con material bélico proveniente de Malvinas por el orfebre Juan Carlos Pallarols.

Entre los familiares estaba la propia Araujo, quien afirmó ante varios periodistas que “este viaje significa cerrar la herida de la espera, pero es el comienzo de una etapa nueva, algo maravilloso sobre lo que tenemos que seguir trabajando para que siga sucediendo”.

Luego de que cada familia tuviera su tiempo junto a las tumbas de sus seres queridos, se realizó una conferencia de prensa en el salón “Malvinas Argentinas” del cementerio. Allí estuvieron Araujo y otros familiares junto a Claudio Avruj, secretario de Derechos Humanos de la Nación, y nada menos que un representante de Eduardo Eurnekian, quien además financió gran parte del viaje de los 248 deudos.

La visible participación el Gobierno de Mauricio Macri, a través de Avruj, no fue nada casual. Además de llevar bastante tiempo trabajando juntos con Araujo y sus aliados, el Poder Ejecutivo quiso aprovechar la ocasión para posar de comprometido con la verdad histórica.

Lo curioso es que tanto el Cecim La Plata como la Comisión Provincial por la Memoria, activos impulsores de la campaña internacional para que las tumbas NN fueran exhumadas y se identificaran esos restos, fueron durante largo tiempo blanco de ataques por parte de las huestes de Araujo. “No digan que en Malvinas hay enterrados NN ni desaparecidos”, solía responder la mujer ante las preguntas de periodistas, pidiendo a su vez que no se mezclara a “nuestros héroes de la Patria” con las víctimas de la dictadura. Esos ataques incluyeron un violento escrache en Aeroparque al Premio Novel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel y a la Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora Nora Cortiñas cuando regresaban de Malvinas en el marco de la campaña.

Ahora el Gobierno y sus aliados se montaron sobre los resultados de la investigación de la Cruz Roja. Tan es así que, además de enviar a Avruj con la comitiva de familiares, la Casa Rosada digitó hasta los más mínimos detalles de la ceremonia. María Reyes Lobos, hermana de un soldado muerto en las Malvinas y recientemente identificado, dijo al diario Perfil que el Gobierno les proveyó los rosarios y las flores de tela y no los dejó “llevar otra cosa para dejar en la tumba, ni siquiera una plaquita chiquita con una frase”.

Doble juego proimperialista

El Cecim La Plata saludó que las familias de los 90 soldados identificados viajaran a Malvinas. El sábado, en medio de la conmemoración de los 42 años del golpe cívico-militar, ese centro de excombatientes destacó que la identificación de todos esos caídos fue “un triunfo de los que seguimos pensando Malvinas en perspectiva de derechos humanos, a pesar de las amenazas y los aprietes de quienes habían impuesto un estatus quo contrario a la necesidad de la mayoría de las familias que necesitaban saber cuál había sido el destino final de sus seres queridos”.

A su vez los excombatientes exigieron al Gobierno nacional que, como aún quedan 32 tumbas NN bajo la inscripción “Soldado Argentino Solo Conocido por Dios”, se continúe el proceso de identificación de todos los cuerpos sepultados en Darwin.

Pero también el Cecim La Plata enumeró algunas de las políticas de Macri que chocan de frente con cualquier pretensión de verdadera defensa de los intereses nacionales. “Repudiamos el acuerdo firmado el 13 de septiembre de 2016 por el gobierno de Macri para favorecer los intereses británicos en el Atlántico Sur en contra de los intereses de los argentinos, violando la Constitución Nacional y leyes vigentes”, dijeron en un comunicado. Ese acuerdo, recordaron, fue firmado “mientras se llevaba a cabo el proceso de identificación de nuestros soldados solicitado a la Cruz Roja Internacional”.

En el comunicado difundido el sábado, los excombatientes afirman que “Malvinas es un campo de entrenamiento de las fuerzas armadas de Gran Bretaña y de la OTAN, caladero de la Cuarta Flota de los Estados Unidos y la puerta de entrada para la explotación de los recursos naturales de nuestra plataforma continental y del Sector Antártico Argentino”. Y denuncian que “mientras se aumenta el presupuesto militar en la base de Monte Agradable, se realizan Ejercicios Militares, se monta un aparato de espionaje electrónico hacia la región y aumentan los vuelos ilegales hacia Malvinas”.

En ese marco denuncian que “el Gobierno de Cambiemos firma acuerdos con los británicos para mejorar el desarrollo económico de las Islas Malvinas a cambio de nada”.

De Alfonsín a Macri: la desmalvinización como política de Estado

El reclamo histórico de soberanía sobre las islas siempre estuvo mediado y limitado por la subordinación política y económica del país a las potencias imperialistas.

Eduardo Castilla @castillaeduardo, Lunes 2 de abril de 2018

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Cada nuevo aniversario del inicio de la Guerra de Malvinas vuelve a poner en el centro de la mesa múltiples discusiones sobre el carácter de ese conflicto, las posibilidades de vencer y el rol jugado por los genocidas, lanzándose a un enfrentamiento militar en el que no estaban dispuestos a luchar para vencer.

Recientemente, utilizando la proximidad del inicio de esa conflagración, desde el gobierno nacional se utilizó el reconocimiento de la identidad de soldados caídos para montar un falso discurso de soberanía.

Derrota militar y discurso político

El fracaso de la empresa militar en Malvinas fue parte de los factores que empujaron a la caída de la dictadura. A riesgo de repetir, no fue el único. La enorme movilización del 30 de marzo de 1982 y el paro general de esa jornada mostraron un gran descontento. La crisis económica y social corroía al régimen genocida. El desgaste era evidente y fue una de las causas que empujó a la aventura militar de los genocidas.

La derrota de Malvinas implicó, para el conjunto de la clase dominante y sus representantes políticos, avanzar en el intento de lo que fue llamado “desmalvinización”.

Una política destinada a sembrar un nuevo sentido común que hacía de la guerra esencialmente una aventura llevada a cabo por militares “locos” o “borrachos” en el caso de Galtieri. Ese sentido común incluía asociar a esa locura de los militares una “locura colectiva” de una población que decidía apoyar lo impulsado por un régimen genocida como el del Proceso de Reorganización Nacional.

El intento implicaba, además, negar la historia de reclamos y demandas argentinas que, desde hacía décadas permeaban el escenario internacional. De hecho, la resolución en la que aun hoy se sostienen las exigencias del Poder Ejecutivo nacional, fue realizada en 1965 por la ONU (20/65).

La desmalvinización, al ligar de manera indisoluble guerra a los genocidas, intentaba liquidar la cuestión de Malvinas como una causa nacional. El objetivo era instalar el sentido común de que el imperialismo no podía ser derrotado y abrir el camino a un consenso hacia políticas de mayor sumisión al imperialismo y entrega del patrimonio nacional.

La derrota militar permitió instalar en el imaginario social la idea de que «contra las potencias imperialistas no se puede». Esa visión creció en la conciencia de millones, avalada por el discurso político estatal.

El límite parcial a esa subordinación lo constituyó la continuidad del reclamo formal de la soberanía argentina sobre las islas. Eso fue el resultado de la enorme simpatía de la población por la causa, algo que se había evidenciado durante la guerra, más allá de la dirección militar de la misma.

Raúl Alfonsín afirmaría en 1983 que “nuestro programa como el de todos los argentinos es el de seguir luchando por recuperar nuestras islas Malvinas en todos los foros internacionales (…) ¿Mi opinión de lo que pasó el año pasado? Fue una aventura incalificable (…) Yo creo haber sido uno de los políticos que mantuvo las distancias. No quise atarme al presunto carro de gloria, que resultó ser un carro atmosférico”.

Los sucesivos Gobiernos nacionales moderarían el reclamo de soberanía, ampliando las concesiones a Gran Bretaña en la región.

En 1985, en una reunión de Naciones Unidas, la delegación argentina presentaría un documento donde reemplazaba la discusión sobre la soberanía por una más ambigua definición sobre «solucionar los problemas pendientes” en relación a Malvinas.

Tres años después, intervención de EE.UU. mediante, se avanzaría en definir lo que pasó a llamarse “paraguas de soberanía”. Si ese acuerdo permitía un acercamiento entre Argentina y Gran Bretaña, lo hacía al costo de suspender el debate sobre la soberanía.

El menemismo llevaría esa política a un nuevo nivel. El canciller Guido Di Tella inauguraría la llamada “política de seducción” hacia los kelpers. La misma bordeando el ridículo, llegaría al punto de incluir el envío de presentes y obsequios a los isleños en aras de atraer su simpatía. Eso no constituía traba para que, al mismo tiempo, se avanzara en normalizar las relaciones diplomáticas con Gran Bretaña, cuestión que permitiría el avance británico en la región.

En 1995, en el marco de ese nuevo esquema de relaciones, se estableció un acuerdo petrolero que, según afirmó entonces un portavoz del Gobierno británico, indicaba “de manera específica que nada puede ser interpretado como un cambio de actitud sobre la soberanía”.

El kirchnerismo y el reclamo por Malvinas

El kirchnerismo hizo de la cuestión de la soberanía de Malvinas un punto de su discurso anticolonialista. De hecho, en términos comparativos, fue el gobierno de mayores roces con Gran Bretaña por esa cuestión.

Sin embargo, eso no modificó más que discursivamente la situación existente. Como ocurrió en relación a otras cuestiones, aquí también hubo un relato de defensa de la soberanía nacional que, en los hechos, no pasó de lo declamativo.

En 2012, al cumplirse los 30 años del inicio de la guerra, tendría lugar un momento de tensión. Sin embargo, evidenciando que la potencia imperialista no tenía nada que temer, sería la misma presidenta la que, en cadena nacional, aseguraría sus inversiones.

En un discurso del 7 de febrero le recordaría a grandes multinacionales británicas como British Petroleum, la Royal, Patagonia Gold, HSBC o Unilever, que en Argentina sus empresas estaban seguras.

Malvinas en la era Macri

En diciembre de 2015, la ex canciller Susana Malcorra señalaba que el kirchnerismo había tenido “una posición muy dura” en relación a Malvinas.

Sin embargo, el gobierno de la CEOcracia no puede ceder formalmente en la cuestión de Malvinas. Esto, a pesar de que claramente gobierna orientando su política hacia los intereses del gran capital imperialista.

Las aclaraciones recientes de Claudio Avruj –secretario de Derechos Humanos- acerca de que la “desmalvinización no es la política” del actual gobierno no se condicen con cambio alguno en las políticas reales.

Las Malvinas y el nacionalismo de la clase capitalista

A lo largo de más de tres décadas, la moderación de los gestores del Estado nacional no puede ser separada de su carácter de representantes de clase de esa misma burguesía. Más allá de los discursos, todos fueron gerentes de los intereses de un Estado que responde a la clase capitalista local y extranjera.

Desde ese punto de vista, no tienen un programa distinto al que tuvo la cúpula militar que lanzó la guerra en Malvinas. Si aquellos jugaron la baza de una acción irresponsablemente preparada, también evidenciaron un respeto marcado ante el gran capital con sede en territorio nacional en ese momento.

Las constantes concesiones en el terreno de los acuerdos por parte de Alfonsín y Menem mostraron el peso de esa derrota sobre el país en su conjunto. Derrota que, sin embargo, no llegó a un grado tan profundo como para permitir a la misma clase capitalista nacional dejar de lado el reclamo formal. Pero mientras el mismo se sustanciaba en el campo diplomático, los intereses del capital imperialista en el país seguían intactos. Eso no cambió con el kirchnerismo. Su discurso de “soberanía nacional” no implicó tocar esos intereses.

A 36 años del desembarco, un repaso por la deriva de la llamada “cuestión Malvinas” vuelve a poner en evidencia que la clase capitalista y su representación política son incapaces de una defensa decidida de los intereses de la nación.