Christian Castillo: “Malvinas tiene que ser parte de una política antiimperialista de conjunto”

En esta entrevista Christian Castillo señala entre otras cuestiones que durante la Guerra de Malvinas se desarrollaron movilizaciones antiimperialistas en varios países de la región, y que medidas fundamentales como la incautación de bienes de las empresas y propietarios británicos en el país, no fueron llevadas adelante. El sociólogo y dirigente trotskista, también se refiere a cuál es la injerencia imperialista en la región a 39 años de la Guerra de Malvinas.

– ¿Por qué ocurrió la Guerra de Malvinas? La Guerra de Malvinas no se entiende sin considerar la crisis que estaba atravesando la dictadura, enfrentada a una creciente resistencia obrera y popular, ni tampoco sin tomar en cuenta la necesidad del gobierno de Margaret Thatcher de utilizar el hecho para fortalecerse internamente. No olvidemos que en nuestro país veníamos del paro general con movilización del 30 marzo de 1982, que fue el punto más alto de las luchas que se venían intensificando desde 1979, con un protagonismo creciente de la clase trabajadora. La apuesta de Galtieri y la Junta Militar era que por lo servicios prestados a Estados Unidos en América Central -donde militares y agentes de inteligencia argentinos “instruyeron” a sus pares de esos países para enfrentar los movimientos guerrilleros en El Salvador y Guatemala así como participar en el entrenamiento de la guerrilla “contra” que se hacía en Honduras para atacar al gobierno sandinista en Nicaragua-, el “imperio” iba al menos a mantenerse neutral en el enfrentamiento con los británicos.

Error central, ya que Estados Unidos no iba a dejar de dar apoyo a una potencia aliada en la OTAN. Así se produjo la paradoja de una dictadura abiertamente anticomunista, cuyos integrantes sostenían estar librando el “capítulo argentino” de la “tercera guerra mundial” entre “occidente” y “el comunismo internacional”, que terminó en una guerra contra una de las principales potencias de la alianza atlántica.

Contra la impresión que se tiene actualmente, el resultado de la guerra no estaba definido de antemano. En Gran Bretaña muchos consideraban que el envío de la flota por parte de Thatcher era una aventura. A pesar de la conducción militar desastrosa por parte de la junta argentina, Thatcher cuenta en sus memorias como estuvo al borde de fracasar todo su plan militar cuando los aviones argentinos estuvieron al borde de hundir al buque que concentraba gran parte de la logística británica.

– ¿Qué posición debía adoptar la izquierda ante la guerra? En Malvinas se planteó algo similar a lo que vimos en Irak con las dos guerras del golfo. Un régimen aberrante odiado por su pueblo que se enfrentaba a una potencia imperialista. Es claro que regímenes dictatoriales, con fuerzas armadas fuertemente entrenadas para reprimir a su propia población, son incapaces de tomar las medidas necesarias para enfrentar al imperialismo en un conflicto de este tipo. Baste señalar que los bienes de las empresas y propietarios británicos en el país ni siquiera fueron incautados durante la guerra. De ahí que la política planteada era el desarrollo de la movilización en un nuestro país y a nivel internacional para derrotar al imperialismo sin dar ningún apoyo político al gobierno dictatorial. De hecho, Malvinas desató una importante movilización anti imperialista en numerosos países de la región, a pesar del repudio que generaba la junta argentina. La población argentina apoyaba masivamente el reclamo de recuperar las Islas Malvinas, transformado en un enclave colonial por parte del imperialismo británico. Pero eso no significaba un apoyo incondicional a Galtieri. En las movilizaciones podían verse, aunque no en forma mayoritaria, banderas y pancartas que decían “Malvinas sí, proceso no”.

El resultado de la guerra, con la victoria británica, fortaleció la ofensiva neoliberal en todo el mundo y fue utilizado para contener los reclamos por la deuda externa latinoamericana, que crecerían luego de la moratoria en los pagos decretada por México en agosto de 1982, poco después de culminada la guerra de Malvinas.

En lo que hace a nuestro país, el régimen dictatorial se derrumbó, aunque los partidos agrupados en la Multipartidaria, que integraban el PJ, la UCR, el Partido Intransigente, la Democracia Cristiana y el MID de Frondizi y Frigerio, lo sostuvieron para favorecer una retirada más o menos ordenada. Las clases dominantes y sus partidos políticos se basaron en la derrota de la guerra para imponer una visión de que al imperialismo no se los puede derrotar y que entonces no queda otra que someterse a sus imposiciones.

– ¿Qué políticas tuvieron los gobiernos constitucionales, pos dictadura? Las políticas no fueron todas iguales aunque estuvieron marcadas por esa lógica que mencionaba, de que no se puede derrotar al imperialismo, con Menem y su “política de seducción” expresando el mayor grado de sometimiento a los británicos a tono con la “relaciones carnales” que se jactaba de tener con el imperialismo estadounidense y las potencias imperialistas.

Después de la guerra, Gran Bretaña fortaleció su presencia militar en las islas y dio varios beneficios económicos a los “kelpers”. Más allá de la importancia económica de los recursos que tienen Malvinas y la zona cercana, su interés geo estratégico está fuera de dudas, y de ahí el peso que le dan los británicos pensando en el continente antártico.

-El año pasado, el canciller Felipe Solá sostuvo que buscaban “sacar a Inglaterra de la zona de confort” y llevar la discusión a la ONU. Además de estas declaraciones, ¿cuál es la política del Gobierno sobre las Islas Malvinas? No se puede separar del conjunto de la política exterior llevada a cabo por el Gobierno, que no es anti imperialista, más allá de la retórica respecto al cuestionamiento a la ocupación británica. El Atlántico Sur es un verdadero colador en lo que hace a cómo los barcos factorías se apropian ilegalmente de los recursos ictícolas que están en el mar Argentino. Además, es un gobierno subordinado al capital financiero internacional. Apenas asumió este gobierno, en el Congreso se había aprobado, con el voto en contra solo del Frente de Izquierda, ejercicios militares comunes con los Estados Unidos, que incluían la presencia de 5000 efectivos yanquis recorriendo todo el Atlántico Sur, el operativo “Gringo Gaucho”, un verdadero escándalo, algo que frenó la pandemia.

Sin una política consecuentemente anti imperialista de conjunto es difícil pensar que puede terminarse con la ocupación colonial británica en las islas.

-El primer ministro británico, Boris Johnson, anunció que mantendrán las Fuerzas Militares en la zona y sostuvo que: “Usaré la fuerza para defender a las Malvinas”, ¿qué opinas de estas declaraciones? Son declaraciones realizadas en el marco que el acuerdo entre Gran Bretaña y la Unión Europea para concretar el “Brexit” dejó afuera a las Islas Malvinas, así como a todos los territorios en litigio en el Atlántico Sur, lo que ha debilitado la posición británica. Es un mensaje destinado a tratar de evitar que esto sea utilizado para fortalecer el reclamo argentino. A esto hay que agregar el incidente de un submarino nuclear estadounidense navegando en la zona de Malvinas, dado a conocer por Twitter por el comandante del buque sin siquiera haber dado aviso previo al gobierno argentino.

– A 39 años de la Guerra de Malvinas, ¿cuál es la injerencia imperialista en la región? Más allá de la situación estrictamente colonial que expresa Malvinas, la injerencia principal proviene de los Estados Unidos y se expresa en todos los terrenos. En el económico, en la presencia de sus empresas multinacionales y en el control que ejerce de las políticas económicas a través del mecanismo del endeudamiento externo, también una fuente de drenaje de recursos del “sur” hacia el “norte”. En lo político, a través de pactos y tratados internacionales que nos subordinan al país del norte, y de organismos como la OEA, a la que bien definió el “Che” Guevara como el Ministerio de Colonias de los Estados Unidos. Recientemente lo hemos visto en la gestación de golpes de estado más o menos camuflados que impulsaron en varios países de la región, utilizando para ello su creciente control del Poder Judicial de los distintos estados. También está la injerencia sobre las fuerzas armadas y los organismos de seguridad e inteligencia, que es obscena.

– ¿Querés agregar algo más?

 Creo que Malvinas no puede tomarse como un tema aislado sino como expresión de la dependencia y los aspectos semi coloniales de nuestros países. Las clases dominantes locales y sus sucesivos gobiernos han mostrado que son incapaces de superar esta situación. Solo gobiernos de la clase trabajadora pueden tomar las medidas necesarias para terminar con la dependencia y el atraso y lograr la tan ansiada unidad latinoamericana poniendo en pie una Federación de Estados Socialistas de América Latina. No habrá dominación colonial que puede mantenerse si emprendemos este camino.

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La guerra de Malvinas y una campaña mediática acorde a los intereses de la Junta Militar

Celeste Vazquez

Miércoles 14 de junio de 2017 | 09:07

El 14 de junio se produjo en Puerto Argentino la rendición de las tropas argentinas en Malvinas. Durante los 74 días que duró la guerra, entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982, la mayoría de los grandes medios de comunicación ejercieron una verdadera acción de propaganda a favor de la aventura militar emprendida por el gobierno de facto.

Con diferencias de estilo entre sí, la rendición argentina ocupó un lugar central en las ediciones gráficas de los días posteriores y por supuesto en sus tapas. Mientras algunos utilizaron eufemismos y fueron más cautos, otros prefirieron mantener su estilo sensacionalista y altamente explícito. «Se ha producido un alto al fuego» dijo La Nación. «Anunció Galtieri que finalizó el combate en Puerto Deseado» expresó La Prensa. «Cesó la lucha y se retiran las tropas» afirmó La RazónCrónica habló de «Alto el fuego» y «tregua». «Perdimos la batalla. No perdamos el país” sostuvo la revista Somos.

A lo largo de esos 74 días, casi la totalidad de los grandes medios de comunicación (con algunas excepciones como las del Buenos Aires Herald) propagaron la visión triunfalista de la Junta Militar. Montándose sobre un sentimiento y una reivindicación justa, incluso de las acciones de solidaridad del pueblo argentino con los soldados, terminaron convirtiéndose en una verdadera correa de transmisión del gobierno de facto. Esto incluyó a los medios estatales como Argentina Televisora Estatal (ATC) y Télam, y también a los medios privados, incluso aquellos que no se especializaban en política, como las revistas Gente y Somos y por supuesto diarios más tradicionales como Clarín. Seguramente haya quedado en la memoria visual de muchos de nosotros imperdibles “joyitas” como la tapa de la revista Gente que decía “Vamos ganando”, cuando no era así.

Capa diario Clarín, 3 de abril de 1982

Como sucedió a lo largo de toda la dictadura cívico-militar, desde el Estado hubo censura y un fuerte control sobre los medios de comunicación, sus elaboraciones informativas, y por supuesto sus trabajadores. Los medios jugaron un rol fundamental y estratégico en los planes militares. La dictadura venía muy golpeada con fuertes cuestionamientos por parte de los trabajadores y la población en general. En ese contexto, la aventura militar de Malvinas fue concebida por las Fuerzas Armadas como un último intento de salvaguardarse y alargar su poder. Así como los medios fueron de gran ayuda en la campaña de propaganda para instalar la necesidad del golpe y legitimar la posterior dictadura, también en su agonía fueron de gran ayuda, avalando el emprendimiento guerrerista.

Como no podía ser de otra manera, las fuentes de información sobre la guerra eran pocas y estaban controladas por el aparato castrense. Todo lo que se publicaba y emitía desde la zona de guerra pasaba por la vigilancia estricta de las Fuerzas Armadas.

Cabe aclarar que en este artículo nos referiremos a las operaciones mediáticas decididas por las líneas editoriales de los medios de comunicación social y de ninguna manera sobre los trabajadores de prensa que, en muchos casos, fueron víctimas de la censura y le represión por parte del Estado. Cabe recordar que según una investigación presentada en la Universidad de La Plata la cantidad de trabajadores de prensa y reporteros gráficos desaparecidos es de al menos 172.

Los medios estatales: ATC Télam

El gobierno de facto estableció que los únicos medios y periodistas autorizados para estar en Malvinas y transmitir desde ahí eran los medios estatales Télam y ATC. Por ATC se emitía en ese momento el noticiero 60 Minutos, conducido por José Gómez Fuentes, Silvia Fernández Barrios y María Larreta, que tenía como corresponsal a Nicolás Kazansew. Dicho canal y noticiero fueron los voceros oficiales de las Fuerzas Armadas. Instalaron sus equipos y transmitieron en vivo desde la zona. El mismo 2 abril, además de transmitir en vivo el desembarco de las tropas argentinas, emitieron una entrevista a Nicanor Costa Méndez, ministro de Relaciones Exteriores, en la que hablaba de “la recuperación” de las Malvinas de manera “pacífica”. El gobierno militar acababa de iniciar una guerra contra un ejército de un país imperialista, pero prefería llamar a esa tarea una “recuperación pacífica”. Y lo explicaba de la siguiente manera: “no ha habido derramamiento de sangre, hemos entrado a las Islas de la forma que se correspondía”. Y explicaba que a partir de ese momento el Estado nacional se presentaría a las Naciones Unidas para explicar las razones de la «recuperación pacífica» y reclamar el traspaso del gobierno. Sin duda una explicación no sólo triunfalista, sino facilista y totalmente irreal.

Fueron numerosas las mentiras que desde allí se emitieron, como decir que se había averiado un portaaviones británico. Finalizada la guerra, Gómez Fuentes no tuvo problemas en explicar las razones de su actuación: «mi país estaba en guerra, y si me pedían que dijera que Gardel estaba vivo y eso contribuía al triunfo, yo no tenía ningún inconveniente en decirlo».

Fueron varios los periodistas que conformaron el equipo a cargo de la cobertura de los medios estatales y todos coinciden que el control por parte de las Fuerzas Armadas fue total. Muchos años después develaron detalles que sirvieron para desentrañar como funcionó el mecanismo que manipuló y tergiversó la información. “No podíamos entrevistar a los soldados, solo podíamos reportear a los oficiales, además un oficial de prensa nos acompañaba permanentemente” (…) “ignorábamos qué se publicaba y qué no, no sabíamos que existían tres censuras: una en las islas, otra en Comodoro Rivadavia y la ultima en el Estado Mayor Conjunto. Recién cuando volví me entere que solo se había emitido el 5% del material”, declaró Nicolás Kasenzew. A pesar de estas declaraciones, fue tan evidente la manipulación que el desprestigió lo alcanzó y decidió irse del país.

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Diego Pérez Andrade era periodista de Télam. Años después de la guerra también se refirió a la actividad de la prensa. Explicó que “el gobierno militar tomaba los cables que mandábamos, se los transmitía al Estado Mayor Conjunto y no se publicaban, sólo daban algunos comunicados muy escuetos y por eso se armaba todo esa gran sanata”. Estaba prohibido referirse a las bajas argentinas, debían ocultarse, y se les exigía no dar cifras, ni datos exactos sobre ninguna de las operaciones. Durante los días que duró la guerra, el receptor de Télam estuvo custodiado durante las 24 hs. por efectivos del Batallón 601 de Inteligencia de Ejército, quienes grababan todo y remetían la información al Estado Mayor Conjunto.

Los medios privados: los casos Gente, Somos y Clarín

La legitimidad de la guerra no podía quedar en manos sólo de los medios estatales. Así es que fue clave, para fortalecer el poder de la campaña mediática, el rol de los medios de comunicación privados -incluso aquellos que no se dedicaban a la política-, cuyos propietarios y sectores gerenciales con peso editorial, mantuvieron una estrecha vinculación política y económica con los militares durante toda la dictadura.

La editorial Atlántida, con sus revistas Gente Somos, formaron parte de la partida de los que decidieron ocultar, mentir, engañar. Con un estilo sensacionalista, que se caracterizaba por combinar muchas imágenes, poco texto y títulos que apelaban a la emoción del lector, fue de los primeros en afirmar el triunfo.

Tapa revista Somos, martes 15 de junio de 1982

A pesar de no ser un medio estatal, Gente estuvo presente en varios de los operativos en Malvinas, invitada por las Fuerzas Armadas. Ese honor fue retribuido con una posición escandalosamente a favor del gobierno militar.

Gente el 8 de abril tituló: “Vimos rendirse a los ingleses” y Somos el 9 de abril: “Victoria, ahora qué?”. O sea, a una semana de iniciada la guerra, la editorial Atlántida anunciaba el triunfo y la rendición inglesa. Pero a pesar de esas supuestas noticias, la guerra continúo. Y se las tuvieron que ingeniar para seguir adelante con su campaña. Y así lo hicieron. En los primeros días de mayo Gente tituló: “Estamos ganando”. El 27 de mayo siguió en esa línea y tituló: “Seguimos ganando”, en la edición de ese día detalla las operaciones: «6 buques hundidos, 16 averiados, 21 aviones y 16 helicópteros derribados. Estamos destruyendo la flota británica». Sin embargo, 18 después la misma editorial, esta vez en boca de la revista Somos tuvo que admitir la derrota: «Perdimos la guerra, no perdemos el país». Persistía en su línea de apoyo al gobierno militar. Unos días después, Somos presentó la “Crónica de un fracaso”, una edición dedicada a la derrota militar.

Tapa revista Gente, 8 de abril de 1982

Con un estilo diferente, más cauto, menos explícito, también Clarín formó parte de la operación mediática. Era difícil esperar otra cosa. Junto con La Nación se había comportado de la misma manera durante toda la dictadura, apoyando el golpe desde el principio. En ese momento, ambos mantenían (y mantienen aún hoy) una relación económica con el Estado, por ser socios de la única empresa que produce pasta de celulosa para hacer papel de diario, Papel Prensa. En abril de 1977, los familiares del empresario David Graiver (muerto sospechosamente el año anterior), quienes eran los accionistas de Papel Prensa, fueron detenidos y la Junta Militar decidió “la prohibición de administrar y disponer de sus bienes”. Ese mismo día, ClarínLa Razón y La Nación, se quedaron con Papel Prensa.

Para los diarios, la noticia de la guerra fue tapa. Y todos se hicieron eco de la visión y la alegría militar. Clarín dedicó la mayor parte de su edición a informar acerca de los hechos en Malvinas. Su titular fue: “Euforia popular por la recuperación de Malvinas”. La Nación título: “Alborozo ciudadano por la reconquista de las Malvinas”. “Hoy es un día glorioso”, dijo La Razón. “Argentinazo: las Malvinas recuperadas”, dijo Crónica.

Clarín retribuyó con creces “el favor” de Papel Prensa. El 3 de abril, tituló en su tapa: “Inminente recuperación de las Malvinas”. Pocas páginas más adelante, el editorial “La reconquista de las Malvinas” afirmaba lo siguiente: “Durante 149 años y 3 meses territorio irredento, las Malvinas fueron reintegradas ayer a la soberanía de La Nación (…) Las tropas argentinas (…) fueron a reparar la agresión antigua”. Al día siguiente publicó un aviso del Banco de la provincia de Buenos Aires que decía que “Las Malvinas, liberadas. Hoy como ayer, presentes para servir a la causa de la Patria.” Uno días después, el 12 de abril, emitía una nueva solicitada del gobierno bonaerense en la que se explicaba sobre la creación de un fondo patriótico, bajo la consigna “Las Malvinas necesitan nuestra ayuda”, con el supuesto objetivo de “contribuir al mantenimiento de la reconquista de las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur y para consolidar el desarrollo socio-económico de esas regiones”. El lunes 10 de mayo, otro aviso sostenía que “En esta lucha los argentinos vamos a escribir la última palabra: victoria, porque somos 28 millones de soldados y porque nunca perdimos una guerra”. El 12 de mayo afirmaban que “El enemigo está peleando por su pasado y nosotros por nuestro futuro”.

La cobertura mediática de la guerra de Malvinas devela que, por decisiones patronales y editoriales, la mayoría de los grandes medios de comunicación fueron transmisores de una visión que no tenía ningún asidero con la realidad de lo que ocurría en el campo de batalla. Ocultaron datos y mintieron deliberadamente. Como sucedió a lo largo de toda la dictadura cívico-militar –y como sigue sucediendo en la actualidad – convicciones ideológicas y negocios con el Estado se entremezclan todo el tiempo.

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La guerra del fin del mundo

Las cruces del cementerio de Darwin donde están enterrados los soldados argentinos fallecidos en la guerra de las Malvinas.
Las cruces del cementerio de Darwin donde están enterrados los soldados argentinos fallecidos en la guerra de las Malvinas.TOMÁS TERROBA

La guerra de las Malvinas representó un triste, trágico y lamentable error de cálculo de la Junta Militar argentina, asesina y agonizante, que creyó que iba a encender la llama del orgullo nacional y mantenerse en el poder recuperando un territorio perdido en el Atlántico Sur que el Reino Unido administra desde 1833. La guerra empezó el 2 de abril de 1982, cuando 200 soldados argentinos desembarcaron en el archipiélago austral, y acabó el 14 de junio, con la rendición del Gobierno de Buenos Aires, 900 muertos después (258 británicos y 649 argentinos). El presidente Leopoldo Fortunato Galtieri, que murió en 2003 cuando esperaba a ser juzgado por crímenes de lesa humanidad, pensó que Margaret Thatcher iba a negociar sobre los hechos consumados. Que el apodo de la primera ministra británica fuese la Dama de Hierro tal vez debería haberle dado alguna pista al iluminado militar golpista.

Su error representó el principio del final de la Junta Militar y una especie de renacimiento para las Malvinas, que entonces contaban con apenas mil habitantes, una población que se ha doblado, gracias a las ayudas británicas. Al despertarse con la noticia de la invasión, el 3 de abril, la mayoría de los británicos descubrieron solo entonces que aquellas tierras desarboladas y barridas por el viento (un archipiélago de 760 islas, la mayoría deshabitadas) no estaban en Escocia, sino a 500 kilómetros de las costas argentinas y a 12.000 de la metrópoli. Tras un intenso debate en su Gabinete, con el apoyo de los militares, Thatcher decidió por motivos más patrióticos que geoestratégicos enviar a la flota británica y a tropas de élite a recuperar las islas. Ella también necesitaba un chute de nacionalismo con el Reino Unido acosado por la crisis económica y nunca recuperado moralmente de la pérdida de su imperio colonial.

Aunque se habla desde hace décadas de posibles bolsas de petróleo, el valor de las Malvinas (más allá de la lana) es ahora como entonces el orgullo patriótico. Como relata la investigación que realizó The Sunday Times poco después del final del conflicto, un apasionante trabajo periodístico editado como libro bajo el título La guerra de las Malvinas, “las fuerzas británicas que ofrecieron resistencia inmediata a la invasión argentina constaban de dos personas: los marines Roderick Wilcox y Leslie Milne, ambos escoceses”. Lo nutrido de la guarnición en la isla (68 militares), pese a las constantes reivindicaciones argentinas, refleja la importancia real que los británicos concedían a aquel territorio. El escritor Jorge Luis Borges lo resumió con certera ironía cuando le preguntaron sobre la guerra: “Son dos calvos peleando por un peine”.

Desde el momento en que la primera ministra tomó la decisión de recuperar las islas, la derrota argentina era solo una cuestión de tiempo. Dos factores inclinaban la balanza a favor de los británicos. El primero es que el Reino Unido contaba con tres submarinos atómicos, que desplegó en el Atlántico Sur. Uno de ellos hundió el 2 de mayo el crucero General Belgrano, matando a 323 de sus 1.093 marineros.

La incapacidad para detectar, y mucho menos inutilizar, los submarinos ingleses obligó a la flota argentina a replegarse a aguas poco profundas. Los combates marítimos continuaron, y la aviación argentina hundió el destructor Sheffield y tocó el portaaviones Invincible, pero la guerra se jugaba en tierra. Y ahí también tenían las de perder: Argentina movilizó a soldados de reemplazo, en su inmensa mayoría jóvenes de veintipocos años sin experiencia, mientras que Londres envió a soldados profesionales. Las tropas argentinas pasaron frío y hambre en las trincheras, y eran sistemáticamente maltratados por sus mandos. Aun así, los combates fueron feroces y la resistencia enorme; pero la batalla de la Pradera del Ganso, entre el 27 y el 29 de mayo, terminó de inclinar la balanza a favor de los británicos.

El escritor argentino Rodolfo Fogwill escribió en la semana final de la guerra la obra maestra sobre el conflicto, Los pichiciegos (Periférica), que relata la historia de un grupo de soldados que se esconden para no combatir. El libro surgió como respuesta a la atronadora propaganda que pretendía convertir el conflicto en una causa nacional en medio de los delirios patrióticos. “Ni la imagen de decenas de ingleses violetas flotando congelados, que de alguna manera me alegraba, pudo atenuar el espanto que me provocaba el veneno mediático inoculado a mi familia”, explicó el escritor, fallecido en 2010. El espanto de la realidad se impuso sobre las mentiras de la Junta Militar que lanzó una guerra que nunca pudo ganar y que pagaron soldados adolescentes enviados a morir por delirios de grandeza de unos golpistas aferrados al poder. Una historia triste.

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