Fotografía: Becquer Casaballe, 1982
Memoria, verdad, justicia y soberanía
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El 2 de abril de 1982 la Junta Militar ordenó el desembarco de tropas argentinas en las Islas Malvinas, dando inicio a una guerra con el Reino Unido que duró 74 días. La rendición argentina se produjo el 14 de junio de 1982 y dejó como saldo 649 soldados argentinos muertos, más de 1200 heridos y 250 soldados ingleses muertos.
La guerra de Malvinas es uno de los aspectos menos abordados de la historia reciente. Aún hoy genera en la sociedad argentina un fuerte sentimiento de justicia. A 39 años de la guerra, las memorias sobre Malvinas constituyen un territorio en disputa que exige reponer el contexto en la que se produjo. Sus memorias y los sentidos disímiles -el repudio o la legitimación- se inscriben como un episodio indisociable del terrorismo de Estado. ¿Es posible escindir ambas cuestiones?
¿Qué debería plantearse en la conmemoración del 2 de abril? ¿El recuerdo de la guerra y sus dramas? ¿El repudio a la dictadura militar? ¿La reivindicación de la soberanía argentina sobre las islas?
Pensar la guerra de Malvinas en el marco de la dictadura implica desarticular construcciones discursivas que eluden diferenciar a los protagonistas de la conflagración. Amparadas en este discurso, ciertas memorias de la guerra buscan la legitimación de la dictadura. Consideran héroes a todos los que participaron en ella, incluidos oficiales que actuaron directamente en la represión y fueron condenados por violaciones a los derechos humanos.
Es un dato histórico. Los mismos oficiales que llevaron adelante el terrorismo de estado, condujeron la guerra y disciplinaron a los soldados con las mismas metodologías del horror: vejámenes, estaqueos, torturas, simulacros de fusilamiento, castigo físico y presión psicológica.
La lista es amplia y algunos nombres son íconos del terrorismo de Estado: Alfredo Astiz, Antonio Pernías y Julio César Binotti revistaron en los grupos de tarea de la ESMA; el coronel Mario Losito fue uno de los responsables de la masacre de Margarita Belén, ocurrida en Chaco en 1976; Mario Benjamín Menéndez, gobernador de las Islas durante el conflicto y sobrino de Luciano Benjamín Menéndez, actuó en la represión en Córdoba. Son sólo ejemplos que dan cuenta de la necesidad de escindir el reclamo justo por la soberanía de cualquier manifestación de guerra. Y así avanzar en el rechazo no sólo de las graves violaciones a los derechos humanos cometidas por la dictadura sino de aquellos discursos que persisten y se solapan en reivindicaciones sentidas y compartidas por la mayoría de la sociedad argentina.
La construcción de un enemigo externo que contrarrestara el deterioro de la dictadura había tenido un antecedente en 1978 durante el conflicto con Chile, desactivado por la intervención de Juan Pablo II. La guerra de Malvinas no fue más que el apogeo de esta construcción.
La legitimación de la dictadura se ha sostenido en construcciones de sentido vinculadas a un relato de nación y de patria que ha estado presente a lo largo de toda la historia argentina. Es así que resulta imprescindible, para poder desarticular estos discursos apologéticos de la dictadura que transforma en héroes a perpetradores de crímenes de lesa humanidad, que la conmemoración del 2 de abril ponga también en cuestión la idea de una identidad nacional basada en ideas esencialistas e inmutables de la patria, sostenidas en la territorialidad, la raza, la lengua y la religión que fueron fundamentos también de la violencia con la que se consumó la construcción del Estado nacional en el siglo XIX.
Una sociedad democrática debe sostener una idea de nación y de ciudadanía que sólo se realiza en un régimen democrático cuyo fundamento es la soberanía del pueblo, la pluralidad y la diferencia. Soberanía, derechos humanos y democracia son elementos indisociables.
Insistimos. La guerra de Malvinas no puede disociarse del régimen que la produjo: la dictadura militar. Y por ende de sus objetivos de construcción de consensos para consolidar un modelo de nación que provocó el exterminio de miles de ciudadanos y profundas transformaciones para la sociedad argentina.
Al mismo tiempo, es importante cuestionar las acciones de Gran Bretaña que siguen negando nuestra soberanía; las considera una forma de vulneración de los pueblos latinoamericanos por el asentamiento de la base militar en las Islas y por la pérdida de recursos que acarrea para su desarrollo pleno.
El conflicto debe y puede resolverse fuera de toda opción bélica; es decir, en el camino de la paz, entendida no sólo como ausencia de violencia sino como fruto de la justicia. Es imperioso que Gran Bretaña respete las resoluciones de la ONU y que se abran las vías del diálogo como mecanismo de resolución.
Estos recursos plantean un recorrido por diferentes dimensiones de la guerra de Malvinas acompañados de fotografías de los archivos de Télam, del Centro de ex combatientes Islas Malvinas de La Plata (CECIM) y de documentos de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA) -gestionado por la Comisión Provincial por la Memoria- y de las Fuerzas Armadas que dan cuenta del espionaje ejercido por el Estado sobre la organización y las demandas de los ex combatientes. En estos archivos no sólo están las pruebas de la estrategia de la dictadura militar para encubrir lo ocurrido en las Islas sino también la resistencia de los que siguieron inscribiendo la cuestión Malvinas como parte de los reclamos por memoria, verdad y justicia.
La sociedad civil durante la guerra
La sociedad civil no se mantuvo indiferente al conflicto en Malvinas. Reaccionó y se movilizó de diversas maneras expresando su apoyo a lo que entendía como una gesta patriótica. En general las acciones estaban dirigidas a hacer llegar un acompañamiento a los soldados y eran organizadas por asociaciones civiles, particulares y por diferentes organismos gubernamentales. Tal vez uno de los episodios más recordados sea la creación del Fondo Patriótico Malvinas Argentinas y la encendida respuesta que obtuvo de la población. Recibió donaciones de todo tipo y de todos los sectores sociales con el fin de recaudar fondos para los soldados apostados en el Atlántico Sur. También se hizo un maratón de 24 hs. en la televisión que se transmitió por ATC con la presencia de personalidades y famosos. Las actividades se reproducían en pueblos y localidades, se organizaban festivales solidarios culturales, musicales, deportivos para brindar apoyo a los soldados combatientes en las Islas. Desde el ámbito del rock se organizó un recital por la Solidaridad Latinoamericana, de igual forma para recaudar alimentos y pedir por la paz. También se crearon cadenas de voluntarios para embalar raciones de comida y abrigos con destino al sur. Un volante que acompañaba las raciones junto a una estampita religiosa expresaba el sentir de quienes habían participado en el trabajo: “Los hombres y mujeres voluntarios de todas las edades, que hemos embalado esta ración, nos sentimos hermanados con ustedes en esta lucha por la justicia. Hasta la victoria final. Viva la patria”.
Efemérides de la Memoria. Comisión por la Memoria