En imágenes: 37 Aniversario del inicio de la Guerra de las Malvinas

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Más de 900 personas murieron, incluyendo 655 argentinos, 255 tropas británicas y tres isleños, antes de que las fuerzas argentinas se rindieran el 14 de junio de 1982

Soldados argentinos caminan el 13 de abril de 1982 para ocupar la base de los Marines Reales capturados en Puerto Argentino/Stanley, unos días después de que la dictadura militar argentina se apoderase de las islas Malvinas, comenzando una guerra entre Argentina y Reino Unido.
Soldados argentinos caminan el 13 de abril de 1982 para ocupar la base de los Marines Reales capturados en Puerto Argentino/Stanley, unos días después de que la dictadura militar argentina se apoderase de las islas Malvinas, comenzando una guerra entre Argentina y Reino Unido. – AFP
Imagen de un soldado argentino a través de la ventana de un vehículo militar cuando salía del aeropuerto con suministros, el 13 de abril de 1982.
Imagen de un soldado argentino a través de la ventana de un vehículo militar cuando salía del aeropuerto con suministros, el 13 de abril de 1982. – AFP
La imagen muestra a los soldados argentinos almorzando en la antigua base de los Royal Marines parcialmente destruida, el 13 de abril de 1982, en Stanley.
La imagen muestra a los soldados argentinos almorzando en la antigua base de los Royal Marines parcialmente destruida, el 13 de abril de 1982, en Stanley. – AFP
Los soldados argentinos (en primer plano) son escoltados por soldados británicos después de rendirse el 2 de junio de 1982 cerca de Goose Green, durante la Guerra de las Malvinas
Los soldados argentinos (en primer plano) son escoltados por soldados británicos después de rendirse el 2 de junio de 1982 cerca de Goose Green, durante la Guerra de las Malvinas – AFP
La tripulación de la lancha patrullera de la Armada Argentina, Alferez Sobral, lleva el ataúd que contiene el cuerpo de uno de sus compañeros caídos en la ciudad de Puerto Deseado en esta fotografía de archivo del 4 de mayo de 1982, durante una ceremonia en honor a los compañeros asesinados cuando su barco fue atacado por el HMS Coventry de Gran Bretaña durante la Guerra de las Islas Malvinas que comenzó con la invasión argentina de las Islas el 2 de abril.
La tripulación de la lancha patrullera de la Armada Argentina, Alferez Sobral, lleva el ataúd que contiene el cuerpo de uno de sus compañeros caídos en la ciudad de Puerto Deseado en esta fotografía de archivo del 4 de mayo de 1982, durante una ceremonia en honor a los compañeros asesinados cuando su barco fue atacado por el HMS Coventry de Gran Bretaña durante la Guerra de las Islas Malvinas que comenzó con la invasión argentina de las Islas el 2 de abril. – REUTERS
Incendio del destructor británico HMS Sheffield tras recibir el impacto de un misil Exocet lanzado por el ejército argentino.
Incendio del destructor británico HMS Sheffield tras recibir el impacto de un misil Exocet lanzado por el ejército argentino. – AP
Soldados británicos izan la bandera de Reino Unido en las Islas Malvinas.
Soldados británicos izan la bandera de Reino Unido en las Islas Malvinas. – AP
Una foto publicada el 27 de mayo de 1982 por el Ministerio de Defensa británico muestra cómo sus armeros preparan bombas para utilizarlas como parte de sus cometidos a bordo del HMS Hermes durante la crisis de las Malvinas. Londres admitió el 6 de diciembre de 2003 que los buques de guerra británicos durante la guerra de 1982 llevaron cargas de profundidad nuclear a una zona de exclusión alrededor de las Malvinas, pero no al área territorial de la isla.
Una foto publicada el 27 de mayo de 1982 por el Ministerio de Defensa británico muestra cómo sus armeros preparan bombas para utilizarlas como parte de sus cometidos a bordo del HMS Hermes durante la crisis de las Malvinas. Londres admitió el 6 de diciembre de 2003 que los buques de guerra británicos durante la guerra de 1982 llevaron cargas de profundidad nuclear a una zona de exclusión alrededor de las Malvinas, pero no al área territorial de la isla. – AFP
Llegada vía isla Ascensión del 2º y 3º batallón del Regimiento de paracaidistas a Inglaterra donde les espera el Príncipe Carlos y sus familias.
Llegada vía isla Ascensión del 2º y 3º batallón del Regimiento de paracaidistas a Inglaterra donde les espera el Príncipe Carlos y sus familias.
Manifestantes argentinos protestan contra la rendición de Argentina en el conflicto por las Islas Malvinas, en el exterior de la Casa Rosada en Buenos Aires, durante una reunión de la Junta Militar después de un acuerdo de alto el fuego alcanzado entre Gran Bretaña y Argentina el 14 de junio de 1982.
Manifestantes argentinos protestan contra la rendición de Argentina en el conflicto por las Islas Malvinas, en el exterior de la Casa Rosada en Buenos Aires, durante una reunión de la Junta Militar después de un acuerdo de alto el fuego alcanzado entre Gran Bretaña y Argentina el 14 de junio de 1982.
Manifestantes argentinos reunidos en la calle Florida para discutir las últimas noticias del conflicto anglo-argentino tras un «acuerdo de caballeros» entre los dos países en Puerto Stanley.
Manifestantes argentinos reunidos en la calle Florida para discutir las últimas noticias del conflicto anglo-argentino tras un «acuerdo de caballeros» entre los dos países en Puerto Stanley.
Manifestación en la plaza de Mayor de Buenos Aires contra la actitud del gobierno militar frente al problema de las Malvinas.
Manifestación en la plaza de Mayor de Buenos Aires contra la actitud del gobierno militar frente al problema de las Malvinas.
Autobuses ardiendo por los ataques de jóvenes contra el gobierno argentino en las proximidades del Congreso en Buenos Aires, tras haber sido contestados con gases lacrimógenos en una manifestación frente a la Casa Rosada.
Autobuses ardiendo por los ataques de jóvenes contra el gobierno argentino en las proximidades del Congreso en Buenos Aires, tras haber sido contestados con gases lacrimógenos en una manifestación frente a la Casa Rosada.
Un grupo de combatientes en Las Malvinas.
Un grupo de combatientes en Las Malvinas.
Supervivientes del ataque británico al buque argentino «José María Sobral», junto a los ataúdes de sus compañeros al llegar a Puerto Belgrano.
Supervivientes del ataque británico al buque argentino «José María Sobral», junto a los ataúdes de sus compañeros al llegar a Puerto Belgrano.

Malvinas: los misterios sin resolver de la guerra más cruenta para los letales paracaidistas ingleses

GUERRA DE LAS MALVINAS

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«¡Es la guerra! 40 buques preparados. Los paracaidistas, convocados». Con estas palabras del «The Sun» desayunaron los ingleses el 3 de abril de 1982, la segunda de las 74 jornadas a lo largo de las cuales se extendió un conflicto que enfrentó a la Argentina del dictador Leopoldo Galtieri y a la Gran Bretaña de Margaret Thatcher por el control de las Islas Malvinas. O Falkland Islands, como los británicos llaman a este pequeño archipiélago ubicado a 13.000 kilómetros de Londres. El diario se quedó corto. Al final, soltaron amarras en varias oleadas hasta un centenar de bajeles (entre ellos, tres submarinos atómicos) con la élite del ejército en sus tripas: los Royal Marines y los versados soldados aerotransportados.

No era una broma. Tras los dos meses y medio en los que la Guerra de las Malvinas mantuvo en tensión a la sociedad hubo que lamentar unos 700 fallecidos argentinos y casi 300 ingleses. En la prensa, las instantáneas de los combates aeronavales entre los Harrier y los Mirage tomaron las portadas. Sin embargo, el investigador español Francisco Cancio está convencido de que la Junta Militar de Galtieri no ansiaba entrar en conflicto con la todopoderosa Gran Bretaña cuando arrebató las Falkland al gobierno de Thatcher. Más bien, y según explica en declaraciones a ABC, pretendía hacer una demostración de fuerza y negociar con un país que, creía, estaba demasiado lejos para plantarles cara.

Pero no contaron con que la «Dama de Hierro» no podía mostrar debilidad ante la URSS y que aquel era un escaparate idóneo para lucirse ante el bloque del Este. Así lo corrobora Cancio en su nueva obra: «Enmienda» (editada con mimo por Robinson Librería Náutica). Una investigación de años en la que trata de desentrañar los enigmas que todavía existen sobre este conflicto y para la que ha contado con los testimonios de altos oficiales británicos como el brigadier Julian Thompson (comandante de las fuerzas terrestres durante la operación) o, entre otros tantísimos, el militar argentino Mario Menéndez. El resultado es un ensayo concienzudo, ameno y divulgativo destinado a que la sociedad entienda los claroscuros de un conflicto en el que la élite del ejército británico pasó su prueba más dura frente a los conscriptos latinoamericanos.

Comienza la guerra

A nivel oficial, y aunque Cancio dedica varios capítulos a explicar algunos antecedentes como el determinante incidente Davidoff, la Guerra de las Malvinas comenzó el 2 de abril de 1982, cuando dos centenares de soldados argentinos tomaron posesión de las Falklands, entonces bajo bandera inglesa. «¡Argentinazo: las Malvinas, recuperadas!», afirmó la prensa local. Thatcher llamó a la batalla y, a principios de mayo, la avanzadilla de una gigantesca armada, en la que destacaban dos portaaviones y tres submarinos atómicos, arribó a la región. El objetivo: desembarcar por el norte de la Isla Soledad (la más grande) y conquistar Puerto Argentino, donde estaba afincado el grueso del ejército enemigo.

La calma previa a la tempestad se extendió hasta el 2 de mayo, cuando los británicos hundieron el crucero argentino General Belgrano. Aquel desastre provocó la muerte de tres centenares de marinos e hizo que la Junta Militar tomara la decisión de volver a puerto y no salir de nuevo. A cambio, tomaron los cielos y, a golpe de caza, intentaron evitar que los ingleses pisaran tierra. En el marco de estas operaciones se produjo uno de los hechos más controvertidos del conflicto: el presunto impacto de un misil Exocet sobre el portaaviones HMS Invincible. Algo que el gobierno de Thatcher siempre negó. El 21 se produjo el desembarco y, tras dos cruentas contiendas en Pradera del Ganso Puerto Argentino, llegó la rendición el 14 de junio.

1-¿Cuál es la gran mentira que todavía está extendida sobre la Guerra de las Malvinas?

No creo haber identificado ninguna, pero si pongo en cuestión algunos tópicos. Quizá el más extendido es el que afirma que la decisión de hacerse con las Malvinas la tomaron los miembros de la Junta Militar desde la Casa Rosada con una copa de Brandy en la mano. No fue así. Argentina, con sus claroscuros, era un país organizado, con una cancillería y su política exterior. Se vio atrapada en un caos provocado por la cuestión Davidoff; la llegada a las Georgias del Sur, en posesión de los ingleses, de 39 obreros argentinos para desarmar unas factorías balleneras. Los británicos afirmaron que junto a ellos arribó un contingente militar que buscaba conquistar la zona. Eso desencadenó todo. Se creó un torbellino incontrolable que hizo que se aceleraran todos los planes sobre las Malvinas.

Francisco Cancio
Francisco Cancio

2-En su libro afirma que los argentinos no barajaron, en principio, el conflicto armado

Pensaban que, si no derramaban sangre inglesa, podrían entablar un proceso de negociación. Y no era una locura. En las dos primeras semanas estaban convencidos de que no habría guerra. Al ser dos islas, no hubiera sido descabellado que la ONU hubiese puesto un contingente de intermediación que administrase el territorio. O que diese una isla a cada país. Para los argentinos ya habría sido una victoria.

3-¿Por qué los ingleses enviaron toda su flota para reconquistar unas islas tan recónditas?

Hay un capítulo dedicado a ello. La versión oficial establece que fue herida la dignidad como nación de Inglaterra, que el territorio era británico y que había que recuperarlo. Pero hablamos de unas islas perdidas a 8.000 millas náuticas de Reino Unido y de solo 1.000 habitantes que se podían considerar súbditos de la corona en la región. ¿Eso justificaba el envío de toda la flota? Seguro que hubo algo más que, por el momento, no se ha admitido.

4-¿Qué podría ser?

Muchas cosas. Por ejemplo, la proyección que les ofrecían las islas hacia la Antártida. Existe un tratado en vigor por el cual nadie puede reclamar soberanía sobre ella hasta 2040. Pero, a partir de entonces, es un libro abierto. ¿Qué hacen los países? Tratar de preconsolidar derechos; y uno de los caminos es a través de las proyecciones antárticas de tu territorio. En el caso de Inglaterra, Malvinas.

También está el control territorial. Por entonces el mundo se comunicaba a través de los canales de Suez y Panamá, el Estrecho de Magallanes y el Cabo de Buena Esperanza. La Unión Soviética, que era un enemigo real en plena Guerra Fría, había tomado posiciones en dos de ellos a través de Angola, Etiopía y Somalia. Reforzar el control de las Islas, que daban acceso al Estrecho de Magallanes, podría ser otra posibilidad.

Otra de las más plausibles es la necesidad de dar una lección a los rusos. La interpretación que hicieron los soviéticos de la firmeza de la OTAN para alcanzar un objetivo complicado, como era expulsar a los argentinos, fue muy útil para Inglaterra. Los oficiales británicos de entonces confirmaban que se hallaban en una situación prebélica. Estaban en los años más tensos desde la crisis de los misiles de Cuba. El enviar el mensaje de “estamos dispuestos a luchar, estas son mis armas y esta mi capacidad logística” puede explicar la guerra.

Ataque al Invincible – F.C.

5-¿Por qué volvió a puerto la armada argentina tras la destrucción del Belgrano?

Margaret Thatcher reconoció que el hundimiento del crucero ARA General Belgrano fue un punto de inflexión fundamental para poder llevar a cabo el resto de las operaciones. Su siniestro, que coincidió con una diferencia de pocos días con la destrucción del ARA Alférez Sobral, evidenció dos capacidades frente a las que los argentinos no podían combatir.

La primera era el submarino atómico como amenaza invisible. Los ingleses tenían tres, lo que les otorgaba una capacidad de operación espectacular en términos de velocidad y autonomía. Los argentinos, por su parte, contaban con pocos medios de detección antisubmarina. Solo algunos “Neptune”, que pronto quedaron fuera de servicio por el exceso de uso y por su estado de conservación no óptimo. Al final, en la práctica, el Belgrano ni se enteró de que un sumergible le llevaba siguiendo tres días antes de ser hundido.

La segunda fue que, en un momento determinado, los argentinos empezaron a estar convencidos de que alguien les estaba observando desde el cielo. Existe mucha controversia sobre la observación satelital que los norteamericanos, parece ser, trasladaron a los ingleses. Personalmente estoy convencido de que fue así. ¿Por qué? Porque estamos hablando de los dos principales miembros de la OTAN. En una conferencia, el secretario de marina de la US Navy, John Lehman, nos confirmó que, en cuanto estalló el conflicto, Ronald Reagan le expuso: “Dile a Maggie que la ayudaremos en lo que haga falta, pero que, por favor, sin demasiados papeles”. Desde entonces, una buena parte del “staff” de la US Navy destinado en Londres pasó a centrar sus esfuerzos en las Malvinas. Pensar que los norteamericanos no redirigieron sus satélites para observar el área es un poco ingenuo.

6-Por el contrario, se ha extendido la idea de que la flota argentina se refugió en puerto por miedo…

Eso es algo que no se ha explicado bien. Se ha dado a entender que la armada argentina se achantó y se escondió. No fue así. Lo que no hizo fue sacrificarse inútilmente. Tras la destrucción del Belgrano, el almirante Anaya y el vicealmirante Lombardo llegaron a la conclusión de que no podían exponer ninguno de sus buques porque, en caso de hacerlo, serían atacados y hundidos. Ante esa evidencia, y ante el riesgo de que pudieran tener algún conflicto posterior con su enemigo secular, Chile, impusieron el sentido común. Prefirieron no lanzar acciones ofensivas porque sabían que los ingleses podían destruir sus unidades navales sin problema. Eso llevó a una decisión lógica: la flota a puerto, porque si está en el mar, acabarán con ella.

7-Otro de los mitos es el que habla del escaso entrenamiento de las fuerzas argentinas y de que solo el 5º Batallón de Infantería de Marina (BIM) estaba capacitado para hacer frente a la guerra.

Hay que ser muy cuidadoso con la gente que combatió. Es cierto que la mayor parte de las fuerzas argentinas desplegadas estaban integradas por conscriptos; pero no podemos desmerecer el esfuerzo y el sacrificio de los que estuvieron allí. Lo intentaron hacer bien, pero tenían en frente a los Royal Marines y a los paracaidistas británicos, primera línea de batalla del Reino Unido. El BIM 5, en todo caso, sí era una unidad muy profesional y con un porcentaje de suboficiales mayor.

Con todo, es cierto que había unidades especiales, de comando, de buzos tácticos… ¿Por qué no enviaron todo lo que tenían? Por dos razones. En primer lugar, porque no pensaban que iban a luchar. En los primeros 15 días del mes de abril se confiaron a una secuencia lógica de los hechos: he retomado las islas y negociaremos. Por otro lado, hubo una reserva de capacidad por un posible enfrentamiento con Chile que casi había acaecido en el 78.

gUERRA AÉREA EN LAS mALVINAS
GUERRA AÉREA EN LAS mALVINAS – f.c.

8-No pasaba lo mismo con la fuerza aérea…

Argentina tenía un modelo de fuerzas armadas muy poliédrico. Desde los 70 la armada era la mejor del continente, y los mismo pasaba con la fuerza aérea. Pero es entendible. Un piloto de caza nunca es un conscripto, es un profesional que ha dedicado mucho tiempo a formarse. Eran, por ello, expertos con años de entrenamiento a sus espaldas y muy hábiles. Los aviones A4 comenzaron a llegar en el 73. Los Mirage y los Dagger poco después. Es decir, que tuvieron una década para entrenarse con ellos.

La fuerza aérea fue un verdadero quebradero de cabeza para los ingleses, pero sus pilotos estuvieron muy comprometidos por la imposibilidad de usar la pista de aterrizaje en las islas. Debían partir desde el continente, y eso les dejaba una autonomía de operación de 3 o 4 minutos. En ellos debía identificar al objetivo, lanzar las bombas y volver. En caso contrario, se quedaban sin combustible. Si se enfrentaban a una patrulla de Harriers no tenían apenas tiempo. Pero eso no evitó que el número de buques dañados fuese altísimo.

9-¿Qué aviones utilizaba la fuerza aérea argentina?

Los A4 y los Dagger eran utilizados para el bombardeo naval. El problema era que los pilotos de fuerza aérea no se habían entrenado en este tipo de ataques. Estaban formados para lanzar explosivos desde altura y acabar con instalaciones de tierra firme como fábricas, no para hacer fuego sobre el mar. El Mirage era el interceptor; un aparato que les protegía cuando llegaban los Harriers británicos.

10-¿Harrier o Mirage, cuál fue el más letal?

Los Harrier partían con ventaja. En el combate disponían de un misil, el Sidewinder Lima, la última versión del Sidewinder americano, que les permitía disparar en oblicuo contra el contrario. El piloto no necesitaba ponerse justo detrás para hacer blanco. El Matra argentino tenía muchas más limitaciones. Por eso el nivel de éxito inglés fue altísimo, porque siempre daba en el blanco. Si a esto le sumas que unos salían directamente de los portaaviones y otros solo tenían cuatro minutos para luchar (lo que les estresaba mucho), el resultado es obvio.

Soldados argentinos caminan el 13 de abril de 1982 para ocupar la base de los Marines Reales capturados en Puerto Argentino

11-¿Una vez que desembarcaron… cómo de letales eran los paracaidistas y los Royal Marines británicos?

Todos los ejércitos del mundo tienen su orden de batalla. Cuando estalla un conflicto está establecido qué unidades serán las encargadas de combatir para tratar de frenar al enemigo. Los Royal Marines y los paracaidistas eran el primer orden de batalla de las fuerzas armadas del Reino Unido. Eran una fuerza profesional que había estado en combate en el Ulster. Eso les había dado un sentimiento de equipo y una experiencia increíbles. No se le puede exigir lo mismo a una fuerza que lleva cinco años unida, que una que es conscripta y lleva ocho meses compartiendo barracón.

La prueba palmaria de la importancia de esas fuerzas fue que, cuando los ingleses enviaron a la 5ª Brigada, la cual no pertenecía al primer orden de batalla, sus hombres cayeron derrengados al tercer día ante las exigencias del mando. Los paracaidistas, por ejemplo, anduvieron 80 kilómetros (desde bahía de San Carlos hasta Puerto Argentino) con unas mochilas que pesaban una barbaridad. El resto no pudo seguir el peso de la marcha.

12-¿Podían los argentinos haber resistido los asaltos ingleses?

Nadie discute que, en un golpe de mano, los argentinos podrían haber retrasado el avance en tierra, pero el frente era muy amplio y Thompson lo tenía muy controlado. Como ellos admitieron después, consiguieron la victoria en el mismo momento en el que pusieron un pie en tierra. A partir del 21 de mayo el combate estuvo muy condicionado porque los defensores no podían reforzar sus fuerzas por mar.

El mismo Thompson me confirmó en una entrevista que los Royal Marines y los paracaidistas tenían la situación controlada y que la 5ª Brigada, que llegó después, era innecesaria. Sin desmerecer a los argentinos, que se dejaron la piel y combatieron de forma muy inteligente.

13-¿Y si los ingleses no hubiesen pisado las islas?

Si no hubieran llegado a tierra las cosas sí habrían podido cambiar. El ejemplo más claro fue el incidente del buque de transporte Sir Galahad, que fue hundido por la fuerza aérea argentina el 8 de junio y provocó 53 bajas. Otro más de esos y quién sabe si la opinión pública podría haber rechazado aquella “guerra extraña” que no entendían. Cuando hablas con los ingleses, muchos te dicen que pensaban que las Malvinas eran unas pequeñas islas al norte de Escocia. Hay un contrasentido entre ese despliegue y la percepción de la sociedad. El ciudadano no entendía por qué se hacía ese despliegue. Si hubiera habido otro desastre al gabinete Thatcher le hubiera costado explicar qué estaba haciendo.

Incendio del destructor británico HMS Sheffield tras recibir el impacto de un misil Exocet lanzado por el ejército argentino

14-El otro gran misterio es el del hundimiento del HMS Invincible. ¿Qué ocurrió con él?

Es el más llamativo. Tenemos a los ingleses, que niegan el hundimiento, y a dos pilotos argentinos (Gerardo Isaac y Ernesto Ureta) que vieron el impacto del misil. Al margen de la contradicción, la realidad es que, durante 40 años, no ha habido testimonios británicos de peso que hayan confirmado que el buque recibió daño. Solo un marino cuya declaración tiene cierta falta de credibilidad.

También es real que todos los misiles que habían lanzado hasta entonces los argentinos habían dado en el blanco. Eso nos hace pensar que, si es cierto que hicieron fuego, es muy probable que impactaran contra el portaviones. Es sospechoso que el barco, además, volviera más tarde que el resto, y como nuevo, a Gran Bretaña. No seré yo quien afirme categóricamente que fue tocado, pero alguna solución hay que darle. Hasta que se liberen los archivos soy partidario de que, en efecto, el misil golpeó, le hizo un agujero al buque, explotó en el hangar (que estaba protegido contra incendios) y los marineros pudieron extinguir el fuego.

15-¿Y por qué habrían ocultado los hechos?

Puede ser que silenciaran el ataque para no volver a agitar a la sociedad. Al fin y al cabo, ya tenían a las tropas en tierra y, si se hubiera conocido, no sabemos si podría haberse forzado una retirada. A partir de ahí fueron rehenes de su decisión. Pero es solo una tesis. Lo que no comparto son las teorías que afirman que fue hundido o que se construyó un barco nuevo para reemplazar al Invincible. Eso es conspiración.

16-¿Fue Pradera del Ganso la batalla más cruenta?

Fue un experimento de tienta. Los ingleses no conocían a su enemigo, lo probaron y se percataron de que no iban a entregar las islas sin combatir de forma dura. Desde esa batalla, los británicos no volvieron a combatir de día. Lo hicieron de noche, aprovechando su preparación y sus medios, para disminuir la cantidad de bajas. Allí combatieron los paracaidistas y tropas de primerísimo nivel. Unidades muy compactadas a raíz de la guerra del Ulster. Pero los argentinos se lo hicieron pasar muy mal.

Soldados británicos izan la bandera de Reino Unido en las Islas Malvinas.
Soldados británicos izan la bandera de Reino Unido en las Islas Malvinas.

17-¿Cómo nació este libro?

El origen del libro se encuentra en casa. Mi padre era un apasionado de la historia naval. De cuatro hermanos, yo fui el que captó esa afición desde muy pequeño. Por eso, cuando estalló la Guerra de las Malvinas y descubrimos a aquella gigantesca armada inglesa dirigiéndose hacia las islas con todos sus portaviones y su flota de escolta, quedamos perplejos. Después de la Segunda Guerra Mundial, las contiendas que se habían dado nunca enfrentaron a un país occidental contra otro. Malvinas era algo diferente.

Aquello me sedujo mucho y, poco a poco, fui comprando libros sobre el tema, investigando… Me resultaba intrigante porque la guerra tenía mucho de enigmático. Había una infinidad de áreas difíciles de entender. Ya de mayor le quise dar una vuelta de tuerca y asistí a un congreso en Inglaterra sobre el tema. Me metí poco a poco en él hasta que surgió la posibilidad de viajar a Argentina, donde había estado durante el servicio militar de joven.

En ese viaje me propuse escribir el libro, que en principio iba a ser el fruto de la investigación que realizara. Pero me di cuenta de que podía contar algo más. Y ese algo fue “Enmienda”: una revisión de algunas cuestiones de la guerra que se consideran como inmutables, pero todavía plantean dudas. Temas como el “stock” de misiles Exocet (¿por qué solo había cinco?) o la retirada de la armada argentina a puerto. Eran cosas que había que preguntar.

18-¿Cómo llevó a cabo la investigación?

Hice una extensa investigación de campo. Tuve suerte porque muy buenos amigos me ayudaron a llegar a personajes como el ya fallecido Menéndez, Lami Dozo (el único miembro vivo de la junta militar cuando estuve allí) o el vicealmirante Lombardo (al mando del teatro de operaciones durante buena parte del conflicto). Entrevisté a muchos protagonistas. No solo altos mandos, sino marinos, pilotos, diplomáticos…

Toda esa información la combiné con la parte inglesa. Al principio costó bastante conocer a militares británicos, pero, al final, rompí la corteza y contacté con protagonistas destacados como Thompson, el principal mando de operaciones terrestres, y otros tantos. En contra de lo que la gente piensa, una vez que dieron luz verde fueron muy transparentes y amables. Me ofrecieron todo su tiempo. Eso enriqueció muchísimo la obra, que hoy ve la luz gracias al loable compromiso de Robinson Librería Nàutica por estimular la publicación de todo cuanto tenga que ver con el mar y su historia. Les estoy también muy agradecido.

VIDEO: Dos grupos de pingüinos saltarines se detienen ‘a charlar’ y uno distraído se va con el grupo equivocado

Publicado:20 ene 2021 06:46 GMT

Los internautas se divirtieron con las imágenes que se viralizaron en redes sociales.

Un video en el que dos grupos de pingüinos se cruzan cerca de la costa y parecen detenerse a conversar se ha viralizado en la Red.

La grabación, de unos 30 segundos, fue obtenida en las islas Malvinas por Andrea Barlow, directora del Museo Falkland Islands Museum and National Trust. En las imágenes se puede ver a la izquierda a un grupo de pingüinos saltarines que se dirige hacia al mar y a la derecha otro grupo un poco más pequeño que parece alejarse del agua rumbo a su colonia.

Cuando los dos grupos se cruzan, se mezclan entre ellos en lo que parece ser una charla de intercambio de información. Un momento después, los dos grupos de pingüinos siguen su camino, aunque un ejemplar parece confundirse de grupo, lo que hace que otro también lo siga.

«Me encanta la conversación que tienen cuando se conocen… ¡Y el pingüino confundido al final!», escribió Barlow en su publicación.

Las divertidas imágenes llamaron la atención de muchos internautas. «Me gusta el final, cuando uno de ellos olvida que va a pescar y se une al grupo equivocado», comentó un usuario.

Alguien con un poco más de imaginación y habilidades de edición le agregó un divertido diálogo a la escena. «Todos vamos a la playa», es lo que parecen decir los pingüinos que se dirigen al mar dando saltos.

Desclasifican documentos secretos sobre la Guerra de Malvinas

actualidad.rt.com/actualidad/guerra-psicologica-malvinas-argentina

Publicado:8 ago 2017 16:34 GMT

Los ingleses distribuyeron panfletos e instalaron una emisora de radio para desmotivar a sus rivales sudamericanos en las islas.

Desclasifican documentos secretos sobre la Guerra de Malvinas
Los soldados argentinos colocan un mortero durante la Guerra de Malvinas entre Argentina y Gran Bretaña, en abril de 1982. Eduardo Farre / Reuters

El Ministerio de Defensa británico desclasificó documentos secretos sobre su actuación en la guerra de Malvinas de 1982, donde se revelan distintas acciones efectuadas para afectar psicológicamente a los soldados argentinos que arribaron a las islas, informa el sitio especializado Psywar

En aquel entonces, Argentina estaba gobernada por una dictadura militar en el marco regional del Plan Cóndor, coordinado por Estados Unidos. Establecer su soberanía en las islas, que le corresponde por su ubicación geográfica, era la última oportunidad para legitimar su autoridad en la población local. Tras la derrota del ejército en una batalla desigual, la caída de las Fuerzas Armadas del poder y el retorno a la democracia en 1983 fueron inminentes. 

Frente a las precarias milicias argentinas, se encontraban las sofisticadas fuerzas inglesas, que también debían aumentar los índices de aprobación de su mandataria Margaret Tatcher, resistida en la clase trabajadora, y encontraron en el enfrentamiento bélico una situación perfecta. En la batalla murieron 649 argentinos y 255 británicos.

Un soldado argentino vigila una base aérea en Puerto Argentino durante la Guerra de Malvinas entre Argentina y Gran Bretaña, en abril de 1982. Eduardo Farre / Reuters

Los ingleses no pelearon solo con balas: para garantizar su victoria aplicaron una «psywar» (guerra psicológica), en la cual distribuían panfletos intimidatorios e instalaron una señal radial cuyo público objetivo era el ejército visitante. 

Los folletos

«Soldados de las fuerzas argentinas: Están ustedes completamente a solas. Desde su patria no hay esperanza de relevo o ayuda. Prontamente caerán sobre ustedes todos los rigores de un invierno cruel y despiadado y la armada argentina no está en condiciones de suministrarles los víveres o refuerzos que ustedes tanto necesitan», expresa uno de los panfletos.

Y añadieron más sentimientos negativos para desmoralizar al inexperto ejército rival: «Sus familiares viven con el tremendo terror de que nunca los volverán a ver». En otro fragmento se lee: «No es justo que con sus vidas paguen ustedes las tortuosas ambiciones de esta loca aventura mal vista por el mundo entero». Según las informaciones oficiales, se imprimieron unos 12.000 folletos.

El personal militar argentino de la Compañía 601 se prepara para abordar un helicóptero en el Estrecho de San Carlos, durante la Guerra de Malvinas entre Argentina y Gran Bretaña, en mayo de 1982. Eduardo Farre / Reuters

Sin embargo, el más controversial de todos incitaba a que los sudamericanos se retiren voluntariamente: «El soldado que porta este pase ha señalado su deseo de no seguir peleando. Se le tratará estrictamente de acuerdo a lo estipulado por la Convención de Ginebra y deberá ser evacuado del área de operaciones lo más pronto posible», dice. También agregaban que «se le suministrará alimentos y tratamiento médico de ser necesario y después será internado en un lugar de albergue donde esperará su repatriación».

Además, se destaca un escrito donde se le solicitó al Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Argentinas, Mario Benjamín Menéndez, que decline su incursión. El texto está firmado por John Forster Woodward, Comandante en Jefe de las Fuerzas Británicas en aquel entonces: «No existe posibilidad alguna de que sus fuerzas reciban ayuda o socorro», señala el histórico comunicado.

«Ahora las cosas han llegado al punto que hacen necesario que ponga en tela de juicio la justificación de continuar resistiendo fuerzas tan abrumadoras», puede apreciarse, y puntualmente pide: «Es usted que tiene que decidir respecto al bienestar suyo personal, la de sus fuerzas y de la población civil».  

Según los archivos desclasificados y citados por el portal, la iniciativa formaba parte de la ‘Operación Corporate’, donde el gobierno británico le encargó al Grupo Especial de Proyectos (GEP) la misión de debilitar a los soldados argentinos desplegados en Malvinas. 

La antena de la BBC que participó en la guerra

En la información también se destaca la instalación de la Radio Atlántico del Sur (RADS), que transmitía en español y buscaba desmotivar a los jóvenes latinoamericanos.

Abatidos soldados argentinos almuerzan en Royal Marine Bases, en 1982. Daniel Garcia / AFP

Sin embargo, no cumplió su objetivo ya que el acento utilizado no era el habitual usado por los soldados, que pocas veces escuchaban la radio y si lo hacían, optaban por transmisiones típicas de su tierra. Para realizar las emisiones se utilizó una antena de la BBC en la isla Ascensión del Océano Atlántico -también dependiente del Reino Unido-, aunque la cadena sostiene que se opuso a ello.

En los archivos se evidencia que el 28 de abril de 1982 se propuso que un transmisor de la cadena londinense reproduzca cuatro horas diarias de emisiones preparadas especialmente desde el Reino Unido para las Islas Malvinas. El 18 de mayo de ese año, el proyecto fue aprobado por el Consejo de Ministros y la primera señal se escuchó el 19 de mayo, según cita la página especializada. 

Colonialismo inglés

La ocupación inglesa en las Islas Malvinas es histórica, según el experto Mario ‘Pacho’ O’Donnell data de 1833, y el reclamo argentino por su soberanía fue mutando a través de los años. Tras la improvisada invasión armada impuesta por un gobierno de facto, los pedidos de diversas administraciones democráticas avanzaron por las vías diplomáticas. 

Sin embargo, los años pasaron y las autoridades británicas siempre se han mostrado firmes: a pesar de estar a 12.382 kilómetros, no le devolvieron el territorio a la Argentina, cuyas costas están a tan solo 464 kilómetros. En junio, la ONU instó al Reino Unido a reanudar las negociaciones bilaterales con Buenos Aires para destrabar la disputa. Además, los habitantes del lugar se muestran reacios a que las islas sean controladas por el país sudamericano.  

Los médicos del coloso «Bravo Uno», el buque hospital que en Malvinas intercambió heridos y donó sangre argentina al enemigo

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PorLoreley Gaffoglio24 de Agosto de 2019

La alerta del naufragio irrumpió a la altura de Comodoro Rivadavia. Era la madrugada del 3 de mayo. Los vientos huracanados con olas de 8 metros como azotes de concreto tornaban la derrota en una auténtica pesadilla. Había urgencia, desazón y espíritu de cuerpo. El Bravo Uno emprendía su bautismo sanitario tras la masacre: debía socorrer a los náufragos y atender a los heridos del Crucero General Belgrano.

La primera comunicación a bordo tronó en los altoparlantes como imperativo de supervivencia. El comandante Ismael García le ordenaba a la tripulación recién embarcada -28 oficiales médicos, entre cardiólogos, cirujanos, traumatólogos, radiólogos y anestesistas junto a 58 suboficiales enfermeros- permanecer en las cubiertas superiores. Todos debían moverse por arriba de la línea de flotación del casco.

En aquel hospital flotante la amenaza no eran los latigazos de un mar 7, sino el acecho de los submarinos nucleares británicos. El ARA Bahía Paraíso podía ser otra presa fácil. Un tiro al pato de torpedo; otro estrago.

Hacía solo tres meses que se había estrenado para cumplir un propósito distinto: arrimar la logística y a la gente a las 7 bases argentinas del continente blanco. Había nacido en los astilleros de La Boca como imponente transporte polar y en su primera campaña antártica ya había cruzado con éxito dos veces el Círculo Polar.

El casco lucía todavía su color original: un naranja estridente, aunque ahora revistiera como buque hospital. Al igual que se hermano mayor, el rompehielos ARA Irízar, que cumplió idénticas funciones en Malvinas, al comienzo lo identificaron con seis cruces rojas pintadas de apuro para evitar las bombas y los torpedos. Pero el Bahía Paraíso había sido especialmente reconvertido por ingenieros navales en tiempo récord para desplegar funciones sanitarias en combate. Sin artillería, se lo vació de pertrechos bélicos. Aunque aún le restaba la aprobación oficial de la Cruz Roja Internacional para que operara sin riesgos al amparo de la Convención de Ginebra.

El B1 (Bravo Uno), tal las siglas «esculpidas» en su casco, era fácilmente detectable en aguas abiertas. Su actuación en el mar austral desconcertaba al enemigo: venía de apoyar la recuperación de las Georgias del Sur como buque de guerra y de trasladar a los prisioneros ingleses -22 Royal Marines y 14 científicos- desde Grytviken hasta Tierra del Fuego.

Pero lo cierto es que el noble coloso -130 m de eslora- se estrenaba como el primer hospital flotante de América Latina. Aún en el mar, podía competir a la par del más renovado de los hospitales porteños: fue acondicionado con tres quirófanos de alta complejidad, una gran sala de terapia intensiva, otra de cuidados intermedios, una amplia enfermería, laboratorio, Rayos X y podía albergar en sus bodegas, preparadas como sala de internación, hasta 320 heridos.

La hazaña para equipar de cero al buque hospital fue un trabajo mancomunado de enfermeras, enfermeros y médicos navales que durante jornadas de 17 horas trabajaron a la par. Ellas cargaban entre dos por las planchadas los tubos de oxígeno, las mesas de cirugía, los respiradores y el resto de los equipos.

Cuando todo estuvo listo para zarpar, sobrevino la frustración. A las 30 enfermeras navales las desembarcaron. «Quizás fue para protegerlas. Íbamos a una guerra pero con la misión de producir altas médicas y no bajas. Pero todos nos conmovimos cuando las bajaron. Ellas eran indispensables. Y a nuestro plantel de cirujanos su ausencia nos provocó un gran trastorno. No contábamos con instrumentadoras ni personal capacitado en la esterilización. Las mesas de cirugía al principio fueron un caos y en distintas oleadas debimos instruir en altamar a los cabos enfermeros para que las suplieran».

El que recrea la operatoria de la Sanidad en Combate -todo un capítulo relegado de la Guerra de Malvinas-, es el actual jefe del Departamento de Cirugía Plástica del Hospital Pirovano, el doctor Carlos Bertini. Tandilense, con 28 años, el entonces teniente de fragata, cirujano general, cumplía el rol de clasificar heridos en uno de los dos puestos de recepción del buque hospital: el hangar de los helicópteros Puma.

La dimensión de la tarea de un equipo médico cuyo promedio de edad no superaba los 25 años, fue titánica: durante el mes de su actuación, en cuatro viajes sucesivos desde el continente hacia el archipiélago, el Bahía Paraíso atendió a un total de 231 pacientes. De ellos, 129 fueron heridos en combate recogidos en distintos puntos de las islas. Otros 94 trasbordados desde el buque hospital inglés HMS Uganda, que operaba secundado por tres navíos ambulancias.

Bajo los estruendos de los bombardeos, el Bravo Uno socorrió a los náufragos del mercante Río Carcarañá y del ARA Bahía Buen Suceso. Su equipo médico realizó a bordo 203 curaciones, 23 cirugías generales, 29 cirugías traumatológicas, 6 amputaciones.

También al finalizar la guerra le tocó otra misión ingrata: evacuar, abrigar y contener a 1984 combatientes, en su traslado hasta Puerto Belgrano.

Esos fríos números le valieron al buque y a su tripulación la condecoración por Operaciones en Combate. Y la invitación, años después, para que el jefe de Sanidad, el capitán de corbeta y cirujano general, Pascual Pelicari, y el comandante del buque, el capitán Ismael García, compartieran su experiencia en Inglaterra y Estados Unidos.

El Belgrano, un antes y un después

«De todos los sucesos que vivimos, el que nos marcó para siempre fue el rescate de seis balsas con 72 sobrevivientes y 18 cuerpos de la tripulación del ARA Belgrano. La muerte es natural para un médico, pero ellos eran nuestros camaradas de armas y ofrendaron lo más sagrado: su vida por la Patria», comienza a relatar Bertini.

«Llegamos dos días después del hundimiento porque veníamos de Comodoro Rivadavia. Los aviones Neptune sobrevolaban por sectores y nos marcaban las posiciones dispersas de las balsas. Estábamos a mitad de camino entre la Antártida y la Isla de los Estados. Las balsas se habían derivado muchísimo por la tormenta y las corrientes marinas. Las primeras 24 horas fueron de una emoción muy difícil de describir, cuando las divisábamos y los socorrían los buzos tácticos. Había heridos, quebrados, quemados y empetrolados y todos padecían principios de hipotermia. El reencuentro con ellos era a puro abrazo y llanto«.

Al médico hay un primer recuerdo que aún lo desgarra: al segundo día de rescate, el 6 de mayo, en las balsas sólo hallaban muertos.

Sucedía en las que menos tripulantes había porque el calor humano fue una de las claves de supervivencia. Pero la escena más estremecedora sucedió apenas clareaba: «Arriba del techo naranja de la balsa, vimos a un camarada, el guardamarina Gerardo Sevilla, aferrado a su linterna, todavía encendida. Al acercarnos, fue devastador porque tanto él como los otros compañeros dentro, todos habían muerto de hipotermia. Fue una escena que superó la tragedia. Primero porque con nosotros venía el teniente contador Fernando Ismael Santos, uno de sus compañeros de promoción que enseguida lo reconoció al verlo. Luego, porque concluimos que en la noche, Sevilla claramente nos veía y con sus últimas fuerzas nos hacía señales con su linterna. Y así murió el guardiamarina: peleando esperanzado por su vida».

-¿Cómo se elaboran esas vivencias?

-No se elaboran, dejan marcas. Porque hay formas y formas de morir. Queda el respeto de los que lo hicieron con gloria. Esos 18 cuerpos que nosotros trasladamos hasta Ushuaia para que fueran entregados a sus familias. Y lo hicimos con un cuidado reverencial. En algún artículo leímos con asombro el disparate de alguien que dijo que el Bahía Paraíso arrojaba los cuerpos al mar, cuando fui yo, entre otros tantos médicos, el encargado de acondicionarlos. Hay detalles que es mejor ahorrarse… Pero estuvimos varios días implementando un sinnúmero de métodos hasta que por fin pudimos entregarlos, ya que venían en posición fetal, con rigor mortis, alojados en la cámara frigorífica. Me parece importante aclarar este punto para que no hayan dudas: después de nuestro trabajo de identificación y registro, vino la policía forense para completar las huellas dactilares y una empresa mortuoria se encargó del traslado de los cuerpos y entrega a los familiares. Pongo mucho énfasis en esto porque para todos nosotros ellos fueron los primeros héroes que vimos en vivo y en directo.

-¿Cómo continuaron las tareas de sanidad?

En Tierra del Fuego se embarcaron dos veedores europeos de la Cruz Roja e impusieron que el buque se pintara íntegramente de blanco con las cruces reglamentarias. Y eso fue un alivio porque el riesgo de un ataque, en un buque en continuo movimiento disminuía. De todas formas en el primer viaje ya directamente hacia Puerto Argentino, dos helicópteros Sea Lynx nos rodearon. Uno a popa y otro a proa y por radio en español nos ordenaron: «Detengan su marcha. Inspección». Descendieron ocho británicos fuertemente armados y nos requisaron durante horas todo el buque de punta a punta buscando armamento. Ellos sabían que el Bahía Paraíso había trasladado tropa a las Georgias, que estaba artillado con fuego antiaéreo y ahora reaparecía convertido en buque hospital. Les llamó la atención la cantidad de víveres que transportábamos, suficientes para abastecer a 10.000 hombres durante un mes. Pero a partir de ese ok, empezamos a ir y venir del continente a Malvinas.

-¿Cómo se organizó el trasbordo de heridos?

-Se estableció un área neutral de encuentro con el Uganda, el buque hospital inglés y esa estrategia fue luego incorporada como protocolo por la Cruz Roja en una de las dos adendas con la que contribuyó nuestro buque. La otra fue de identificación electrónica subácua. Hubo tres contactos directos con al menos dos intercambios de heridos que se combinaron por radio. Nosotros íbamos en el helicóptero Puma y nos ocupábamos del traslado. Del primero participé yo. Después de los combates en Darwin ellos tenían muchos heridos nuestros. También habían rescatad a pilotos nuestros abatidos por misiles y Harriers. Por la Convención de Ginebra los buques hospitales deben asistirse mutuamente. El trato con los médicos ingleses fue de extrema colaboración. Incluso ellos nos hicieron un recorrido por sus instalaciones sanitarias. Antes nos habían pedido asistencia en medicamentos. Les dimos lo que requerían: Valium y Epsilon, que es un tipo de coagulante. Pero lo más llamativo fueron los 100 dadores de sangre argentina que les entregamos porque ellos no tenían cómo abastecerse. Siempre me lo preguntan… y digo que sí, a algunos heridos ingleses los salvó la sangre argentina.

 -¿El Bravo Uno operó a algún inglés?

-No que yo recuerde mientras fuimos buque hospital. Antes, al regreso de las Georgias, sí se intervino en un brazo a un marine.  Lo hizo un colega cirujano traumatólogo. El marine no se quería dejar operar por un médico argentino. Se le trasmitió la gravedad del cuadro a su jefe, ya que el brazo se le iba a gangrenar y corría riesgo de que se lo amputaran. El superior le ordenó que se dejara intervenir. Años después, agradecido, el inglés invitó a mi colega a Londres. Nosotros hacíamos distintos recorridos por las islas e íbamos embarcando a nuestros combatientes heridos. Tanto del hospital de Puerto Argentino, como de Bahía Fox, Puerto Howard y Bahía Elefante. También dejamos un médico nuestro en la isla Borbón. Hubo también atención psiquiátrica dentro del buque y algunos casos, pocos, por desnutrición. Pero la verdad es que a nosotros, en términos logísticos, nunca nos faltó nada. Incluso, cuando quisimos desembarcar más alimentos en Puerto Argentino nos dijeron que no era necesario. El problema era los lugares a los que por el aislamiento de los combates, los víveres no llegaban.

-¿Qué fue lo más estresante de su tarea?

-Al margen de lo del Belgrano, el bombardeo aeronaval permanente a la pista de Puerto Argentino. Porque como teniente de fragata médico en la guerra, yo cumplía la misión para la que estaba preparado. Y tampoco tuvimos ningún fallecido. Pero por los bombardeos uno podía entender el estrés de nuestros combatientes. En su mayoría, comenzaban a las 12 de la noche y cada 15 minutos hasta las 3 o 4 de la madrugada la artillería inglesa no les daba tregua a las posiciones argentinas. Era una manera de desgaste psicológico. Nosotros teníamos prohibido desembarcar. Y había una ventana acotada de tiempo para traer a los heridos. Eso se hacía en un 80 % con los helicópteros o con los pequeños buques del Apostadero como el Yehuín que se amadrinaba al nuestro. En el segundo de los viajes a Puerto Argentino un misil antirradar inglés pegó delante de nuestra proa. El radar Malvinas había apagado su circuito y el misil perdió el rumbo.

-¿Nunca pudo desembarcar en las islas?

-Teóricamente, no. Pero sí lo hice, subrepticiamente, casi como «polizón». Nunca me hubiera perdonado no pisar Malvinas con el pabellón argentino flameando. Lo pude hacer y ese orgullo no me lo saca nadie. Por la noche, en una de las barcazas un camarada, Osvaldo Cidale, nos llevó a un cardiólogo y a mí a Puerto Argentino. Fue además un día histórico porque la gente del Apostadero estaba eufórica: habían lanzado desde una plataforma totalmente improvisada en tierra uno de los misiles Exocet mar-mar que terminó averiando a la fragata Glamorgan.

-¿Cómo se vivió la rendición?

-Nosotros estábamos en el continente y había una desazón generalizada. Fuimos hasta Puerto Groussac para embarcar a 1660 compatriotas prisioneros. Ahí me quedó grabada a fuego la imagen de un conscripto al que asistí y le procuré los elementos de aseo necesarios para que se diera una ducha caliente. No recuerdo su nombre, pero lo vi debajo de la ducha aferrado con una mano a la taza de mate cocido y con la otra a la galleta marinera que hacía nuestro panadero, Alberto Herrera. «Date la ducha tranquilo. Acá hay de todo. No te preocupes, que vas a poder comer», le dije. Y se me deshizo el alma porque me respondió: «Pero doctor, ¿sabe hace cuánto que no como un pedacito de pan así?».  Donde él estaba no llegaba la comida. Y eso, en parte, fue porque los kelpers informaban sobre las posiciones argentinas, que luego eran emboscadas. El aislamiento y la desesperación a lo último eran tales que según me contaron mis colegas médicos en Puerto Argentino, hubo comida trasladada en ambulancias.

-¿Regresó a las islas?

-Sí, dos años atrás. Necesitaba cerrar ese círculo. Porque la falencia que yo tenía, era que si bien había vivido todo y recibido a los heridos, no había estado en el frente de batalla. En el lugar de la lucha cuerpo a cuerpo de nuestros soldados. Soy amigo personal de un exconscripto, Víctor Villagra-coordinaror hoy en el Gobierno de la Ciudad de un sistema de salud para veteranos de Malvinas- que había estado con los infantes de marina. Viajamos 11 infantes de la Compañía de Ametralladoras 12,7 que pelearon en Monte Tumbledown, Dos Hermanas, Monte Harriet y London. Recorrimos cada uno esos lugares y en cada pozo de zorro nos abrazamos y lloramos. Era una mezcla de euforia, de alegría y de tristeza. Porque esa es la sensación, creo yo, de los que estuvimos en el 82. No conozco ningún excombatiente que no sienta orgullo por haber estado allí. Por mi parte, yo puedo morir tranquilo.

En enero de 1989, el ARA Bahía Paraíso sucumbió en las gélidas aguas antárticas. Frente a la base estadounidense Palmer, en el continente blanco, una piedra desgarró su casco hasta la agonía. Había vuelto de Malvinas para seguir cumpliendo con su misión: el abastecimiento de las bases antárticas argentinas.

«Fue un buque de una nobleza singular», lo recuerdan hoy sus tripulantes. Se hundió lentamente sin lamentar víctimas una insignia de la entrega en Malvinas y un noble buque antártico.

La «unidad olvidada» de la Guerra de Malvinas

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PorLoreley Gaffoglio22 de Julio de 2018

Algunos suboficiales del Apostadero Naval Malvinas delante del mástil de la unidad

El clima festivo invade una mesa interminable. Es tan larga que ocupa casi todo el salón de la pizzería Santa Mónica, a pasos del Congreso. Cada año la atiende con esmero el mismo mozo: Rubén Ruiz. Las banderas argentinas se entrelazan en el techo como si fueran guirnaldas y entre pizzas, vino, cerveza y fainá sobrevuela un conmovedor espíritu de camaradería.

Los miembros del Apostadero Naval Malvinas en su cita anual de reencuentro el 20 de junio pasado

Aunque el número de la cofradía varía año a año, la cita esta vez reúne a unos 40 comensales, cuyas edades van desde los 56 a los 85 años. El grupo forjó una identidad a partir de la guerra; traumática para algunos, desafío de resiliencia para el resto. Ese vínculo imperecedero hace años deshizo jerarquías, desdibujó extracciones sociales, distancias geográficas y pertenencias políticas. Es un lazo de «hermandad a prueba de los bombardeos del olvido» y se renueva cada 20 de junio desde hace 36 años. La fecha remite a la noche aciaga de 1982 en que el grueso de la dotación del Apostadero Naval Malvinas (ANM) regresó bajo las sombras al continente: la mirada gacha hacia el piso, el paso acelerado directo hacia los micros y una vez allí, los cuerpos vencidos en los asientos, con la advertencia de no saludar por las ventanillas ya que nadie iría a recibirlos.

«Había que ocultar la derrota y ese fue un imperativo político. Aplaudimos cuando el avión tocó tierra en Ezeiza – relata a Infobae el ex conscripto Gabriel Asenjo, alias «el Pájaro»—. ‘¿Por qué aplauden? Vienen de perder una guerra‘», los disciplinaron desde la cabina. Desde entonces, esa fecha, coincidente con el Día de la Bandera, potenció su carga simbólica y fraguó la experiencia ambivalente de una guerra que —dicen— sólo ellos comprenden. El tiempo maceró los horrores y hoy observan esa contienda desde el capital humano que les dejó «y no desde lo que nos quitó».

Incluso los que se reconocen afectados por estrés postraumático (PST), como el entonces cabo primero Guillermo Ni Coló, abogado que hace 34 años trabaja en el Congreso, hablan de Malvinas «como una experiencia maravillosa». La gente del Apostadero parecería ser una casta aparte. No se escuchan recriminaciones ni señalamientos a sus jefes. Por el contrario, cada uno le asigna a su superior inmediato un rol paterno, con grandes dosis de afecto; algo raro y pocas veces escuchado entre unidades de ex combatientes.

Ni Coló fue uno de los siete tripulantes de la goleta Penélope. Confiscada a los kelpers, transportaba soldados, alimentos y armamentos y se movía por las caletas y ensenadas soportando bombardeos navales y sin artillería propia. «Es el asombro del todo el mundo lo que hizo ese barco. Y no se puede tener en la vida lo que nos dio eso, que es mucho amor, solidaridad, amistad y compañerismo incondicionales que nos sirvieron para la vida. El lazo de sangre y hermandad que tengo con ellos es único. Si bien fue una guerra que me marcó psicológicamente, rescato la parte positiva», dice Ni Coló.

Lo que prevalece en el grupo es una necesidad intestina por contar una historia común desde el caleidoscopio de la vivencia propia. Una historia que durante mucho tiempo la gran mayoría reservó para sí.