Malvinas, la guerra inútil de los 1.000 muertos

30 ANIVERSARIO

El 14 de junio de 1982, Margaret Thatcher comparecía en el Parlamento británico para informar de la rendición de Argentina y el fin del conflicto, que le valió su reelección

ISRAEL VIANA MADRID Actualizado:14/06/2012 15:42h

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El 14 de junio de 1982, Margaret Thatcher comparecía en el Parlamento británico para informar de la rendición de Argentina y el fin del conflicto, que le valió su reelección

A las 23:15 horas del 14 de junio de 1982, hace justo 30 años, Margaret Thatcher comparecía ante la Cámara de los Comunes para informar a los diputados del repentino desenlace: el general Menéndez se ha rendido y la Guerra de las Malvinas, por fin, ha acabado.

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La intervención de la «dama de hierro» en el Parlamento ingles fue retrasmitida por radio y televisión interrumpiendo los programas habituales. Y ello, «mientras las baterías del general inglés Moore apuntaban certeramente sobre el cuartel general del jefe de las tropas sitiadas», comentaba el corresponsal de ABC en Londres.

La Junta Militar argentina estaba obligada a aceptar las durísimas condiciones de Londres si no quería provocar una nueva masacre. «Londres, insiste ahora, no desea más muertes y Buenos Aires no quiere sacrificar más vidas», podía leerse en la prensa de aquel día.

Más de 900 muertos

En los poco más de dos meses que había durado la guerra murieron 655 argentinos y 255 británicos. Cerca de 1.000 muertos que no sirvieron para nada, porque las cosas han seguido igual, a pesar de los 30 años transcurridos.

Un desenlace que hizo que el crédito del general Leopoldo Galtieri quedara absolutamente por los suelos. Como presidente de Argentina, había decidido declarar la guerra a Gran Bretaña en el marco de la «Operación Rosario», con el objetivo de hacerse con la soberanía de las islas y desviar el fuerte descontento popular por la situación económica y política del país, y había fracasado totalmente.

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Los corresponsales ingleses describían escenas de pavor, desconcierto y confusión extremas. La destrucción del crucero argentino «Belgrano», donde murieron de un golpe cerca de 200 personas, y después la del destructor británico «Sheffield», donde fallecieron otros 30, puso de manifiesto que aquella guerra fue un pequeño «campo de pruebas para la industria militar».

La opinión pública internacional quedó aturdida por la noticia de que un único misil borrara de un plumazo un navío tan sofisticado como el «Sheffield».

Galtieri, tercer presidente de facto de la Junta tras destituir al general Viola «por la situación del país», vivió durante su gestión la peor depresión económica de los gobiernos militares. Y no se le ocurrió otra cosa, para desviar la atención de la población, que embarcar a su país en una guerra contra una de las principales potencias militares del mundo.

Thatcher, reelegida por la guerra

Margaret Thatcher salía triunfal de una guerra que le ayudó lograr su reelección en 1983. Vítores y todo tipo de exclamaciones de júbilo se sucedieron en el Parlamento inglés cuando la primera ministra anunció el fin del conflicto. Fue felicitada incluso por el mismo líder de la oposición: «La noticia –dijo Michael Foot– es buena para todos: ha puesto punto final al derramamiento de sangre».

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Galtieri, sin embargo, tuvo que abandonar su cargo tras el estrepitoso fracaso militar, y en 1984, poco después de instaurada la democracia, fue condenado a 12 años de prisión por su «impericia y negligencia en la conducción de la Guerra de la Malvinas».

Después de 149 años de reclamaciones inútiles, de muchos gobiernos, democráticos unos, autoritarios otros, Argentina decidía recuperar por la fuerza un territorio que le había pertenecido hasta 1833. Aquello le salió muy caro.

«Vamos a recuperarla volviendo a poner de pie a nuestro país, reinsertando a la Argentina en la economía mundial y cumpliendo nuestros compromisos, pero también exigiendo que se cumplan los pactos internacionales», dijo en 2002 el entonces presidente argentino, Eduardo Duhalde. Las islas siguen siendo británicas.