Base Orcadas, Antartida Argentina

La base argentina Orcadas, la población estable humana más antigua en la Antártida (desde 1904) fotografiada en 1996.

La base antártica Orcadas es una estación científica de la República Argentina ubicada en la isla Laurie de las islas Orcadas del Sur en la Antártida. Es la más antigua de las bases antárticas todavía en funcionamiento y opera todo el año a través de la Armada Argentina. Se llamó Destacamento Naval Orcadas hasta que en la década de 1990 su nombre fue modificado a Base Antártica Orcadas. Se encuentra a 1501 km al sudeste de la ciudad de Ushuaia, capital de la provincia de Tierra del Fuego Antártida e Islas del Atlántico Sur, a la que pertenece la Antártida Argentina. Las actividades científicas en la base están reunidas en el LABORC (Laboratorio Antártico Mutidisciplinario en Base Orcadas).

Historia

La Expedición Antártica Nacional Escocesa encabezada por William Speirs Bruce navegó al mar Antártico en el buque Scotia a partir de principios de 1903. Al recorrer las costas de las Orcadas del Sur, el barco quedó aprisionado por los hielos en la isla Laurie, donde se levantó el 1 de abril una precaria vivienda para invernar y realizar diversos trabajos científicos, la Omond House.

Al zafar el barco de su difícil situación, en el mes de diciembre, navegó hasta Buenos Aires para reaprovisionarse; como Bruce deseaba que tuvieran continuidad los estudios que había comenzado, ofreció en venta al gobierno argentino las instalaciones de Omond House, el depósito de instrumental y los aparatos de observación, fijando el precio en 5000 pesos moneda nacional, e incluyendo conducir al personal para atenderlos. En la negociación participó el gobierno británico, representado por el embajador en Buenos Aires William Haggard, quien hizo por nota la invitación al gobierno argentino el 29 de diciembre de 1903, y luego prestó su conformidad a lo acordado. El presidente Julio Argentino Roca, por decreto n.º 3073 del 2 de enero de 1904, aceptó el ofrecimiento de las instalaciones y autorizó a la Oficina Meteorológica Argentina (dependiente del Ministerio de Agricultura) para mantener la estación.Buenos Aires, enero 2 de 1904

La estación en la década de 1970.

En vista de la nota del jefe de la Oficina Meteorológica Argentina y de los demás antecedentes y documentos relativos al establecimiento de nuevas estaciones meteorológicas y magnéticas en los mares del Sur de la República, y CONSIDERANDO:
Que es de alta conveniencia científica y práctica extender a dichas regiones las observaciones que se hacen en la isla de Año Nuevo y en el Sur de la República,
El Presidente de la Nación Argentina, decreta:
Artículo 1º – Autorizase al Jefe de la Oficina Meteorológica Argentina para recibir la instalación ofrecida por el señor William S. Bruce en las islas Orcadas del Sur, y establecer un nuevo observatorio meteorológico y magnético en las mismas.
Artículo 2º – El personal se compondrá de los empleados que el Ministerio de Agricultura designe y de los que posteriormente puede suministrar el Ministerio de Marina.
Artículo 3º – Anualmente serán reemplazados dichos empleados por los que se designe para relevarlos y que conducirá un buque de la Armada.
Artículo 4º – La asignación de sueldo y viático para los que no lo tengan determinado por el Presupuesto, así como los demás gastos requeridos, serán determinados por el Ministerio de Agricultura e imputados al ítem correspondiente del Presupuesto General.
Artículo 5º – Comuníquese, publíquese y dése al Registro Nacional.
Julio Argentino Roca
Wenceslao Escalante

Se dispuso enviar una comisión a recibir el observatorio meteorológico, la cual incluyó al joven argentino Hugo Acuña de la división de Ganadería, ayudante científico y encargado de estafeta postal «Orcadas del Sud», creada por resolución ministerial del 20 de enero, proveyéndoselo con una valija postal que contenía estampillas, formularios y un matasellos (el perito de límites Francisco Pascasio Moreno fue el promotor de la idea de instalar esa oficina).[Buenos Aires, Enero 20 de 1904.

Siendo conveniente la instalacion de una estafeta en el punto denominado «Orcadas del Sud» en las Regiones Antárticas.
El Director General de Correos y Telégrafos
Resuelve
Art. 1º Crear una estafeta en el referido punto, nombrando para atenderla ad honorem al ciudadano Hugo A. Acuña, la que dependerá del 24 Distrito «Río Gallegos».
Art. 2º La Sección Correos impartirá las órdenes oportunas y la Administrativa, la proveerá de los útiles indispensables.
Art. 3º Comuníquese…

Los otros integrantes de la comisión fueron el alemán Edgard C. Szmula, empleado de la oficina Meteorología Argentina y el uruguayo Luciano H. Valette, de la oficina de Zoología del Ministerio de Agricultura. Todos quedaron bajo las órdenes del escocés Robert C. Mossman, quien permaneció en el observatorio junto con el cocinero Williams Smith, ambos miembros de la expedición escocesa.

El Scotia zarpó del Puerto de Buenos Aires el 21 de enero de 1904 y arribó a la isla Laurie el 14 de febrero. Bruce entregó al gobierno argentino las instalaciones el 22 de febrero de 1904, desde entonces el Observatorio Meteorológico y Magnético de las Orcadas del Sud ha estado en operación permanente.

El diario La Prensa de Buenos Aires publicó el 16 de junio de 1904 una nota de su corresponsal en el viaje del Scotia a las Orcadas del Sur llevando la comisión, con las novedades producidas durante el mismo, de la cual se extrae el párrafo:(…) Febrero 21. Hoy se arrió el pabellón inglés, izándose en su lugar el argentino. En seguida se procedió a la entrega formal de la isla y del Observatorio a la comisión argentina. Por la noche se festejó el acontecimiento brindando a la salud de los pueblos argentino e inglés. Luego hubo música, cantándose los himnos, inglés y argentino por las respectivas comisiones. Finalmente se brindó a la salud de los presentes y se cantó «Old land sing» del poeta escocés Roble Burns.

La fecha de transferencia y el cambio de bandera, está también registrada con la noticia enviada por Hugo A. Acuña al diario «La Nación» de Buenos Aires, 9 de julio de 1904, como también en su propio diario personal:(…) El Dr. Bruce nos hace entrega de la isla y observatorio y casa magnética (…) Retribuimos al Dr. Bruce sus sentidas palabras cantando todos el himno argentino e inglés y con prolongados aplausos se iza nuestra bandera, arriándose en seguida la inglesa. ¡Que momentos tan agradables. Ya tenemos el pabellón azul y blanco. Ya estamos en nuestra propia casa.

La comisión escocesa saliente, que trabajaba en la estación, debido a la escasez de espacio en la choza de piedra y techo de lona embreada, desde el 20 de febrero, había subido con sus pertenencias a bordo del Scotia y solamente quedó la comisión argentina, con todos sus equipos y provisiones.

El 23 de agosto de 1906, el embajador británico Haggard expresó por nota al canciller argentino, Manuel Augusto Montes de Oca, que las Orcadas del Sur eran británicas y que la cesión de las instalaciones era transitoria.

El 7 de diciembre de 1906, mediante un decreto del presidente José Figueroa Alcorta, se nombraron comisarios para las islas Orcadas del Sur bajo la dependencia de la Gobernación de Tierra del Fuego:Existiendo en los territorios australes de la República, diversos establecimientos nacionales como el Observatorio Meteorológico Magnético de las Orcadas y siendo conveniente la creación de otros, y para proveer a su mejor administración;

El Presidente de la República DECRETA:
Art. 1°-Nómbrase comisario, en la región en donde se halla el observatorio de las Orcadas, y en las islas de su archipiélago, el señor Rankin Angus.
Art. 2° – Nómbrase comisario de la isla Wandel y de las islas y tierras inmediatas al señor Guillermo Bee.
Art. 3° – Ambas comisarías continuarán dependiendo de la Gobernación de Tierra del Fuego.
Art. 4° – Comuníquese, publíquese y dése al Registro Nacional.

El 30 de marzo de 1927 el suboficial de la Marina Emilio Baldoni logró comunicarse con Ushuaia, inaugurando la Estación Radiotelegráfica Orcadas (LRT), primera en la Antártida. Hasta entonces el personal permanecía incomunicado con el resto del mundo durante un año hasta la llegada de sus remplazantes.

La primera misa de la Iglesia católica celebrada en la Antártida fue oficiada por el jesuita Felipe Lérida el 20 de febrero de 1946 en la capilla Stella Maris el Observatorio Orcadas del Sud, quien erigió una cruz de 8 metros y lo comunicó al papa telegráficamente:[7]​Santísimo Padre Pío XII – Ciudad Vaticano. Celebrada primera misa, erigida Cruz, establecido culto Virgen María, Continente Antártico, Islas Orcadas, República Argentina. Solicita bendición Padre Lérida, Jesuita, Buenos Aires.

El observatorio dependió de la Dirección de Asuntos Técnicos del Ministerio de Agricultura hasta que el 3 de marzo de 1951 la Armada Argentina se hizo cargo de él relevando a la dotación con personal naval. A causa de diferencias de presupuesto entre los ministerios, el traspaso formal al Ministerio de Marina recién se produjo el 23 de diciembre de 1952 por decreto Nº 13714.​ Pasó a depender del Servicio de Hidrografía Naval de la Armada Argentina como Destacamento Naval Orcadas.

Ubicación

Isla Laurie con la Base Orcadas.

Se encuentra ubicada en las coordenadas 60°44′20″S 44°44′17″O / -60.73889, -44.73806, a una altura de 4 msnm y a 170 m de la costa. La estación antártica más cercana es la Base Signy, del Reino Unido, a 51 km en la isla Signy. Hasta el establecimiento de la Base Signy, Orcadas fue la única base en las islas por unos 40 años.

Alberga un máximo de 45 personas en verano y un promedio de 14 personas en invierno. Un ingeniero alemán nacionalizado argentino, fue jefe de la expedición antártica en el año 1913-1914 realizando trabajos de investigaciones meteorológicas, yendo en el vapor Harpon y regresando embarcado en la corbeta ARA Uruguay.

Clima

Temperaturas promedio del aire en casilla meteo, de 1901 a 2007; en NASA.

Según la clasificación climática de Köppen, la estación entra en el clima de tundra, muy próximo al límite con el clima polar.Registros meteorológicos

Temperaturas medias

  • Mes más cálido (febrero): 1,3 °C
  • Mes más frío (julio): -8,9 °C

Precipitaciones medias

  • Mes con mayores precipitaciones (marzo): 59,4 mm
  • Mes con menores precipitaciones (diciembre): 33,8 mm

Actividad científica

En la base se realizan investigaciones sobre glaciología continental y marina, sismología y observaciones meteorológicas (sin interrupción desde 1903)

Infraestructura

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La base ocupa un área total de 4800 m², con 11 edificios que poseen una superficie combinada de 2101 m², de los cuales 423 m² se destinan a vivienda. Está equipada con cuatro generadores eléctricos alimentados a GOA: gasoil antártico (aditivos anticongelantes); la capacidad total de generación es de 280 kW, y se consumen anualmente 192.000 litros de combustible. El consumo anual de agua es de 1 080 000 litros, se abastece por fusión de hielo. Dispone de una pequeña facilidad sanitaria, con médico permanente y cuatro camas. Las instalaciones son: casa principal, casa de emergencia, capilla, casa Museo MonetaOmond House, laboratorio de biología, estación sismográfica, casa Pampa (radio EGA), usina Nº 1, usina Nº 2, casa variómetro, depósito de lubricantes de gas y baterías, galpón Nº 1 (frigorífico – despensa), galpón Nº 2 (taller – garaje – despensa), galpón Nº 3 (ferretería – máquinas – electricidad), pañol de pintura, etc.

La infraestructura de la base cuenta con 2101 m² bajo techo, 76 m² de laboratorios científicos, área logística de 266 m² y 52 camas. Cuenta para transporte: 2 Zodiac con motor fuera de borda, 1 tractor, 1 bicicleta todo terreno y 2 motonieves.

Sitio y Monumento Histórico

Las Cabañas en Bahía Scotia, que incluye la cabaña de piedra construida en 1903 por la expedición antártica escocesa dirigida por William S. Bruce, la cabaña meteorológica y el observatorio magnético de Argentina, construidos en 1905 y conocidos como la Casa Moneta; y un cementerio con 12 tumbas, de las que la más reciente data de 1903, fueron designados Sitio y Monumento Histórico de la Antártida n.º 42 bajo el Tratado Antártico, y conservados por la base.

Filatelia

En 2014 el Correo Argentino emitió una estampilla conmemorando los 110 años de la Base Orcadas.

La Isla de los Estados fue declarada reserva natural silvestre

La Isla de los Estados fue declarada hoy al mediodía reserva natural silvestre por el presidente Mauricio Macri. El lugar ya era reserva provincial desde 1991, cuando se creó la provincia de Tierra del Fuego, por sus condiciones ecológicas, históricas y turísticas, lo cual consta en la propia Constitución Provincial.

Conserva especies vegetales y animales endémicas y es sitio de cría de muchas especies marinas; también posee los únicos fiordos existentes en el país.

En un breve acto en el Centro Cultural Kirchner, este mediodía, el Presidente afirmó que esta decisión “preservará el empleo en esta industria sin chimeneas, que es el turismo, y que más gente nos visite y se enamore de nuestro país”.

Pero, ¿cuáles son las condiciones que hacen de esta isla un lugar tan especial?

La Isla de los Estados o Chuanisin -tierra de la abundancia, como la nombraron los pueblos originarios- es reconocida y apreciada por su exuberante y singular naturaleza. Además, posee una alta relevancia relacionada con la historia de la Argentina, los descubrimientos y las aventuras antárticas, y el desarrollo de la navegación y poblamiento de esta porción del Atlántico Sur. Además,

posee un alto interés científico

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Vegetación única

La Isla de los Estados contiene, junto con las costas de la Isla Grande de Tierra del Fuego, los únicos sitios con formaciones boscosas costero-marinas del país.

La vegetación dominante es el bosque siempre verde, que se destaca por ser el límite oriental del bosque andino-patagónico, constituido principalmente por una asociación de guindos y canelos, acompañado por un denso sotobosque de helechos, líquenes y musgos que le dan una apariencia exuberante.

Una de sus particularidades es la importante presencia de pastizales costeros de pasto “tussok” que están ausentes en el territorio continental argentino y son escasos en el extremo sudoriental de la isla Grande de Tierra del Fuego. Otras comunidades vegetales de importancia son las correspondientes a los turbales graminosos y las alfombras o parches de Astelia pumila.

El 96% de las especies vegetales de la isla son nativas, lo cual indica un buen estado de conservación en la misma. La vegetación marino-costera se compone principalmente por especies de algas pardas que conforman los bosques de “cachiyuyo” y “cochayuyo”, comunidades de “lessonia” y otras especies de algas rojas o rodofíceas. Estos “bosques de algas” albergan una importante comunidad de invertebrados asociados y constituyen sitios de alimentación de las diversas especies de aves y mamíferos marinos.

Por otro lado, sus costas irregulares y accidentadas ofrecen una amplia disponibilidad de hábitats para especies costeras y se trata del único lugar en la Argentina donde se encuentran fiordos.

Reserva de aves marinas y otras especies

La avifauna costera es uno de los atributos más importantes de la Reserva. Se destaca la presencia de las dos colonias más grandes de pingüino de penacho amarillo del sur de las registradas en la República Argentina, concentrándose en la isla el 14% de la población mundial de esta especie.

También está presente el pingüino de magallanes y es sitio de nidificación del cormorán de cuello negro y del petrel gigante del sur, una especie considerada vulnerable. También se registra la presencia del carancho austral y de la remolinera negra o antártica.

Las loberías de lobo marino de dos pelos existentes en la isla de los Estados son, exceptuando las de las Islas Malvinas, las más importantes de la Argentina, tanto por su número como por la alta producción de cachorros. Algo muy importante para esta especie tan golpeada por la caza.

La isla posee valor especial para la conservación del huillín una nutria amenazada de extinción. También es sitio de cría de elefantes marinos. En cuanto a la fauna terrestre, el ratón de los guindales fue descripto como un animal exclusivo de isla de los Estados.

Con el retroceso de los glaciares, los pobladores de la zona se convirtieron en canoeros o nómades del mar, hace alrededor de 6300 años, comenzando a poblar las islas del Atlántico sur. La Isla de los Estados tiene una larga historia de ocupaciones que se remonta al menos a dos milenios antes de su “redescubrimiento” por parte de los navegantes europeos del siglo XVII.

Las investigaciones arqueológicas en la Isla de los Estados se encuentran en un estado inicial. Por el momento sólo fueron realizadas prospecciones en algunos sectores del noroeste de la isla -Bahía Crossley principalmente y algunos sectores de Franklin y Flinders- y solamente se realizó una excavación muy restringida en un yacimiento de bahía Crossley.

El descubrimiento europeo

Los navegantes holandeses Schouten y Le Maire son quienes la dan a conocer al mundo occidental. Avistan sus costas en enero de 1616, mientras se dirigen hacia el sur en busca de un paso alternativo al estrecho de Magallanes para acceder a los puertos de las especias del Océano Pacífico. La denominaron Tierras de los Estados Holandeses.

El 1º de enero de 1775 James Cook, procedente de Nueva Zelanda, visita la isla. Atraviesa el estrecho de Le Maire y se dirige hacia el este en busca de un puerto seguro. Fondea en la costa sur de la actual Isla Observatorio. Lo hace atraído por la fauna marina que observa al circunnavegar la isla, y la relativa protección de los vientos que otorga dicho sitio. Lo denomina puerto Año Nuevo.

A partir del siglo XIX la isla sólo contó con pobladores esporádicos y solitarios (loberos, navegantes) de los que se tiene escaso registro.

Presencia argentina

Hasta 1829 no hay asentamientos fijos en Isla de los Estados. Luis Piedra Buena fue el argentino que estuvo más estrechamente ligado a la presencia argentina en la Isla de los Estados. Este marino establecido en la Isla Pavón, cerca de la desembocadura del río Santa Cruz, salía a explorar la costa patagónica hasta el Cabo de Hornos. Sin proponérselo se convirtió en defensor natural de la soberanía argentina en el mar austral. Las actividades principales de Piedra Buena estaban concentradas en la caza de lobos marinos y en el auxilio a los buques naufragados. En 1862 estableció un puesto en Puerto Cook para su dotación encargada de la caza de pingüinos y lobos marinos y para el auxilio de los náufragos.

En 1868 Piedra Buena pidió y consiguió que el gobierno nacional le otorgue la propiedad de la Isla de los Estados. Y en 1882, una expedición científica encargada por el Instituto Geográfico Argentino, destacó la importancia del puerto de San Juan de Salvamento para la instalación de un destacamento permanente, lo cual contó con el apoyo de Piedra Buena.

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El faro y la cárcel

A partir de 1881, se decidió incrementar la presencia argentina en el extremo austral, e instalar faros y subprefecturas en Isla de los Estados y Tierra del Fuego. En 1884 en San Juan de Salvamento, paralelamente a la instalación del faro, comenzó una incipiente colonia penal.

El pequeño grupo humano fue creciendo hasta llegar a un número aproximado de 56 individuos hacia 1898, entre los que se contaban 6 mujeres. Pero en 1899 la cárcel se trasladó a Puerto Cook, quedando en San Juan sólo el faro.

Allí, llegaron a convivir 119 reos custodiados por 30 miembros del 1° Cuerpo de Infantería y 16 hombres como personal subalterno de la Armada. Pero en 1902, luego de una inspección a Puerto Cook, se recomendó la inmediata clausura del Presidio Militar, en buena parte debido a la rigurosidad del clima y a los estragos que éste producía en penados y guardianes.

En 1912 el Estado Nacional compró la isla a los herederos de Piedra Buena.

Malvinas: guardó los guantes que le regaló una nena en plena guerra y 38 años después la encontró por una búsqueda que se hizo viral

En 1982 José Luis Dorney hacía el servicio militar en Tandil cuando se desató el conflicto bélico. Fue enviado a Santa Cruz. Un día se cruzó con una niña que se acercó a saludarlo junto a su madre. Al notar que el soldado tenía las manos heladas, la pequeña tuvo un gesto que quedó registrado en una fotografía. Luego de una campaña en redes sociales iniciada por sus compañeros, logró conectarse con ella

PorAgustina Larrea, 1 de Mayo de 2020

No tenía muy claro qué era una guerra. Pero por lo que veía a su alrededor, Magalí Triviño suponía que no era nada bueno. En 1982 tenía 5 años y vivía con su familia en Puerto San Julián, Santa Cruz. Durante la noche veía a su mamá poner frazadas en las ventanas: había toque de queda y las casas debían permanecer a oscuras. Ella y su hermana se iban a dormir con la ropa puesta, por si pasaba algo y había que salir rápido; el auto también quedaba listo. Conocía los crujidos que provocaba el viento patagónico y todo lo que implicaba vivir en una ciudad–puerto, pero no se podía acostumbrar al ruido persistente de los aviones.

No tenía muy claro qué era el frío. Pero por lo que sintió cuando llegó a la Patagonia, José Luis Dorney se dio cuenta de que se avecinaban tiempos duros. En 1982 tenía 19 años y estaba haciendo el servicio militar obligatorio en la VI Brigada de Tandil, cuando fue uno de los 30 enviados de esa repartición a Puerto San Julián a cumplir tareas de asistencia durante la Guerra de Malvinas. Su mamá, que lo extrañaba en la ciudad Las Flores, provincia de Buenos Aires, le escribía cartas. En una ocasión le mandó una radio y una cámara Kodak, que acompañaba los días del joven soldado mientras hacía guardia con sus colegas, ayudaba en el despliegue de aviones y pasaba algunas noches durmiendo en un gimnasio del pueblo.

Magalí y José Luis se encontraron un día muy frío de 1982: la nena quiso saludarlo a él y a un compañero, sorprendida por ver a esos jóvenes desconocidos que circulaban por las calles de Puerto San Julián. Al darle la mano, notó que el soldado tenía los dedos helados. Entonces, con inocencia, le pidió a su mamá que le diera un par de guantes y una bufanda, que le regaló de inmediato a aquel hombre vestido de verde que acababa de conocer. El momento quedó registrado por la cámara de José Luis, en una foto que él conservó durante 38 años. También guardó cartas, algunos objetos personales y parte del regalo de Magalí: los guantes, casi intactos, son parte todavía hoy de aquel tesoro.

La guerra terminó y el resultado –como en toda guerra– fue doloroso. La historia de “la nena de los guantes” se convirtió en anécdota: todos los años, cuando Dorney y los ex conscriptos de la clase ‘63 que estuvieron en VI Base Aérea de Tandil se encuentran, vuelven una y otra vez a aquellos días y recuerdan la escena. También rememoran los días de la guerra en un grupo de Whatsapp.

Hace una semana, un poco cansado del tedio de los días de cuarentena, a Cachilo Vega, uno de los compañeros de brigada de Dorney que se quedó cumpliendo funciones en Tandil, se le ocurrió iniciar una búsqueda: tanto escuchó hablar de aquella historia que decidió que sería un buen momento para dar con esa pequeña que, en medio del frío y la incertidumbre de los días del conflicto bélico, había tenido un gesto conmovedor.

Con ayuda de su hija porque no es muy ducho en cuestiones tecnológicas, como dice, escribió un mensaje en su cuenta de Facebook, comentó esto con sus compañeros, que por su lado también habían hecho algunos intentos fallidos, y tiró la botella al mar. No se imaginó lo que llegaría después: miles de mensajes, un pueblo movilizado y un teléfono.EL VIAJE

“Yo soy incorporado en la VI Brigada Aérea de Tandil el 5 de enero del ’82. Teníamos poco tiempo de instrucción cuando nos comunican que algunos íbamos a ser trasladados a otro lugar, no sabíamos dónde. Así fue que sacaron de la compañía a 30 soldados y el 27 de abril salimos rumbo a Puerto San Julián. Yo no conocía ese pueblo, como mucho había escuchado hablar de Comodoro Rivadavia. Para todos era todo nuevo”, le cuenta José Luis Dorney a Infobae.

“El primer recuerdo que tengo es el frío, el viento que había en ese momento. Me acuerdo que nos llevaron a un gimnasio municipal. Nosotros fuimos exclusivamente a cuidar los aviones de la Fuerza Aérea, así que un día estábamos de guardia en el aeropuerto, cuidando todo en las pistas y en los hangares, y otro día estábamos en el pueblo. Era intercalado: hacíamos guardia en la terraza del gimnasio y en los alrededores. Y en la costa, claro”, agrega.

Había cumplido 19 años en febrero y nunca se imaginó viajar en esas circunstancias a la Patagonia: “Era un pueblo que estaba militarizado. Estaban todos los soldados de tierra, que eran muchísimos. Y después de Fuerza Aérea, de otras brigadas. Era mucha la gente, soldados por todos lados. En el aeropuerto dormíamos en pozos, que estaban bajo tierra. El día que se llamaba de ‘descanso de guardia’ –que no quiere decir que descansáramos sino que nos daban otras actividades–, hacíamos guardias en el gimnasio del pueblo o nos dedicábamos a otras actividades. Nosotros caminábamos por ahí normalmente, andábamos para todos lados. Nos daban permiso para ir a comprar algo para comer o hablar por teléfono”, señala 38 años después.

Fue en una de esas recorridas que se encontró con Magalí: “Habían pasado varios días que estábamos en Puerto San Julián, yo ya me había comunicado con mi mamá por teléfono. Ella me mandó una radio de las chiquitas y una cámara Kodak, una maquinita muy sencilla. Así que andaba con la camarita para todos lados, me llamaba la atención que había empezado a nevar”.

–¿Qué recuerda del encuentro con aquella nena?

–Íbamos caminando con un compañero, había nevado. Vimos a una nena con la mamá. La mamá se acercó y nos dijo que ella quería hablar con nosotros, saludarnos. Después vimos que la nena hablaba algo con la madre y al rato vino con algo: me dio unos guantes, que los conservé durante 38 años, me los traje escondidos con otras cosas que me dieron en San Julián: un rosario, cartas, fotos de la base y más. Hablando ahora parece que también me dio una bufanda, que yo no me acordaba, pero la tengo puesta en la foto.“¡NO FUE ALGO TAN GRANDE!”

“En el sur se vivió de una manera muy distinta a como se vivió en el norte o en el centro del país. En otros lugares del país por ahí se vivía con patriotismo, como algo heroico. Pero nosotros en el sur lo vivíamos con angustia. Y a mí me quedó eso. Para ser que tenía 5 años, a mí me quedó esa sensación, eso de que no era una pavada lo que pasaba. Aunque no entendía la magnitud, sí sabía que no era algo bueno”, relata a Infobae desde Comodoro Rivadavia Magalí Triviño, que durante la Guerra de Malvinas vivía con su familia en una casa humilde de Puerto San Julián.

“Era un pueblo chiquito y de golpe y porrazo teníamos mucha gente, teníamos aviones, chicos uniformados con armas por la calle. Se vivía esa atmósfera. Con el tiempo, cada 2 de abril, en la escuela se recordaba eso, cómo habíamos vivido aquellos días. Y yo recordaba que había regalado una bufanda, ¡no me acordaba tanto de los famosos guantes! (risas). Francamente no los tenía en la memoria. Como le dije a José Luis, ¡para mí no fue algo tan grande! Era lo que había que hacer. Si alguien necesitaba algo, había que ayudarlo. La opción no era mirar para el costado. Tenías que ayudar como sea. En casa mi mamá hacía pan casero y tortas fritas y les llevábamos a los soldados.

–¿Qué es lo primero que te viene a la memoria al pensar en esos días?

–Me acuerdo de cosas puntuales. Mi recuerdo era de tapar las ventanas con frazadas. Cuando los bomberos hacían sonar la sirena no podía haber luz, te podían llevar preso. No sabíamos qué podía pasar: nosotros tenemos el gasoducto cerca del pueblo. Los aviones salían de ahí. Y tenemos el mar ahí nomás: vivíamos todo el tiempo como esperando algo. Y notábamos que esos chicos que veíamos por la calle no la estaban pasando bien.

–¿Qué te pasó cuando viste la foto?

–Fue como si alguien te golpeara fuerte la espalda. Yo sabía que era yo, pero en el fondo prefería que no. El tapado era mío, porque mi hermana la que me sigue siempre fue siempre más delicadita y a ella le habían hecho un tapado rojo, con cintas. Y a mí me hicieron esa cosa cuadrada color mostaza de la foto. Fue lindo y también conmovedor ver una imagen de esos años. Porque fotos, más que las del jardín de infantes de la típica con la seño, de esa época no tengo.

–¿Pensaste en estas horas en ese gesto tan conmovedor que tuviste siendo tan chica?

–A mí me da vergüenza y por eso prefería que no se supiera que era yo. Porque no sé, si está en mis posibilidades yo te voy a ayudar. Pero no quiero eso de que te estén preguntando mucho.

Cachilo Vega –todo el mundo lo conoce así en Norberto de la Riestra, un pequeño pueblo bonaerense del partido de 25 de Mayo y a él nunca le gustó el nombre que figura en su documento– se retiró hace seis meses de la policía, después de trabajar allí por más de 30 años.

“Como todo soldado, siempre uno tiene una anécdota o algo para contar. Cuando nosotros hacemos los encuentros en Tandil, en un momento José Luis contó lo de la nena y los guantes. Y me quedó eso dando vueltas. Con todo esto de la pandemia, que hay que quedarse en casa, uno un poco aburrido dije: ¿’Qué puedo hacer?’. Entonces hablo con él y le pido que me pase la foto. Me dio una mano mi hija, escribimos en Facebook, pusimos la imagen y al toque empezaron a pedirme solicitud de amistad personas de San Julián y de todos lados”, le cuenta por teléfono a Infobae.

“Me contacta Sergio, un hombre de allá que enseguida armó un grupo de WhatsApp en el pueblo. Y ahí me empezaron a llover mensajes. Hasta que me encuentro con uno que decía: ‘Yo le puedo brindar mucha información’. ¡Qué suspenso! Así que llamo a esta persona, que me dice: ‘En un 80% le puedo certificar que es Magalí’. Y le digo: ‘¿Usted está seguro?’. Me responde: ‘Y, sí, en un 80%. Yo soy el padrastro’. Entonces me contó toda la historia”, sostiene.

Poco después Cachilo estaba hablando con Magalí.

–¿Cómo fue la charla? ¿Qué sintió?

–Ella tenía vergüenza y no quería salir en ningún lugar. Hasta que se animó. Y el día 27, tengo todo anotado en un papel para recordar, a las 11 y nueve minutos de la noche la llamo. Fueron muchas sensaciones tan distintas que no sabía qué decirle, no tenía palabras, me tildé (risas). Con pocas palabras alcancé a explicarle de la foto y que la andábamos buscando. Corto, lo llamo a José Luis y le digo: ‘Acabo de hablar con la nena de la foto’. Se quería morir. Y así se pusieron en contacto.

“Si bien la guerra no duró mucho, el que la vivió sabe que eso fue eterno. Fue muy largo. Cuando volví a casa, cada tanto yo sacaba los guantes de la bolsa y los miraba. O sacaba alguna carta, una medalla. Nunca me imaginé que iba a poder reencontrarme con ella”, señala el ex soldado.

Pero gracias a la campaña que armaron sus compañeros, aquel encuentro que parecía imposible finalmente se dio, por teléfono, él en Las Flores, ella en Comodoro Rivadavia– el 27 de abril.

“¡Fue justo el día 27, que se cumplían los 38 años de la llegada a San Julián! Fue una emoción muy grande, hablamos más de una hora”, dice José Luis conmovido. “Yo quiero agradecer a los que hicieron posible esto, Cachilo Vega, Juan Baldomiro y Neber Suárez. También fue lindo el gesto del intendente de San Julián, que estuvo haciendo algunas movidas para poder dar con ella”.

Para “La nena de los guantes”, que hoy tiene dos hijos de 21 y 24 años y pasa la cuarentena en su casa mientras espera para volver a trabajar en su emprendimiento de transporte escolar, la charla también fue muy grata: “Me encontré con una persona re amable, muy simpática. Una conversación re amena. Como si hubiera estado hablando con un amigo de muchos años. No nos dimos cuenta del tiempo que pasó. Fue encontrar a un amigo”.

Mientras siguen recordando aquellos días –se multiplican los llamados, los pedidos en radios locales para entrevistas, los mensajes de personas que se sintieron movilizadas con la historia– los protagonistas no descartan encontrarse personalmente.

De hecho el propio José Luis, antes de que se declararan las medidas de distanciamiento social por el coronavirus, tenía pensado volver a Puerto San Julián, un lugar al que regresa con frecuencia en su memoria cuando busca los objetos que guardó tanto tiempo y toca los guantes que le regaló Magalí, pero no volvió a pisar.

“Con el grupo de movilizados de Tandil ya veníamos pensando en ir para allá, de hecho teníamos la idea de hacer un viaje este mismo año. Somos un grupo de 10 o 12 que estamos en condiciones de ir y estábamos buscando los medios para hacerlo y abaratar un poco la cosa para llegar. Estábamos justo en el tema cuando apareció esto del coronavirus. Pensábamos ir en septiembre u octubre porque en invierno ninguno quería saber nada. ¡Sabemos lo que es allá el clima! Por ahora quedó en suspenso, pero habiendo encontrado a Magalí seguro que cuando se pueda vamos. Ese lugar nos trae muchos recuerdos, hay muchas familias que nos han ayudado y de alguna manera uno necesita volver a ese lugar”, concluye.

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