¿Qué es la Soberanía Nacional?

En Argentina el 20 de noviembre es el Día de la Soberanía Nacional. Es un buen momento para que reflexionemos y nos preguntemos si nuestro país ¿es o no es un país soberano?

Lunes 23 de noviembre de 2020 |

laizquierdadiario.com/Que-es-la-Soberania-Nacional

Primero un poco de historia. ¿Por qué el 20 de noviembre es el día de la Soberanía Nacional en Argentina?

Es día, pero de 1845, se produjo el llamado Combate de la Vuelta de Obligado donde las tropas del general Lucio Mansilla intentaron detener el avance de una centena de barcos ingleses y franceses en el Río Paraná. Las dos mayores potencias imperiales pretendían libre navegación de los ríos internos y del comercio de lo que después sería Argentina. Juan Manuel de Rosas, representante de los intereses porteños, había tomado como medida clausurar la navegación de los ríos a las potencias extranjeras.

Cuando avanzaron las tropas rosistas trataron de enfrentarlos de una forma muy audaz y a la altura de Vuelta de Obligado -donde el Rio Parana se angosta- extendieron tres cadenas enormes de orilla a orilla y pusieron unos diez barquitos con explosivos. Horas duró el combate, con mucha desigualdad para los locales que fueron derrotados y los barcos europeos avanzaron, pero su misión comercial fracasó, nadie les compró y se volvieron con sus bodegas llenas. Más allá de esto, esa defensa del territorio nacional pasó a ser conocido como un hecho soberano frente a una agresión extranjera.

La Soberanía Nacional es la capacidad que tiene, en este caso un país, de tomar decisiones en forma autónoma e independiente sobre sus recursos económicos y naturales; sin ninguna intervención o control de un poder extranjero. No tiene que ver sólo con poseer estos recursos, sino también disponer libremente de ellos. Y si tenemos esto en cuenta nuestro país está bastante lejos de ser un país soberano. ¿Por qué digo esto? Tres fundamentos claves desarrollados en el video que acompaña esta nota:

1. El enorme poder que tiene el capital extranjero sobre la economía. Desde que Argentina se formó como estado nacional en las últimas décadas del siglo XIX fue altamente dependiente del mercado mundial. Nos liberamos de España y después vino Inglaterra a dominarnos económica y financieramente y desde hace más de 60 años somos dependiente de los EEUU.

2. El desmantelamiento de la industria. Tema clave si un país quiere ser soberano porque si no se puede producir lo que se necesita, hay que comprarlo afuera. Desde los 70 a esta parte el modelo neoliberal destruyó la industria nacional y creó una maquina de hacer desocupados y pobres. Si en los 80 se avanzó en los 90, se privatizó todo lo que quedaba estatal: Petróleo, gas, aguas, aviones, electricidad, teléfonos, ferrocarriles, peajes, correo y puertos, entre otros.

3. El problema de la deuda. Es un mecanismo de dominación que le permite a las potencias imperialistas controlar y asegurar el funcionamiento de la economía capitalista en todo el mundo. No se meten solo en la economía sino en las políticas de cada país, es decir en el derecho supuestamente soberano a decir por sí mismos, a través de impulsar planes de pago que incluyen casi siempre reformas laborales o jubilatorias o aprobación de presupuestos “sugeridos” por el FMI.

Argentina a lo largo de su historia fue perdiendo, de a poco o de mucho, su soberanía nacional y la verdad es que ningún gobierno cambió esta situación. Esto se debe fundamentalmente a que los poderes que dominan en el país están completamente ligados al capital internacional y al imperialismo, y no pueden ni quieren liberarse porque los capitalistas nacionales son socios menores del saqueo al país y a los trabajadores.

¿Qué medidas se podrían tomar para ser más soberanos? Como dice el Frente de Izquierda en Argentina hoy, la clave es no pagar la deuda y disponer de esos recursos para resolver las principales necesidades de la clase trabajadora y los sectores populares. Esto desde ya debe ir acompañado de una serie de medidas que vayan por más, a fondo. Te invitamos a conocerlas en el video.

Malvinas: los chicos murieron, los jefes los torturaron

Las vejaciones sufridas por soldados a manos de oficiales y suboficiales es uno de los costados más aberrantes de la guerra. Parafraseando el histórico canto “los chicos murieron, los jefes los vendieron”.

Rosa D’Alesio@rosaquiara

Gloria PagésHermana de desaparecidos | CeProDH | @Gloria_PagesLunes 2 de abril de 2018 | 00:00

Lunes 2 de abril de 2018 | 00:00

laizquierdadiario.com/Malvinas-los-chicos-murieron-los-jefes-los-torturaron

Mario Benjamín Menéndez, Gobernador de las Malvinas designado por el genocida Galtieri

Las Malvinas fueron un campo de batalla no sólo contra el imperialismo inglés. En las islas se libraba una batalla interna también en condiciones de extrema desigualdad. Soldados con escaso entrenamiento y alimentación aún más escasa, sin abrigo ni calzado acorde al frío feroz, armamento obsoleto. Luchaban, también, por sobrevivir a las condiciones que impusieron sus cobardes e irresponsables jefes.

La dictadura genocida replicaba en las islas los métodos empleados en el continente: la tortura y el encierro como disciplinadores. Los que se rindieron ante el imperialismo sin tirar un solo tiro como Alfredo Astiz, y que después pretendieron llamarse “héroes”, se jactaban de haberse hecho del poder y llevar adelante, durante seis años, un genocidio contra los trabajadores y el pueblo.

Las denuncias de los soldados dan cuenta de aberrantes métodos de tortura por parte de los oficiales, de muertes por congelamiento y por hambre. La oficialidad, en cambio, comía y bebía como si a su alrededor nada estuviese ocurriendo.

Mucho tiempo pasó luego de la guerra para que esto se hiciera público. Las Fuerzas Armadas hicieron correr el pánico para que nadie hablara. Así se entiende la tasa de suicidios entre los excombatientes. Si bien el Estado no tiene estadísticas, los excombatientes calculan que son alrededor de 500, casi tantos como los 649 que murieron en el conflicto bélico.

En 2007 se empezaron a presentar denuncias de torturas en una causa que se sigue en Río Grande, Tierra del Fuego, y que llegó a reunir cerca de 120 casos en los que se imputó a 70 oficiales y suboficiales.

La mayoría de esos testimonios relatan escalofriantes tormentos. Sufrieron congelamiento de los pies por la humedad y el frío del terreno, desnutrición, estaqueamiento, enterramiento en fosas y otros tipos de castigos físicos por haber dejado sus puestos para salir en busca de la comida que escaseaba entre los soldados.

Silvio Katz, uno de los conscriptos que realizó las denuncias, apuntó directamente contra su oficial Flores Ardoino. En una entrevista a Página/12 de abril de 2012 relató que a él y otros soldados Ardoino les “sacó lo que habíamos comprado para todos y nos estaqueó. Era como Túpac Amaru sin caballos. Ponen cuatro estacas en el suelo y te ponen con los brazos y las piernas estiradas a diez centímetros del suelo. Veinte grados bajo cero y vos con calzoncillos y una remera de manga corta. Y te dejan horas. A mi compañero, porque era ‘rebelde’, le puso una granada en la boca que si llegaba a escupirla volábamos los dos. Y a mí, por ser judío, me hizo orinar por mis compañeros”.

El subteniente Gustavo Malacalza del Regimiento 12 fue acusado de haber estaqueado a tres conscriptos por haber abandonado sus puestos para ir en busca de comida y revelar sus posiciones con armas de fuego. Oscar Núñez, también excombatiente, relató a varios medios que él y dos compañeros estaban carneando una oveja cuando fueron descubiertos por Malacalza, quien junto a otros militares “empezaron a patearnos y pisotearnos, finalmente llegó el estaqueo”.

“A veces matábamos una oveja; teníamos que comer la carne cruda, con la sangre que nos manchaba la cara… El hambre te hace hacer cosas que nunca pensás que podes llegar a hacer. El hambre es algo terrible”, relató el tucumano Carlos Quirós, también excomabtiente, a La Gaceta en 2013.

Desclasificación de los archivos

Luego de 33 años de lucha y de denuncias, en 2015 el Estado desclasificó los archivos y se entregaron 700 actas de las Fuerzas Armadas a la Comisión Nacional de ex Combatientes de Malvinas. Muchos de esos testimonios son las “actas de recepción” que los soldados tuvieron que completar al llegar al continente una vez terminada la guerra. Allí relatan los tratos ultrajantes a los que fueron sometidos y el estado de salud en el que se encuentran.

Esa documentación fue presentada por el Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas (Cecim) de La Plata, querellante en la causa, como prueba en los tribunales de Tierra del Fuego.

Ernesto Alonso, integrante del Cecim, solicitó en ese momento que sean indagados cerca de doce militares, pero hasta ahora la Justicia continúa desoyendo el pedido. Alonso señaló entonces a la agencia Infojus que “a esta altura existe una clara responsabilidad del Poder Judicial. La causa cumplió diez años en el 2017. Las pruebas sobran y son oficiales. No puede ser que uno de los militares imputados haya fallecido antes de ser indagado. Hablamos ya de una impunidad judicial y biológica”.

La (in)justicia es una más de las torturas

Esta dura batalla judicial se da contra la propia Corte Suprema de Justicia de la Nación, que en mayo de 2015 decidió dar por clausurado el tema y rechazó el último pedido presentado por excombatientes para que las torturas y tratos humillantes sufridos en Malvinas sean considerados crímenes de lesa humanidad, por lo tanto imprescriptibles.

Frente a este blindaje judicial, desde el Cecim señalaron en ese momento que se quería “imponer lo que no pudieron hacer los militares durante la dictadura, que es silenciarnos”. Y agregó que el Cecim tiene “más de 125 denuncias y no vamos a dejar que queden impunes”.

Los excombatientes apelaron este fallo de la Corte ante a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), planteando una denegación de justicia por parte del Estado argentino. A partir de estos documentos se puede plantear una pelea más fuerte para que de una vez por todas se considere el carácter “imprescriptible” de estas vejaciones sufridas por los soldados en Malvinas a manos de los mismos que el continente torturaban, secuestraban y asesinaban.

Los caídos en Malvinas que aún no fueron identificados

En la Guerra de las Malvinas murieron 649 soldados argentinos. En el cementerio de Darwin están enterrados 237 de ellos, de los cuales se desconocía hasta hace poco la identidad de 123. La lucha por recuperar la identidad de los caídos enterrados como NN, que llevaba años, recién a fines de 2011 encontró algunas respuestas favorables, cuando excombatientes y familiares de los caídos presentaron un recurso de amparo ante la Justicia para que ordene su identificación.

A fines de 2016 Argentina y Gran Bretaña llegaron a un acuerdo para formar un equipo forense que identifique el ADN de los soldados enterrados. Por su parte excombatientes de Malvinas, familiares de los soldados caídos en combate, junto a organismos de derechos humanos decidieron lanzar, también a fines del 2016, una campaña para impulsar la identificación de esos 123 soldados enterrados como NN.

En este marco a mediados de marzo de 2017 viajó a las islas una delegación de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), integrada por el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, Nora Cortiñas de Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora, el excombatiente Alonso y el sacerdote José María Di Paola, entre otros. El viaje tuvo como objetivo reclamar por la “identificación de los 123 NN. Memoria, verdad, justicia y soberanía”, pero también denunciar la violación a los derechos humanos que sufrieron los soldados por parte de los militares argentinos.

La visita de los integrantes de organismos de derechos humanos, y en particular las declaraciones de Pérez Esquivel, que reclamó por la necesidad urgente de identificar a los enterrados como NN, fue repudiada por un grupo de familiares de excombatientes a través de un comunicado donde negaron que hubieran NN, e indicaron que “no podemos permitir que el odio y el resentimiento, producto de las luchas fratricidas que asolaron a nuestra comunidad, se ensañen con la honra a nuestros seres queridos, que entregaron sus vidas por una causa justa, avalada por la inmensa mayoría del pueblo argentino”.

Y acusaron a la delegación convertir a quienes cayeron peleando contra las fuerzas armadas británicas en “víctimas” de la última dictadura militar. “No son NN, son héroes de la patria”, gritaban.

Quienes dicen esto pertenecen a una comisión de Familiares de Caídos en Malvinas, diseñada por la dictadura a fines de la guerra, para contener los reclamos de los soldados y familiares. Desde que la Justicia falló a favor del derecho a la verdad que reclaman excombatientes y familiares de los caídos, está comisión se puso más activa para impedir que avance la identificación de los NN. Les preocupa que los forenses no sólo identifiquen los cuerpos, sino que se conozca las causas de la muerte.

Como ya informó este diario, esta “comisión” fue creada por Héctor Cisneros, un exmiembro del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército y hermano de un militar caído. Cisneros y otras personas fueron designadas en los 90 por el Gobierno de Menem como “administradores” del cementerio de Darwin.

La lucha de familiares y excobatientes logró que este año se conociera la identidad de 90 soldados caídos en Malvinas. Aún hay 32 NN. Ahora el Gobierno de Mauricio Macri, aprovechó la ocasión para mostrarse comprometido con la verdad histórica y envió a Avruj con la comitiva de familiares. El 26 de marzo un total de 248 familiares aterrizaron en las Islas Malvinas y se dirigieron al cementerio de Darwin, donde yacen los cuerpos de 123 caídos en la guerra de 1982.

A 36 años de la guerra de Malvinas, el reclamo de juicio y castigo a los cobardes que capitularon ante las tropas inglesas y torturaron a los soldados argentinos, sigue más vigente que nunca.

A 37 AÑOS. Malvinas: una guerra justa, en manos de cobardes genocidas

Ayer la ocupación de Malvinas por los ingleses y hoy el saqueo que el capital financiero internacional y el FMI le imponen a nuestro país son actos de agresión imperialista contra la soberanía nacional. Revisamos las causas e intereses en juego y los fundamentos de quienes aún sostenemos que Malvinas era una guerra justa.

Liliana O. Caló

2 de abril de 2019

laizquierdadiario.com/Malvinas-una-guerra-justa-en-manos-de-cobardes-genocidas

Desterrar de la cultura política nacional la posibilidad de encarar una guerra antiimperialista ha sido el centro de la llamada política de “desmalvinización”, cuyo núcleo central consiste en olvidar la guerra de Malvinas como suceso bélico anticolonial capaz de alcanzar la victoria. Esta operación ideológica y política está al servicio de transformar en “sentido común” la idea de que los países oprimidos como el nuestro no tienen más destino que negociar su grado de sometimiento.

En este sentido, el proceso de restauración democrática de 1983 imprimió en la conciencia nacional un sentimiento derrotista y pacifista. Desde la postdictadura, los diferentes gobiernos nacionales fueron variando los discursos sobre la reivindicación de la soberanía de Malvinas en una línea de continuidad que no promoviera ninguna medida antiimperialista para lograrla.

Los intereses en juego

El desenlace bélico de Malvinas no fue un rayo en el cielo sereno, se inscribe en un momento histórico más amplio que excede el suceso de la guerra. Los años ´80 estuvieron marcados por un contexto latinoamericano de inestabilidad y crisis económica, agudizados en nuestro país por la mayor integración y dependencia nacional al capital financiero externo heredado de la etapa de Martinez de Hoz. Esta crisis se tradujo en recesión, la elevación de las tasas de desempleo y desigualdad social. La clase trabajadora comenzó a desafiar al gobierno militar de manera más abierta, sumándose sectores de las clases medias afectadas por la crisis financiera. Aunque esta confluencia de factores no implicaba una amenaza inmediata, el despertar de la movilización política daba muestras de la pérdida de estabilidad del régimen militar, desgastado ya en otros frentes como el de los reclamos por los desaparecidos y contra el terrorismo de Estado, encabezados por las Madres de Plaza de Mayo y los organismos de derechos humanos.

El acto y la movilización convocada por la CGT hacia finales de marzo de 1982 profundizaron las señales de alarma para el régimen militar. La dictadura buscó recuperar la iniciativa reformulando el plan original sobre Malvinas elaborado por el titular de la Armada, el almirante Jorge Isaac Anaya, desde enero de 1982, que ahora encontraba aliados en sectores del Ejército identificados con Leopoldo Fortunato Galtieri. [1] Aunque desde marzo se preparaba la orden de desembarco, el momento de concretarlo se decidió a partir de la escalada diplomática con Gran Bretaña y las necesidades del frente interno, apelando al genuino odio anticolonialista contra la ocupación británica. [2] La hoja de ruta prevista no se proponía la recuperación de las islas sino obligar mediante un acto de fuerza como el desembarco, una negociación con Gran Bretaña.

En el plano internacional la Junta Militar suponía asegurado el apoyo norteamericano a la estrategia argentina. El arribo del comandante en jefe del ejército Galtieri al frente de la Junta en reemplazo de Roberto Viola, en diciembre de 1981, había contado con el aval de la administración republicana de Ronald Reagan, con el que se compartía un ferviente anticomunismo y del que se esperaba una cierta retribución a cambio de la colaboración en las acciones de contrainsurgencia practicadas en Centroamérica.

Los cálculos fallaron en varios campos. Respecto a EEUU se confundió alineamiento ideológico con intereses imperialistas pues se mantuvo aliado a Gran Bretaña, colaborando militarmente con información de inteligencia y logística y promoviendo sanciones económicas. [3] Tampoco esperaban que Gran Bretaña respondiera militarmente, pues el gobierno de Margaret Thatcher atravesaba una situación económica y política crítica. Sin embargo, la respuesta belicista británica fue un gesto de reafirmación de su experiencia, dominio histórico de los mares y poderío imperialista además de un intento de contrarrestar su debilidad declarando la ofensiva en el Atlántico Sur, iniciada el 2 de mayo a partir del hundimiento del crucero General Belgrano.

Hay guerras y guerras…

El debate en el caso de Malvinas se suscita no especialmente en la complejidad del escenario bélico o la reconstrucción completa de los hechos sino en el posicionamiento político y la intervención a los que toda guerra obliga. Aquí se entra en un terreno de arenas movedizas. Si es firme el consenso en cuanto al carácter aventurero de la política desplegada por la Junta militar, este se diluye a medida que nos aproximamos a definir cuál fue el carácter de la guerra y la política hacia la misma.

La primera consideración parte de reconocer el estatus de Malvinas como un enclave colonial, aceptado incluso por la ONU – resolución 2065 (XX): “el caso de las Islas Malvinas es una de las formas de colonialismo al que debe ponerse fin” -, usurpadas históricamente por los ingleses desde 1833, ocupando una parte del territorio nacional. En este sentido, la declaración de guerra por la Junta Militar implicó una acción anticolonial más allá de sus propósitos políticos. Una vez declarada la guerra por ambos bandos había que tomar partido.

Esta situación abrió varios posicionamientos, entre los que podríamos distinguir varias vertientes. La mayoritaria, avalada por los grandes partidos burgueses, especialmente agrupados en la Multipartidaria, [4] y las principales organizaciones sindicales – tanto la CGT Brasil como la más oficialista CGT Azopardo – respaldaron el reclamo soberano subordinándose a la dirección política de la Junta Militar, postergando cualquier reclamo sectorial en pro de la unidad nacional detrás de la causa patriótica. [5] Los mismos que una vez finalizada aceptaron la subordinación y protección de los intereses imperialistas en el país.

Otra hipótesis planteaba que la guerra constituía un acto de continuidad del Proceso y el terrorismo de Estado por otros medios. [6] Por ese motivo, la guerra estaba condenada a la derrota antes de iniciarse. Una posición que se transformó luego en sustento para la imposición de una conciencia pacifista [7] en los años ochenta, con efectos que ensombrecieron la experiencia de un país semicolonial que defendía su soberanía. Lejos de transformarse en un factor moralizador para América Latina, el triunfo inglés implicó una mayor subordinación al imperialismo, el fortalecimiento del colonialismo británico, dando impulso al neoliberalismo encabezado por Reagan y Thatcher en todo el mundo.

En la guerra de Malvinas se ponía en juego algo más que “la popularidad” de la dictadura. Y eso nos lleva a plantear una tercera posición, que los marxistas revolucionarios sostenemos para definir el carácter de toda guerra, partir de la situación internacional y las relaciones entre los Estados en pugna porque el mundo no es una sumatoria de Estados nacionales sino una realidad económica, social y política jerárquicamente integrada. Esto implicaba reconocer que Inglaterra pertenece al reducido grupo de países imperialistas que someten al resto del mundo semicolonial como el nuestro. En ese sentido, la guerra de Malvinas se trataba de una “guerra justa” de un país oprimido contra sus opresores colonialistas sin negar en este acto las contradicciones que implicaba que fuera la dictadura quien la declarara. [8]

Era necesario entonces estar en el campo militar del país oprimido sin someterse a su dirección política. Estar por la derrota de la intervención militar inglesa contribuiría a debilitarla como potencia imperialista y “si hubiera sido derrotado el imperialismo, una renovada conciencia nacional y democrática hubiese dado un fuerte impulso al movimiento de masas para derrotar en forma revolucionaria la dictadura y evitar la transición pactada”. [9]

Los socialistas no le otorgamos ningún liderazgo a las burguesías nacionales ni a sus Fuerzas Armadas en la lucha de liberación nacional. Por el contrario, sostenemos que la pelea por las demandas democráticas y de liberación nacional sólo puede ser llevadas hasta el final (su resolución íntegra y efectiva) bajo el liderazgo de la clase obrera, manteniendo su independencia política y perspectiva estratégica.

La política por otros medios

Toda guerra como fenómeno social y político abre escenarios y dinámicas imprevisibles. La definición de la guerra como continuación de la política por otros medios, es decir a través de la violencia, implica que las relaciones de fuerza entre las clases que participan en ella pueden ir modificándose a lo largo del conflicto y es la política la que define su norte estratégico.

La guerra es un fenómeno cambiante que se desenvuelve en el tiempo. Aunque no desapareció la desconfianza hacia la Junta Militar, la reivindicación de Malvinas logró una fuerte adhesión en todo el país y fueron incansables las acciones solidarias para derrotar a los ingleses y el apoyo a los soldados. Los 74 días que duró el conflicto fueron suficientes para dar muestras del rechazo de los soldados a la oficialidad, como relatan muchos excombatientes, a partir del maltrato, el castigo y la tortura de sus superiores, la falta de planificación y la improvisación de la conducción militar.

No está de más recordar que toda guerra implica una experiencia excepcional, de condiciones hostiles y privaciones que de desarrollarse podrían haberse convertido en factores que profundizaran el odio hacia la dictadura y las tendencias a acciones independientes. Como señala Federico Lorenz “a pequeña escala (nuevamente en las cartas, pero también en los informes de los servicios de inteligencia), aparecen resistencias, cuestionamientos y oposiciones que matizan una de las imágenes más fuertes construidas en relación con la guerra: la de una sociedad homogénea y dócil manejada por los dictadores”. [10]

Otra contradicción para la “aventura militar” era la existencia de la conscripción militar obligatoria, la mayoría de las tropas destinadas a Malvinas estuvieron formadas por soldados conscriptos entre 18 y 20 años. A diferencia de los ejércitos profesionales implicaba el reclutamiento masivo entre los sectores populares permitiendo que los lazos entre los soldados y el pueblo, previos a la guerra, no se interrumpieran. Estaba planteado profundizar esos vínculos, alentando el alistamiento general de todo hombre y mujer en condiciones de hacerlo. No lo iba a hacer la dictadura genocida, era necesario imponerlo desde las organizaciones obreras para que los trabajadores y el pueblo, los únicos verdaderamente interesados en derrotar a los colonialistas, conscientes de la justeza de la guerra que emprendían, ganaran autonomía y organización, ampliando los objetivos militares del conflicto.

Es decir, sin ignorar las consideraciones tácticas propias de toda guerra, se trataba de dotarla de otra estrategia. Pelear en todos los terrenos por una política independiente de la clase trabajadora, que buscara respaldarse en la movilización de nuestros hermanos latinoamericanos solidarios con el reclamo del país y debilitara los intereses imperialistas, dejando de pagar la deuda externa, bloqueando sus inversiones, expropiando sus empresas. Como rescatan los investigadores Pablo Bonavena y Flabián Nievas, “Un signo inconfundible del carácter limitado del enfrentamiento promovido por la dictadura, que desnuda su incompatibilidad con una política seria contra el imperialismo, se hace evidente a partir de la falta de cualquier tipo de acción sobre los intereses británicos en el suelo argentino continental durante la conflagración. Por ejemplo, la CGT de Chubut y la Regional Trelew de la misma organización reclamaron la incautación de todas las empresas británicas de la provincia y hubo denuncias sobre la provisión de petróleo desde el sur del país para proveer a la flota inglesa. Estos intereses se mantuvieron impolutos.” [11]

La lucha contra el colonialismo inglés era solo el inicio de los objetivos y el programa político de los socialistas revolucionarios. La clave consistía en desarrollar la movilización, aspecto indispensable para la realización de estas medidas, y la autoorganización de los trabajadores y el pueblo, para derrotar la agresión imperialista y crear las condiciones de la caída revolucionaria de la dictadura, en la perspectiva de instalar un gobierno de los trabajadores y el pueblo.

[1Ver Cardoso Oscar, Raúl, Kirschbaum, Ricardo van der Kooy, Malvinas. la trama secreta, Buenos Aires, Editorial Planeta, 1992.

[2Federico Lorenz responde a la pregunta sobre por qué Malvinas señalando que desde la década del treinta del siglo XX se había transformado en el símbolo de una causa nacional. «Las islas se constituyeron en un territorio irredento que debía ser recuperado para la soberanía nacional, en el marco de una visión general de la historia que colocaba a la República Argentina como víctima de sucesivos despojos territoriales por parte de países limítrofes como Chile y el Brasil.» Federico Lorenz, Malvinas. Una guerra argentina, Editorial Sudamericana, 2009.

[3Francia optó por el mismo camino, a inicios de abril dispuso la prohibición de la venta de armas y el cese de toda asistencia militar, una señal clara hacia sus posesiones en el continente americano.

[4Creada en julio de 1981 estuvo integrada por la Unión Cívica Radical, el Partido Justicialista, el Partido Intransigente, Demócrata Cristiano y el Movimiento de Integración y Desarrollo para discutir la transición con la dictadura, se negó a recibir a las Madres y avaló el llamado de la Iglesia Católica a la reconciliación.

Malvinas: huellas de soberanía en la historia nacional

laizquierdadiario.com/Malvinas-huellas-de-soberania-en-la-historia-nacional

Liliana O. Caló

Reseña de Malvinas, crónicas de cinco siglos de A. Winograd, una recopilación de textos de viajeros y exploradores que dan cuenta de su descubrimiento y la historia de su usurpación.

Las islas Malvinas siguen desatando, a pesar del tiempo, un abanico de debates y estados de ánimo. Si los consensos se amplían en cuanto al carácter aventurero de la política de la Junta Militar, se diluyen a medida que nos aproximamos a definir el carácter de la guerra y la política hacia la misma, la relación entre nacionalismo, antiimperialismo y democracia. Estos debates y nuestra posición la abordamos en nuestro artículo “Malvinas: una guerra justa, en manos de cobardes genocidas” [1].

En cambio, lo que menos persistencia ha tenido sobre Malvinas es el conocimiento, el saber sobre el “pasado” de las islas. El libro Malvinas, crónicas de cinco siglos del especialista Alejandro Winograd [2], biólogo y autor de varias obras de ficción, viajes y geografía, es una oportunidad para conocerlo e intentar reconstruir la histórica relación que las Islas mantuvieron con diferentes gobiernos en distintos contextos políticos y económicos.

Editado hace algunos años, el libro de Winograd conserva esa actualidad, contribuye a distinguir entre tanto discurso patriotero y ritual sobre la argentinidad de las Malvinas, las huellas de soberanía en la historia nacional. Y lo hace de una manera original, abordando procesos históricos de largo plazo y a través de una selección casi preciosista de documentos, algunos inéditos traducidos para la edición, que aportan una multiplicidad de datos científicos y de la vida cotidiana de los actores en juego, para entender, en palabras del autor, “cómo era y cómo es ese archipiélago cuando no se lo mira como lo miramos nosotros sino cómo lo miran otros” (p. 15) El libro está organizado en una Introducción y, siguiendo un orden cronológico, ocho capítulos iniciados con una breve reseña que anticipa las crónicas de la antología y la fuente de la que fueron extraídas.

El pasado nos conecta

El primer capítulo presenta la singularidad de datar y dar nombre al descubridor de las Islas. Tema polémico si los hay. Winograd apuesta al navegante holandés Sebalt De Weert, capitán de una de la cinco embarcaciones de la flota de la Compañía de Magallanes, cuya crónica fue publicada en latín en 1602 con el encabezado Relación histórica o verdadera y genuina consignación y descripción de aquella navegación que con cinco naves,, una de las tantas travesías que llevarían la marca del mercantilismo capitalista en expansión. La crónica resalta las peripecias del viaje que en 1598 había partido de Rotterdam, con el objetivo de navegar hasta las Molucas para abastecerse de especias. A su vuelta logran divisar tres pequeñas islas, que no habían sido anotadas ni diseñadas en mapa alguno, a las que De Weert llamó “Sebaldinas” como fueron conocidas las Malvinas hasta el siglo XVIII, aunque las que vio el capitán fueron las llamadas “Jason”, en el extremo noroccidental del archipiélago.

Avanzamos. El siguiente capítulo cuenta el primer asentamiento isleño (1763). Reconstruye las discusiones de navegantes y geógrafos respecto a la existencia de comunicaciones naturales y pasajes entre los océanos Atlántico y Pacífico. No se trataba solo de debates científicos. Quienes negaban su existencia sostenían que después del paralelo 55° la tierra firme se acababa y Tierra del Fuego no era más que una isla. Si el único paso entre los océanos era el Estrecho de Magallanes, “su posesión convertía a España en el árbitro de la navegación y el comercio de buena parte del hemisferio Occidental”. Si en cambio al sur de Tierra del Fuego había otro pasaje, se habilitaba la carrera por su dominio “de la que todas las naciones europeas podrían (y querrían) participar” (p. 38). Se lanza la conquista del Atlántico Sur, con expediciones comerciales, científicas y militares de españoles, ingleses y franceses, a partir de la mitad del siglo XVII y XVIII. “Se trataba de una época de grandes aventuras que, por cierto, podían resultar sumamente redituables” pero a la vez, “una tempestad, un arrecife desconocido, un período prolongado de calmas o de vientos contrarios y cualquiera de las enfermedades propias de una larga estadía en el mar podían significar la ruina de la expedición más ambiciosa” (p. 38).

En esa disputa, las Malvinas fueron usadas inicialmente como refugio, donde las embarcaciones podían reabastecerse. Desde comienzos del siglo XVIII fueron visitadas por navegantes franceses, cazadores de focas y lobos marinos, quienes organizaron pequeños emprendimientos como el de la Compañía de Saint-Maló (de donde proviene el nombre Malouines, castellanizado a Malvinas), dirigida por Louis-Antoine Bougainville. En 1763 Bougainville fundó el primer asentamiento permanente, el Puerto Saint-Louis, con el que pretendía convertir a las islas “si no por ley, sí por presencia y sentimientos, en parte de Francia” (p. 44), ampliando la influencia del reino ante la pérdida en 1759 del Canadá francés. No fueron los únicos. Inglaterra ajustaba los controles de su sistema colonial para poner el comercio marítimo al servicio de sus intereses económicos en los comienzos de la revolución industrial. Eso implicaba una disputa estratégica con las posesiones españolas y las del Atlántico Sur no fueron la excepción. Esta norma general se había hecho regla después de los viajes y expediciones del almirante John Anson (1743), quien había recibido el encargo de atacar las colonias españolas del Pacífico. La política expansionista inglesa tomaría forma con la llegada de una serie de navíos a las islas y la del comodoro inglés Byron quien al poco tiempo, se dice un poco secretamente, funda el Puerto Egmont, tomando posesión de la isla Trinidad (Saunders). Los documentos seleccionados para este capítulo pertenecen a Dom Pernetty, un erudito abad benedictino que se ocupó de escribir la crónica [3] de la expedición francesa, atento observador de lo que ocurría entre la tripulación, las ceremonias de viaje hasta el arribo y la fundación del fuerte Saint-Louis.

Puerto Saint-Louis, Dom Pernety.

El apartado que sigue se ocupa del dominio español sobre las Islas. Las expediciones y asentamientos como el de Saint-Louis o el de Puerto Egmont no debían atentar contra el derecho de posesión española pues, “más allá de que España ejerciera o dejara de ejercer sus derechos, las Malvinas le pertenecían. Así se había establecido en las bulas papales de 1492 y 1493 y en el acuerdo de Tordesillas. Y, con estos títulos, España había ejercido un dominio indisputado sobre el Atlántico Sur durante los últimos doscientos cincuentas años” (p. 96). Ya lo había hecho saber la corona en 1748 ante las tentativas expansionistas inglesas, cualquier tipo de asentamiento, ya fuera en las Islas o próximas a ella, significaba un desconocimiento a los derechos de adquisición por las Bulas Pontificias y el Tratado de Tordesillas (1494), de un derecho ejercido sin disputa por casi tres siglos. El conflicto con Francia se resolvió mediante un acuerdo entre los dos monarcas borbones y resarcimiento económico, renunciando a cualquier derecho sobre las Islas. En cambio con Inglaterra, las negociaciones y enfrentamiento se mantuvieron hasta que la rebelión de sus trece colonias en el Norte (1774) la obligó a concentrar recursos y hacer regresar a sus expedicionistas. Por el acuerdo España se comprometía a restaurar el Puerto Egmont, sin por ello renunciar el derecho a la soberanía de las Islas que los ingleses no objetaron. Las fuentes elegidas [4] relatan las circunstancias del levantamiento de la colonia francesa y de los acontecimientos históricos más significativos de las islas en general; otros describen la flora y la fauna de la región, y exponen el estado del conocimiento de los naturalistas europeos de la época.

Malvinas después de Mayo

El capítulo IV se dedica al panorama malvinense en el período de la ruptura colonial con España. El primer hecho registrado data de 1811, cuando Pablo Guillén, el gobernador español en Malvinas, levantó el puerto de Soledad –nombre del rebautizado puerto Saint-Louis– y junto a los residentes se embarca hacia Montevideo donde aguardaba el fiel virrey Elío, dejando las islas así desiertas. Desiertas pero no ocultas de sus riquezas. Ya para el siglo XIX el poder imperial inglés estaba en su apogeo. Inglaterra había logrado entrometerse y sustituir a España en una parte importante de sus mercados americanos y no perdía oportunidad de intervenir en la administración de los recursos en forma directa. Las invasiones inglesas de 1806/1807 aunque fracasadas y la ocupación de las Islas en 1833 fueron pruebas de tales ambiciones, sin poner en riesgo sus vínculos de nueva metrópoli con el gobierno criollo.

Entre las expediciones inglesas que enarbolaban el “Union Jack” se encontraba la de James Weddell al mando del bergantín Jane, cuya travesía hacia las Islas en búsqueda de ballenas, focas y lobos (de la que se obtenía carne, huesos pero sobre todo grasa y aceite) recopiló en Un viaje al Polo Sur realizado en los años 1822-1824 [5]. En ellas aparece un personaje que nos interesa, David Jewitt. Jewitt era un antiguo corsario comandante de la fragata Heroína, que a partir de los sucesos de mayo de 1810 es el “encargado de establecer y hacer respetar la soberanía de las Provincias Unidas del Río de la Plata sobre las islas” (p. 161). Hacia 1820, mandatado por José Rondeau, Director Supremo de las Provincias Unidas, al llegar a Puerto Soledad hizo saber a los residentes ingleses que había sido “comisionado por el supremo gobierno de las Provincias Unidas de Sud América para tomar posesión de estas islas en nombre del país al que pertenecen naturalmente. En el cumplimiento de este deber, es mi deseo actuar hacia todas las banderas amigas con la más distinguida justicia y cortesía”. Ello no impidió que las expediciones comerciales a las Islas se mantuvieran, entre ellas la de comerciantes como Luis Vernet, quien personalmente evaluó la situación en Malvinas. A su regreso a Buenos Aires, señaló la necesidad de reafirmar la autoridad del gobierno si no se quería perder los derechos para ejercerlos. “La prédica de Vernet tuvo éxito y en 1829, cuando regresó a las islas ya no era solamente el titular de algunos derechos. El Gobierno le había cedido la propiedad de la isla Soledad y lo había designado Comandante Político y Militar de todo el archipiélago” (p. 203).

Caza ilegal en los mares insulares de las Provincias Unidas (1820), grabado de A Collection of Voyages Round the World.

Hacia finales de 1829, al inicio de la temporada de caza, el nuevo comandante alertó a los foqueros ingleses y norteamericanos que ya no podrían desempeñar sus actividades sin autorización en nombre del gobierno argentino. En 1831 ordenó la incautación de tres naves norteamericanas y sus mercancías pero por un pleito se vio obligado a retornar a Buenos Aires. Al mismo tiempo, el capitán norteamericano Silas Duncan, al frente de la balandra de guerra USS Lexington, llegaba a las islas y atacaba el asentamiento de Puerto Luis (ex Puerto Soledad) estableciendo un sistema de autoridad propia. Desde Buenos Aires fue designado un nuevo gobernador, José Francisco Mestivier, pronto reemplazado por José María Pinedo. Inglaterra desconoció tales atribuciones, en el marco su permanente y renovado interés estratégico en el Atlántico Sur. En enero de 1833, la corbeta de la Marina Real británica Clío al mando de James Onslow “informó a Pinedo que había sido enviado para tomar el control de la colonia y de las islas”. Y así lo hizo, expulsando a las autoridades residentes.

Este capítulo polémico incluye como fuentes algunas crónicas del viaje del Beagle (Viajes de la Adventure y la Beagle) [6] liderado por Fitz Roy, en los que plantea fundamentos de las pretensiones inglesas. También se reproducen algunas de las anotaciones de Charles Darwin (El viaje del Beagle. Un naturalista alrededor del mundo), en las que cuenta su excursión ecuestre por las Malvinas. Los capítulos finales están dedicados a los viajeros y cronistas a la Antártida e incluye varios testimonios, como el del excombatiente Agustín Arce (Las águilas negras) sobre el conflicto bélico más reciente entre Argentina y Gran Bretaña, su participación y la de sus compañeros en la guerra que ayuda a entender “un poco mejor cómo se vivió y cómo se peleó en aquella guerra” (p. 297).

El libro y la antología diversa en sus fuentes e información, inevitablemente dialoga con las miradas creadas alrededor del archipiélago que la generación del autor, y las más recientes, descubrimos con la guerra de 1982. Pero lo que nos apela en esta lectura es de otro orden. El libro colabora en la comprensión de su usurpación, ayuda a situarlas en su contexto histórico como herencia colonial española, una vez abierto el proceso de independencia nacional y los actos de soberanía puestos en marcha antes de la ocupación británica de 1833. El trabajo de Winograd es una buena oportunidad para superar fórmulas retóricas y conocer las Islas con otra densidad.

NOTAS AL PIE

[1Como marxistas, partimos de definir el carácter de la guerra, y eso implica reconocer que Inglaterra pertenece al reducido grupo de países imperialistas que someten al mundo semicolonial de países como el nuestro. Por ello consideramos que la guerra de Malvinas se trató de una “guerra justa” de un país oprimido contra sus opresores colonialistas, sin negar en ese acto las contradicciones que implicaba que fuera declarada por la Junta Militar. Por eso era necesario estar en el campo militar del país oprimido, sin someterse a su dirección política. La derrota de la intervención militar inglesa hubiese contribuido a debilitarla como potencia imperialista y una renovada conciencia nacional y democrática hubiese dado un fuerte impulso al movimiento de masas para derrotar en forma revolucionaria la dictadura y evitar la transición pactada.
[2] Introducción, comentarios y selección de textos de Alejandro Winograd, Buenos Aires, Ediciones Winograd, 2012. Del mismo autor, Ballenas y balleneros de la Patagonia (Edhasa, 2013). Dirige la Colección Reservada del Museo del Fin del Mundo (Eudeba-Museo del Fin del Mundo).
[3] Historia de un viaje a las Islas Malvinas con observaciones sobre el Estrecho de Magallanes y sobre los Patagones.
[4] Viaje alrededor del mundo a bordo de la fragata real la Boudeuse y la urca Étoile, en 1766, 1777, 1768 y 1769 de Louis-Antoine de Bougainville, entre otras.
[5] A Voyage to the South Pole, cuya primera edición apareció en 1825.
[6] Voyages of the Adventure and the Beagle. Proceedings of the second expedition, 1831-1836, under the command of Captain Robert Fit-Roy, R. N, Londres Great Marlborough Street, 1839.

El Frente de Todos presentó ley para sancionar a los que nieguen la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas

Política 28 abril 2021

ambito.com

La iniciativa prevé penas para los omitan publicar o difundan través de medios información incorrecta sobre las Islas Malvinas o nieguen la soberanía argentina sobre el archipiélago.

El Frente De Todos presentó una ley para sancionar a los que omitan publicar o difundan través de medios información incorrecta sobre las Islas Malvinas o nieguen la soberanía argentina sobre el archipiélago.

El Frente De Todos presentó una ley para sancionar a los que omitan publicar o difundan través de medios información incorrecta sobre las Islas Malvinas o nieguen la soberanía argentina sobre el archipiélago.

Los diputados del Frente de Todos repudiaron los polémicos dichos de Patricia Bullrich y presentaron un proyecto de ley para sancionar a los funcionarios públicos y autoridades partidarias que nieguen la soberanía y difundan erróneamente u omitan la correcta denominación de las Islas Malvinas.

Rodríguez Saá señaló que decidió presentar el proyecto luego de ver «las declaraciones negacionistas sobre la soberanía argentina en las Islas Malvinas, hechas por Patricia Bullrich«, según informó en Twitter.

El proyecto establece que serán sancionados con multa las autoridades de los partidos políticos y funcionarios que desempeñen tareas en la administración pública nacional, organismos descentralizados entes autárquicos, personal superior de las fuerzas armadas y de seguridad, que omitan publicar o difundan través de medios información incorrecta sobre las Islas Malvinas o nieguen la soberanía argentina sobre el archipiélago.

Bullrich deslizó ante las cámaras de televisión que el Gobierno podría haber entregado las Malvinas a Pfizer a cambio de cerrar un contrato por vacunas contra el Covid-19.

En tanto, la diputada Fernanda Vallejos, con adhesión de otros legisladores, presentó un proyecto de repudio contra Bullrich y consideró que la presidenta del PRO «blanqueó abiertamente los valores e intereses que sostienen, escupiendo en la cara de los argentinos» y dijo que espera «que al menos, dejen de usar nuestra bandera cuando salen a contagiar» por que la «ofenden».

«La memoria de nuestros héroes y el futuro de nuestra Patria merecen una oposición a la altura de nuestra historia, de nuestras luchas y de nuestro pueblo. La soberanía no se negocia. La soberanía no se entrega. Las Malvinas fueron, son y serán argentinas», afirmó Vallejos.

El proyecto recolectó las firmas adherentes de Carlos Heller, José Luis Gioja, Eduardo Fernández, Itai Hagman, Jorge Romero, Ariel Rauschenberger, Héctor Fernández, Marcelo Koening, Mónica Macha, Mario Leito, Graciela Landriscini, María Graciela Parola, Nancy Sand, Hilda Aguirre, Nelly d’alvovo, Alejandra Obeid, Lia Caliva, Silvana Ginocchio, Ormachea Claudia, Lucía Corpacci, Rosa Muñoz, Juan Carlos Alderete, Carlos Cisneros, María Rosa Martínez, Ramiro Fernández Patri, Liliana Schwindt, Alcira Figueroa, Lisandro Bormioli, María Jimena López y los cofirmantes Mabel Caparros, Rosana Bertone y Carolina Yutrovic.

En los fundamentos de la ley que presentó Rodríguez Saá, se señaló que «las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur y los espacios marítimos circundantes son parte integrante del territorio nacional, las mismas se encuentran comprendidas en el territorio provincial de la Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur (ley 23.755) y nuestra Constitución Nacional reivindica la soberanía argentina sobre dichos territorios».

«Esta pertenencia de las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur al territorio nacional se plasma en la cartografía oficial elaborada por el Instituto Geográfico Nacional y es deber ajustarse estrictamente a ella cada vez que se represente el territorio continental, insular y Antártico de la República Argentina en los términos que lo establecen las leyes 22.963 y 26.651», agregó.

Señaló que «pese a la normativa vigente en nuestra historia reciente tuvimos episodios donde autoridades partidarias, funcionarios u organismos oficiales, omitieron deliberadamente la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas o directamente negaron su incorporación como parte constitutiva del territorio nacional.»

Por eso, sostiene que «ante esta impericia alevosa y reiterada, consideramos necesario que se incluyan sanciones a los responsables que incurran en tales faltas».

Islas Malvinas: Gobierno anunciará sanciones a países por explotación ilegal de hidrocarburos

Política 06 julio 2021

ambito.com/politica/china/islas-malvinashh

La información será comunicada este miércoles desde las 12 por los secretarios de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur, Daniel Filmus y de Energía, Darío Martínez.

Habrá sanciones por explotación ilegal en Malvinas 

El Gobierno nacional comunicará este miércoles de las 12 sanciones a países por la explotación ilegal de hidrocarburos en las islas Malvinas, indicó Cancillería argentina.

La información será impartida por los secretarios de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur, Daniel Filmus y de Energía, Darío Martínez, quienes brindarán una conferencia de prensa virtual que será emitida a través de este link.

La soberanía argentina sobre el archipiélago cosechó en los últimos meses el respaldo de los países que conforman el G77 + China, que remarcaron la necesidad de retomar las negociaciones con Gran Bretaña, al tiempo que reconoció el derecho nacional a a «emprender acciones legales» contra «actividades de exploración y explotación de hidrocarburos no autorizadas» en esa zona.

Asimismo, en la última semana se conoció que China, a través de su representante permanente adjunto de Beijing en las Naciones Unidas, Geng Shuang, exhortó a Argentina y a Gran Bretaña a reiniciar los contactos, en el marco de la resolución 2065 de la asamblea general de la ONU (emitida en 1965).

El mandatario sostuvo que «la posición de China sobre la cuestión Malvinas es consistente» y recomendó al Gobierno británico a buscar «una solución pacífica, justa y duradera».

Sobre esta noticia se expresó el embajador argentino en ese país, Sabino Vaca Narvaja, que consideró: «El representante de China (por Geng Shuang) fue más allá de reafirmar la solidaridad y el tradicional apoyo de China sosteniendo que, efectivamente, Argentina debe recuperar el ejercicio de la soberanía y los espacios marítimos circundantes».

En tanto que Filmus pronunció: «Lo importante del último Comité de Descolonización, la semana pasada, es que en su discurso China reflejó dos aspectos: en primer lugar, el apoyo a la resolución 2065, es decir a la convocatoria al diálogo entre Argentina y Reino Unido por la controversia territorial, pero al mismo tiempo habló defendiendo la soberanía argentina sobre las islas».

Sabrina Ajmechet, precandidata de Juntos por el Cambio, se burló del reclamo argentino por Malvinas | Sigue los pasos de su madrina política, Patricia Bullrich

Ajmechet también había publicado comentarios agresivos contra estudiantes del Carlos Pellegrini. «Necesitamos ciudadanos capaces de revertir tanta decadencia», fue la razón, según Bullrich, por la cual la vicepresidenta del Club Político Argentino quedó incluida en la lista de diputados nacionales de Juntos por el Cambio.

25/07/2021Última actualización 

Pagina 12

El nulo interés por la soberanía de las Islas Malvinas parece ser un denominador común que aglutina Juntos por el Cambio. Es que a los dichos de la propia presidenta del Pro, Patricia Bullrich, quien había pedido intercambiar al archipiélago por vacunas de Pfizer, se le suma las publicaciones de Sabrina Ajmechet, una de las precandidatas a diputada nacional por el bloque opositor. Durante años la historiadora -justamente propuesta por Bullrich para integrar la lista de legisladores de la Ciudad- escribió varios posteos en Twitter en el que se burla del reclamo argentino por la soberanía: «La creencia en que las Malvinas son argentinas es irracional, es sentimental. Los datos históricos no ayudan a creer eso”, redactó en la red social un 2 de abril, Día del Veterano y de los Caídos en la guerra de Malvinas.

«Las Malvinas no son ni NUNCA fueron Argentinas«, fue otro de los mensajes que publicó Ajmechet en su cuenta de Twitter, hace algunos años. Y la lista sigue: «Las Malvinas no existen. Las falkland islands son de los kelpers”, agregó.

Estas publicaciones, que reivindican el colonialismo de los ingleses, están en sintonía con lo expresado por su madrina política, Patricia Bullrich, quien había propuesto entregar las islas como una garantía para acordar con el laboratorio Pfizer. Sin embargo, en esta oportunidad, la alumna superó a la maestra: “Quiero que las Malvinas sean parte del país en el que crezca mi hija ¿Cuáles son los requisitos para mudarse ‘permanently’ a Londres?”, fue otra de las publicaciones de Ajmechet. 

Por su parte, el secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur de Cancillería, Daniel Filmus, repudió las publicaciones de la precandidata de Juntos por el Cambio: «Vergüenza! Después de que propusieron cambiar Malvinas por vacunas, Cambiemos pone una candidata que desconoce la historia y la Constitución», estableció el funcionario en su cuenta personal de Twitter.

Pero eso no es todo. Tras haber trascendido que tuvo una grave denuncia por plagio en sus artículosSabrina Ajmechet, que es además vicepresidenta del Club Político Argentino, también se había manifestó en contra de los alumnos del Colegio Carlos Pellegrini, con una amenazante y discriminatoria publicación que se viralizó este domingo. “Desperdicié la oportunidad de atropellar a un grupito de estudiantes del Pellegrini. Sepa la patria disculparme”. 

La precandidata de Juntos por el Cambio intentó eliminar muchos de estos mensajes (incluso una ironía antisemita, que luego debió explicar en su cuenta de Twitter), al quedar en evidencia y recibir un repudio generalizado, pero fueron capturados por los usuarios y se volvió tendencia en las redes sociales.

Los elogios de Bullrich

La presidenta del PRO, Patricia Bullrich, adelantó con bombos y platillos la candidatura de Sabrina Ajmechet, a través de las redes sociales. «La falta de ideas amenaza nuestra libertad. Necesitamos ciudadanos capaces de revertir tanta decadencia. Por eso impulso la candidatura a diputada nacional de Sabrina @Ajmechet, una joven académica con experiencia y una mirada transformadora para reconstruir esperanza y porvenir», había expresado la exministra de Seguridad.

Conocido este “prontuario” pareciera que a Bullrich se le olvidó reparar en algunos antecedentes de la «joven académica»

Sin límites: una militante de la soberanía inglesa en Malvinas, candidata del PRO

Incluida en la lista por pedido de Patricia Bullrich, la mediática historiadora Sabrina Ajmechet reivindica abiertamente las pretensiones colonialistas.

25 de julio de 2021 – 06:16

Ex funcionarios que fracasaron en un distrito y se presentan en otro, provocadores de Twitter, ajustadores seriales, candidatos investigados por espionaje ilegar, periodistas supuestamente independientes y otros personajes bastante cuestionables pueden encontrarse a simple vista en las listas del macrismo, ahora denominado «Juntos», ya sin el cambio.

Aun entre semejante tren fantasma, sobresale nítidamente un ejemplar que se destaca del resto: la candidata a diputada nacional por la Ciudad de Buenos Aires Sabrina Ajmechet, que no solo evita adherir al histórico reclamo argentino de soberanía en nuestras islas Malvinas, sino que además milita activamente -de manera casi obsesiva- en favor de la posición colonialista, llegando a afirmar que «las Malvinas no son ni NUNCA fueron argentinas» (las mayúsculas son de la autora), «las Malvinas siguen siendo inglesas» o «las Malvinas no existen, las Falkland islands son de los kelpers».

La polémica historiadora, relegada desde hace tiempo en el ámbito académico desde que se le descubriera un plagio en uno de sus artículos, comenzó en los últimos años a hacer pie en los medios de comunicación, y de esa manera logró la notoriedad para que Patricia Bullrich se fijara en ella y la nominara para integrar la principal lista macrista de CABA en las PASO, donde ocupa el séptimo lugar en la lista de diputados nacionales, lo cual casi le asegura una banca a partir del próximo 10 de diciembre.

Estas son algunas de las expresiones de Ajmechet en Twitter, que denotan una clara postura antimalvinas, ofendiendo uno de los sentimientos que unen a la enorme mayoría de los argentinos, más allá de toda grieta.

Un grupo de ex combatientes de Malvinas denunció a militares por torturar soldados durante la guerra

Torturas en la Guerra de Malvinas

Un grupo de ex combatientes de Malvinas denunció a militares por torturar soldados durante la guerra. Pidieron que fueran sentenciados por crímenes de lesa humanidad. Hace unos días, la Corte Suprema rechazó el pedido en un fallo de sólo nueve líneas. El cronista y ex combatiente Roberto Herrscher analiza las implicancias de esa decisión, el estatus de los conscriptos y dice que esos delitos no deberían prescribir.

revistaanfibia.com/ensayo/la-verdad-estaqueada

*Fotos pertenecientes al libro de María Laura Guembe y Federico Lorenz, Cruces. Idas y vueltas de Malvinas,  Buenos Aires, Edhasa, 2007.

Sí, soy un ex combatiente de la guerra de las Malvinas. Pero no, no es esa la razón por la que estoy indignado.

La Corte Suprema de nuestro país le da la espalda al grito de justicia de los veteranos de La Plata. Y en este pedido de justicia por las torturas cometidas contra soldados por sus jefes en Malvinas, aun los que no habían nacido en 1982 deberían sentir como propia la causa de esos chicos de los pozos de zorro en los montes alrededor de Puerto Argentino que, cuando llegaron las tropas británicas, ya estaban quebrados.

Malvinas_Herrscher_1_der

El caso que presentan, décadas después de la guerra, los integrantes de la más consecuente e independiente asociación de veteranos, el CECIM de La Plata, debe hacernos reflexionar sobre muchas cosas: es un caso que nos apela y nos pinta como sociedad.

Primero, los hechos. En abril de 1982, unos 10.000 soldados de las tres armas fuimos enviados a las Malvinas en una operación pésimamente preparada, en la que no teníamos ninguna chance contra un ejército del Primer Mundo.

Los británicos venían ejercitándose contra las inclemencias del frío en campos de entrenamiento en el norte de Noruega, y de pelear en sus guerras coloniales en los cinco continentes. Venían armados y vestidos para ganar la guerra.

Nosotros dábamos pena. En su excelente documental sobre Los héroes de Miramar, el cineasta Laureano Clavero da voz a hombres todavía aturdidos y avergonzados por haber ido a pelear sin tener la más mínima idea de qué hacer en combate. Uno de sus testimonios dice que muchos de sus compañeros jamás pisaron el cuartel: como eran clase 63, una o dos semanas después de entrar a “la colimba”, fueron enviados a Malvinas.

Los testimonios de sobrevivientes de la guerra, desde el pionero Los chicos de la guerra de Daniel Kon hasta Iluminados por el fuego de Edgardo Esteban abundan en historias de este tipo. Salvo honrosas excepciones, nuestros jefes trataban a su tropa como carne de cañón.

Yo nunca había tenido en mis manos un FAL. Cuando me dieron uno en Malvinas, me dijeron que no podía gastar munición en prácticas. Si hubiera tenido que enfrentar a un enemigo, lo hubiera hecho con un fusil con el que no había disparado nunca. Pero ni siquiera hubiera llegado a eso: mi FAL se encasquetó con el agua de mar y no funcionaba. Nunca nos enseñaron a cuidarlo para que pudiera salvarnos la vida.

Cuando doy conferencias y charlas sobre Malvinas, pongo un ejemplo que, creo, sirve para explicar ese combate tan desigual: en el monte Longdon, en plena noche, los marines británicos venían con anteojos de visión nocturna, con fusiles con miras infrarrojas. Los chicos de Corrientes y de Salta, además de la falta de preparación, además del hambre y el agotamiento por pasarse tres meses en un pozo inundado, no veían un carajo.

Era como pelear con una venda en los ojos. Así nos mandaron a Malvinas.

Pero la causa que la Corte Suprema despacha en nueve líneas no es sobre la terrible falta de preparación, de medios o de buena dirección de la guerra. Es otra cosa: son torturas, tratos humillantes y degradantes.

Malvinas_Herrscher_2_izq

Por eso el CECIM pedía que un grupo de oficiales y suboficiales fueran sentenciados por crímenes de lesa humanidad. Los oficiales y suboficiales acusados no se defendieron diciendo que las acusaciones no son ciertas. Dijeron, en cambio, que el delito había prescrito. 

Los abogados del CECIM respondieron que no podían prescribir porque eran hechos de lesa humanidad, en la misma categoría y con la misma gravedad de las violaciones a los derechos humanos cometidos durante la dictadura.

Eso es lo que se jugaba en este juicio: si lo que se hizo con los conscriptos en Malvinas podía ser considerado como los crímenes de lesa humanidad de la dictadura.

Y otro elemento a tener en cuenta es a qué jurisdicción corresponden los hechos. Los desaparecidos, torturados y asesinados eran civiles. Aunque el crimen lo cometieran militares, esas acciones no entraban en el terreno de la jurisdicción militar. ¿Pero qué es un conscripto? ¿Es un civil obligado a pasar unos meses de uniforme, o es un militar como los de carrera?

Por eso, lo que también se discute aquí es qué éramos, qué queríamos y aceptábamos ser los colimbas que fuimos a Malvinas. Por esto también me parece que este caso habla de mucho más que de si unos viejos militares deben ir o no presos por la forma en que trataron a su tropa en las islas.

En su presentación ante la Corte, el procurador Luis Santiago González Warcalde defiende la posición de que son crímenes de lesa humanidad, y por lo tanto no deben prescribir.

“Las conductas imputadas en este proceso, a su vez, caen sin inconveniente en el concepto de tortura”, dice González Warcalde en su escrito a la Corte.

“Para limitarse solo al caso más frecuente: atar de pies y manos a un muchacho debilitado por el hambre y el frío, sujetando sus ataduras a estacas clavadas en el piso, dejarlo así acostado sobre el fango helado durante horas, inmovilizado y sin ninguna protección contra el clima inhóspito del Atlántico Sur, hasta que estuviera al borde de la muerte por enfriamiento, para así, con el pretexto de castigarlo, intimidar a él y al resto de la tropa es en sí una forma de maltrato incuestionablemente cruel, brutalmente inhumano e intencionadamente degradante; una de las formas de maltrato, en fin, para las que reservamos el término ‘tortura’”.

De estos hechos estamos hablando. Estas son las cosas que pasaban en Argentina durante la dictadura, y estas son las conductas que desde la época del Martín Fierro sucedían en el ejército, una institución poderosa, cerrada, impune.

Lo conté en mi libro Los viajes del Penélope y lo repito: yo tuve la suerte de que me tocaran unos oficiales y suboficiales de la Marina que me trataron con humanidad, con respeto. Como muchos otros, cuento entre mis riquezas no materiales (las únicas que tengo) la amistad y el cariño de los compañeros que tuve en esa pequeña goleta de madera, el

Penélope, donde viví lo más duro y dramático de la guerra.  

Malvinas_Herrscher_3_der

Pero caer en manos de una institución a la que nuestro país otorga la defensa de la soberanía y el uso de las armas no puede ser una lotería. Todos los soldados de las tres armas en Malvinas debían haber sido tratados como fui tratado yo. Y no fue así.

En 2006, cuando fui a La Plata a conmemorar con los compañeros del CECIM el 25 aniversario de la guerra, me contaban ya que estaban pensando en presentar esta denuncia. Tenían dudas, sobre todo por si la ciudadanía entendería su lucha, su agravio. Ellos estaban denunciando a algunos oficiales que habían mostrado ante el enemigo una conducta deshonrosa pero también a otros que habían luchado con coraje, poniéndose a sí mismos en peligro. Algunos de los que cometieron torturas contra sus conscriptos después murieron en combate. ¿Se puede acusar a un héroe de la patria?

Sí, por supuesto. Nada justifica conductas como las que describe González Warcalde, como las que sufrieron y presenciaron muchos de los colimbas a quienes sus jefes obligaron a callar. No se defiende un país desde el desprecio por la vida, por la humanidad y la dignidad de sus habitantes. El hecho de que en una circunstancia bélica se usen civiles en una guerra no significa que estos hayan perdido sus derechos fundamentales.

Es terrible lo que denuncian los del regimiento de La Plata, y lo que callan muchos otros, porque siguen viviendo con el miedo a la autoridad en el cuerpo. El estaqueo, como ejemplo y como símbolo de las torturas en Malvinas, no solo afectaba a cada joven que lo sufría.

No solo daba la lección cruel de que había que soportar cualquier cosa que mandara el jefe, que es la peor lección para un país que quiere construir una democracia. También iba en contra del esfuerzo de guerra: ¿cómo podían pelear contra el enemigo los soldados que habían pasado por semejante calvario a manos de sus jefes?

Pasaron treinta y tres años de estos hechos. Los chicos del CECIM, como yo mismo, tenemos todos más de 50 años. Vivimos más del doble de lo que teníamos de vida cuando nos mandaron a Malvinas. Y todavía nos duele, todavía nos subleva y todavía no encontramos respuesta para estos crímenes.

¿Por qué? Tal vez Malvinas siempre fue lo que se vio en el momento de la transición a la democracia: el último, el peor, el más significativo crimen de una dictadura atroz. Nosotros vimos cómo trataban a su propia tropa. Después nos enteramos de cómo habían tratado a sus enemigos de la guerrilla, a sus adversarios políticos, a los jóvenes combatientes o idealistas que cayeron en sus manos en los campos de concentración. Pero todo estaba en esos desolados montes malvineros: ¿cómo iban a tratar a sus enemigos si así trataban a su propia tropa?

Malvinas_Herrscher_4_caja

Era lógico que un ejército en busca de una guerra por una causa nacional para redimirse y salir de su crisis política y económica, llegara a esto: a repetir con sus propios soldados las torturas que infringía en sus víctimas en la guerra sucia.

El alegato que el gran ensayista León Rozitchner publicó en pleno combate, Malvinas: de la guerra sucia a la guerra limpia, denunciaba la mentira de que los militares habían abrazado la causa nacional. Pero Rozitchner fue demasiado suave incluso en su denuncia. ¿Guerra limpia? Ahora sabemos que tampoco Malvinas fue una guerra limpia.

Y ahora viene el mazazo de la lacónica patada que la Corte Suprema da al pedido de justicia de unos ex combatientes que quieren que el Estado, en democracia, les diga que lo que sufrieron no era parte del sufrimiento común de una guerra, ni siquiera de lo que un soldado está obligado a sufrir en una guerra. Que lo que algunos jefes hicieron con algunos de sus subordinados es una canallada, un crimen cuyas consecuencias todavía sufren sus víctimas, y que por lo tanto no debe prescribir.

Malvinas_Herrscher_5_der

Ahora sabemos mucho más sobre qué pasó en Malvinas. Ahora tenemos más razones para considerarla una vergüenza nacional, porque la enorme mayoría de los ciudadanos (con la valiente protesta de unos poquísimos luchadores por los derechos humanos, como las Madres de Plaza de Mayo, y unos pocos intelectuales, como Rozitcher) aplaudieron a la misma Junta asesina el día que tomaron las islas.

¿Quién se preocupó realmente por nosotros, los chicos de la guerra, además de nuestras familias heroicas?

La guerra no terminó. Para los veteranos las guerras nunca terminan.

¿Quiénes somos los que estuvimos en Malvinas? ¿Qué nos merecíamos allá y qué nos merecemos hoy? ¿Por qué se suicidaron en estos años casi tantos veteranos como los 649 que murieron durante la guerra? ¿Por qué el 58 por ciento de los ex soldados sufre de depresión y que tres de cada 10 reconoce haber tenido pensamientos suicidas, como indicó en 2012 un estudio oficial? ¿Por qué Malvinas sigue siendo una herida abierta en este país?

Treinta y tres años de preguntas sin respuesta. Hoy nuestros hijos tienen la edad que teníamos nosotros cuando fuimos a la guerra. Por ellos, por todos los jóvenes argentinos que ojalá nunca conozcan lo que era ser joven en la dictadura, es que tenemos que seguir peleando, preguntado, exigiendo como los compañeros del CECIM La Plata.

El dolor nunca prescribe.

Guerra de Malvinas: la historia de la mujer inglesa que dejaba leche y pan a los soldados argentinos

lanacion.com.ar

Catalina Bontempo

3 de abril de 2020

Guerra de Malvinas: la historia de la mujer inglesa que dejaba leche y pan a los soldados argentinos

Se acuerda del frío y del hambre. De la tierra fangosa, los bombardeos nocturnos y su uniforme manchado. No olvida que cuando volvió tuvo insomnio. Entre sus recuerdos australes también está el de una mujer, que en 1982, en plena guerra y siendo isleña, le dejaba una botella de leche con dos panes cada mañana.

Francisco La Regina tenía 19 años cuando le tocó luchar en Malvinas, y debió esperar casi cuatro décadas para completar su historia y reencontrarse con la lechera que le entregaba comida para que su estómago estuviera «menos vacío».

Hoy tiene 57 años y pasa algunos días en el Museo de Veteranos de Guerra de Malvinas en Lanús, junto a otros excombatientes, como Carlos Azuaga, el primer argentino en casarse en las islas y también el eslabón necesario que permitió unir a Francisco con la isleña.

Carlos Azuaga y Francisco La Regina son amigos y se juntan en el Museo de Veteranos de Guerra de Malvinas de Lanús
Carlos Azuaga y Francisco La Regina son amigos y se juntan en el Museo de Veteranos de Guerra de Malvinas de Lanús Rodrigo Néspolo – LA NACION

Ellos pudieron volver al continente, pero dejaron atrás a 649 compañeros, que perdieron la vida en las islas del Atlántico Sur.

Pasaron 38 años desde aquel día en el que sonó en todas las radios del país un himno inconfundible: «Tras su manto de neblinas, no las hemos de olvidar». En cada casa argentina se oyó al locutor oficial que anunciaba que las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur se habían recuperado para «el patrimonio nacional».Guerra de Malvinas, Comunicado Nº1 de la Junta Militar, 1982

Francisco recuerda bien ese día. Su número de sorteo había sido el 753 y estaba en Comodoro Rivadavia cuando escuchó la noticia en la radio. No entendía nada. «¿Qué pasa que está la canción?», preguntó a su superior.

– «Soldado, hemos recuperado las Malvinas»

Francisco La Regina (el segundo de la derecha) junto a compañeros de su batallón en las Islas Malvinas
Francisco La Regina (el segundo de la derecha) junto a compañeros de su batallón en las Islas Malvinas Rodrigo Néspolo – LA NACION

Unos días después, en el medio de la noche, lo subieron junto a su batallón a un avión Hércules. Llegó a la isla el 10 de abril de 1982. Pertenecía al Batallón Logístico IX y su tarea era trabajar con el armamento y abastecer con alimentos a los que estaban en primera línea. Su estadía en la isla estuvo marcada por los repliegues. Pasó 20 días en Moody Brook, el excuartel de los Royal Marines, pero el avance inglés era rápido y resistir era difícil. Así que junto a su compañía se retiraron hasta unas canteras que estaban a cuatro kilómetros de Puerto Argentino. «Nos metimos ahí e hicimos los primeros pozos de zorros donde dormíamos de a dos, pero se llenaban de agua y teníamos que hacer otros nuevos. Era todo muy precario».

Después de 20 días más, y como los británicos seguían avanzando, se replegaron en Puerto Argentino, la capital del archipiélago y donde se calcula que, al momento del conflicto, vivían 150 isleños. La comunidad kelper y los soldados argentinos no tenían contacto. «Ellos no querían. Nos tenían miedo y nos veían con recelo. Manteníamos una distancia», sostiene Francisco.

Imagen actual. Fue en el pueblo donde Francisco conoció a la lechera
Imagen actual. Fue en el pueblo donde Francisco conoció a la lechera Rodrigo Néspolo / LA NACION – Archivo

Allí se quedaron 10 esperando el final de la guerra, que llegó el 14 de junio, cuando el gobernador militar argentino, el general Mario Benjamín Menéndez, firmó la rendición ante los funcionarios ingleses. Las tropas argentinas ya no tenían municiones ni capacidad para sostener el combate.

Fue ahí, en el pueblo, donde Francisco conoció a la lechera.

El día que Macri dijo que las Malvinas serían un gasto

En una entrevista que sus partidarios prefieren olvidar, el entonces empresario más conocido por ser el hijo de Franco Macri había dicho que «las Malvinas serían un déficit adicional para el país».

28 de abril de 2021 – 10:40

Infonews.com/malvinas/el-dia-que-macri-dijo-que-las-malvinas-serian-un-gasto

El reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas es una de las pocas cosas que comparten tanto la ciudadanía como la dirigencia política en su conjunto. Sin embargo, el archivo suele jugarle malas pasadas a algunos. La miserable frase de Patricia Bullrich sobre la conveniencia de entregar las Malvinas a cambio de vacunas de Pfizer disparó un archivo: el día que Macri dijo que las islas solo serían un gasto para la Argentina.

Desde que Macri fue elegido jefe de Gobierno en 2007, su discurso sobre el archipiélago cambió y de aquel entonces a hoy mantiene una línea conveniente con el sentir de los argentinos. «De manera inexorable y en paz serán nuestras«, dijo repetidas veces en los últimos años.

Las Malvinas serían un déficit adicional para el país.

En 1997 el empresario que no pensaba en absoluto en el lugar político que ocuparía pocos años después fue consultado sobre la cuestión Malvinas y su respuesta sorprendió. En una entrevista con el diario Página 12, Macri minimizó el reclamo de soberanía y afirmó: «Nunca entendí los temas de soberanía en un país tan grande como el nuestro. Nosotros no tenemos un problema de espacio como tienen los israelíes (sic)».

Y no se quedó ahí. Fiel a su ideología de ajuste, el empresario señaló que «al Tesoro de Inglaterra le cuesta bastante plata por año mantener las Malvinas» por lo que, de recuperarlas, «las Malvinas serían un déficit adicional para el país«.

Una línea de conducta la de Juntos por el Cambio.

Malvinas: Verdades, posverdad y mentiras

Recién en 2072, a 90 años del fin de la guerra, los ingleses develarán sus secretos. Analistas de Inglaterra y Argentina evalúan que los caídos ingleses son más de mil. Una reseña podría corroborarlo.

Por Horacio Ríos

9 junio, 2017 | 14:52

noticiasurbanas.com.ar/noticias

Muchos aspectos que se refieren a los hechos que rodearon a la Guerra de Malvinas siguen , 35 años después, ocultos «tras un manto de neblina», de acuerdo con diferentes fuentes inglesas y argentinas.

Existe en el Reino Unido una disposición gubernamental que estipula el secreto de estado hasta 2072 sobre los pormenores de la actuación de sus fuerzas en la guerra. De esta manera, sólo tienen vigencia en estos tiempos sus propias declaraciones oficiales acerca del números de bajas que sufriera el ejército británico en la guerra que se desarrolló en territorio argentino, a pesar de que existen otras fuentes que desmienten que sólo haya sufrido 255 bajas totales y las llevan hasta 1.029 muertos en combate.

Las mismas fuentes elevan hasta 2.000 el número de heridos, contra los 777 que acusó el Gobierno de Margaret Thatcher. Al mismo tiempo, constituye una incógnita el número de chinos -que se enrolaron en Hong Kong- que perdieron la vida mientras formaban parte de las tripulaciones de las naves que fueron bombardeadas y hundidas.

Paralelamente, los británicos pagaron un alto costo en pérdidas materiales, ya que sufrieron que 31 embarcaciones -portaaviones, fragatas, destructores y lanchones de desembarco- fueran destruidas o, al menos, dañadas. Igualmente, los colonialistas perdieron 45 naves aéreas entre aviones Sea Harrier, helicópteros Sea King y otras, que fueron derribadas o averiadas.

Los analistas aseguran que los hijos de la voluptuosa rubia Albión estuvieron muy cerca de perder la guerra, de la que sólo pudieron salir victoriosos gracias al pérfido y alevoso apoyo que le brindaron los Estados Unidos de Norteamérica, que mientras encaraba negociaciones de paz en Buenos Aires, le pasaba la información que entregaban sus satélites a los ingleses, que así conocían de antemano la ubicación de las naves y los equipos de combate argentinos y podían atacarlos con precisión.

Sólo Italia e Irlanda desoyeron la exigencia anglosajona de aplicarle sanciones económicas a la Argentina, que incluyó el bloqueo a la provisión de armas como los misiles Exocet, que podrían haber modificado el rumbo de la guerra.

De todos modos, ante la posibilidad de perder la guerra, los mismos analistas aseguraron que el mando británico no habría vacilado en arrojar una bomba atómica sobre una ciudad argentina, que podría haber sido Buenos Aires, Bahía Blanca o Córdoba. Se comprobó ya que varios submarinos se emplazaron en el Mar Argentino, a unas doce millas de la costa, provistos de armamento nuclear. De esta manera, hubieran dado vuelta la guerra en su favor, como hicieron en 1945 los norteamericanos, que bombardearon Hiroshima y Nagasaki porque estaban a punto de ser derrotados por Japón.

De todos modos, las fuerzas británica no sólo sufrieron un duro castigo por la determinación de los argentinos en el combate, sino que el clima, los animales y la furia de los elementos también los golpearon con dureza. Algunas de las pérdidas de naves aéreas se debieron al mal tiempo y hasta un albatros suicida ingresó en el motor de un Sea King, que cayó al mar de las Malvinas.

Ya el 22 de abril, el día en que entraron en combate las fuerzas inglesas, dos helicópteros Wessex se estrellaron en Fortuna Glacier, al sur de las Islas Georgias. Al día siguiente, otro Sea King cayó en la Isla Ascensión, mientras reaprovisionaba a sus naves. En esos primeros días, artilleros argentinos derribaron dos Sea Harrier al repeler el ataque de una escuadrilla inglesa.

El mismo día, una formación de combate de la Fuerza Aérea Argentina lanzó un despiadado bombardeo sobre los buques Alacrity, Hermes, Arrow, Exeter y Glamorgan, ocasionándoles grandes daños y, aunque no los hundieron dejaron a varios de ellos fuera de combate y les mataron al menos a nueve ingleses y a un número de chinos que no se pudo determinar con claridad.

Días después, el cinco de mayo, una serie de durísimos ataques contra la flota pirata concluyeron con el hundimiento del destructor atómico Sheffield. Al día siguiente, dos Sea Harrier que habían partido desde el portaaviones «Invincible», desmentían el nombre de su nave madre estrellándose en la Isla Soledad, abatidos por el mal tiempo.

El 12 de mayo, entretanto, los bombarderos argentinos dejaron fuera de combate el Glasgow y averiaron al Brilliant, mientras que otro Sea King caía a tierra por fallas en su turbina. Cinco días después, otro Sea King cayó derribado por el albatros cerca de Punta Arenas, desnudando la traición de los vecinos de Argentina, que les permitieron a los británicos operar libremente en su territorio para atacar en la zona de Tierra del Fuego.

El 21 de mayo, la Fuerza Aérea Argentina hundió la fragata Ardent, en un ataque dejó 22 bajas británicas. Luego, en sucesivos ataques, los avezados aviadores argentinos dejaron fuera de combate al Argonaut, el Antrim y el Lynx, al tiempo que le causaban serios daños al Broadsword. El mismo día, la artillería argentina de tierra abatió a otro Sea Harrier.

Al día siguiente, dos Sea Harriers atacaron la lancha de Prefectura Río Iguazú, uno de cuyos ametralladoristas derribó a uno de ellos, que cayó al mar. Al día siguiente, el 23 de mayo, un Sea Harrier explotó al elevarse desde el portaaviones Hermes. El mismo día, un ataque con misiles Exocet culminó con el hundimiento de la fragata Antelope.

El 24 de mayo, la aviación volvió a proponerles a los británicos un día de muerte y destrucción. En varios furiosos ataques les causaron daños a los her majesty’s ships (navíos de la reina) Sir Lancelot, Sir Galahad, Sir Bedivere y Fearless, provocando muchas bajas entre sus 500 tripulantes y los 300 soldados que estaban siendo desembarcados en la Bahía de San Carlos.

Los argentinos conmemoraron su día patrio volviendo a sembrar la muerte entre los soldados que invadían su país. El 25 de mayo, entonces, dos aviones Super Étentard dispararon otro Exocet -el último que les quedaba- y hundieron el Coventry, que se fue a pique en sólo 15 minutos. También fue enviado al fondo del Mar Argentino el portacontenedores Conveyor, que transportaba a una numerosa tripulación china.

El mismo día, para ponerle marco a la celebración, más aviones argentinos aparecieron de improviso y atacaron a los hms Broadsword, Sir Lancelot y Alacrity -que habían debido ser reparados por un ataque anterior-, dejando para el final el debut del Yarmouth, que recibió por primera vez fuego argentino.

El 27 de mayo, un Harrier que volaba sobre la Pradera del Ganso fue derribado, como epílogo al derribo de otros dos Harriers en DarwinOtro Harrier que viajaba en el Hermes también se unió a sus otros compañeros de infortunio en una salida nocturna.

El ocho de junio fueron destruidos definitivamente los persistentes Sir Galahad y Sir Tristam, que habían vuelto al combate después de haber sido averiados en otros ataques. También fueron destruidos el lanchón Foxtrot -adonde fallecieron muchos tripulantes chinos- y fueron puestos fuera de combate los hms Avenger -que esta vez no pudoi vengar a nadie- y Plymouth en la Bahía Agradable.

Las vicisitudes de la Guerra de Malvinas causaron una larga serie de afirmaciones contradictorias. Pero la enumeración de las acciones descriptas hace pensar en que Argentina tuvo la iniciativa de la guerra en el aire, mientras que los ingleses estuvieron al frente en las acciones de tierra. La guerra en el mar fue un capítulo aparte, ya que la Armada Argentina, tradicionalmente proinglesa, amarró sus barcos en Puerto Belgrano, dejando el Mar Argentino a merced de la Royal Navy. También fue llamativa la facilidad que tuvieron las tropas inglesas para desembarcar en la Isla Gran Malvina, y que sólo contaron con la oposición de una solitaria patrulla al mando del joven y valeroso subteniente Carlos Estaban, que les presentó combate en evidente inferioridad de condiciones, que lo obligaron a retirarse pronto.

De todos modos, en la tierra y en el aire los soldados argentinos se comportaron con una entereza mucho mayor que su propia conducción militar, que claudicó con demasiada facilidad ante la invasión enemiga. Deberían ser revisados los errores táctios y estratégicos que cometió la citada conducción, cuyos errores dbieron subsanar con su valentía casi suicida los conscriptos argentinos, acompañados en esa actitud por algunos oficiales y suboficiales. Por eso, se puede hablar de una guerra sin conducción estratégica, aunque con mandos intermedios que sí estuvieron a la altura de las circunstancias.

Lo mismo, más allá de los fallos evidentes cometidos por la conducción superior, el segundo ejército más poderoso del mundo estuvo a punto de claudicar ante un ejército mal equipado, integrado por soldados no profesionales y traicionado por países que se suponían amigos y por soldados que debían defender a la Patria y no lo hicieron con la debida determinación.

Las mentiras de García Márquez sobre la guerra de Malvinas

elextremosur.com/nota/as-mentiras-de-garcia-marquez-sobre-la-guerra-de-malvinas/

El miércoles 6 de abril de 1983, el diario El País de España publicaba el artículo de opinión «Las Malvinas, un año después», firmado por Gabriel García Márquez. Existe una edición digital para su consulta. «Las Malvinas, un año después» comienza con una escena más parecida, por su forzado patetismo, a una remanida leyenda urbana que a las palabras de un escritor ocupado en comentar algo tan serio y dramático como una guerra. De entrada, entonces, García Márquez presenta el conflicto bélico del Atlántico Sur como una anécdota dudosa, que pretende ser trágica pero despierta dudas.

Escribe García Márquez: «Un soldado argentino que regresaba de las islas Malvinas al término de la guerra llamó a su madre por teléfono desde el Regimiento I de Palermo, en Buenos Aires, y le pidió autorización para llevar a casa a un compañero mutilado cuya familia vivía en otro lugar. Se trataba -según dijo- de un recluta de 19 años que había perdido una pierna y un brazo en la guerra y que además estaba ciego. La madre, feliz del retorno de su hijo con vida, contestó horrorizada que no sería capaz de soportar la visión del mutilado y se negó a aceptarlo en su casa. Entonces el hijo cortó la comunicación y se pegó un tiro: el supuesto compañero era él mismo, que se había valido de aquella patraña para averiguar cuál sería el estado de ánimo de su madre al verlo llegar despedazado.»

¿A qué dudas me refiero? Cualquiera que haya tratado a un veterano de Malvinas sabe el rol que cumplieron las madres durante el conflicto y ya iniciada la posguerra. Es difícil creer en esa negativa telefónica. Hubo y existe todavía una solidaridad muy grande entre los veteranos y sus familias. ¿Una madre que le dice que no a un hijo que vuelve de la guerra? ¿Una madre que niega su asistencia, por asco o aprehensión, a un compañero de armas de su hijo que encima está lastimado? Resulta difícil de creer. Por otra parte, la copiosa bibliografía sobre la guerra de Malvinas, sus causas y consecuencias, nunca habla de un suicidio en el Regimiento 1 de Palermo, que entendemos es el Regimiento de infantería 1 Patricios. ¿Un soldado se suicida en un regimiento y no queda asentado en ningún documento, periodístico o historiográfico? De hecho, no hay información al respecto. Tan simple como eso. García Márquez pone una excusa: la dictadura domina la prensa y oculta estos hechos. Pero, entonces, ¿cómo los conoce él? El novelista colombiano asegura que esas historias «andan por el mundo entero en cartas privadas recibidas por los exiliados». Y luego agrega: «Hace algún tiempo conocí en México una de esas cartas y no había tenido corazón para reproducir algunas de sus informaciones terroríficas». Pero el «corazón» para hacer pública esa información, oportuno, aparece gracias al festejo del triunfo británico en la prensa inglesa y norteamericana. Luego, el escritor agrega que la guerra fue «absurda», usando un adjetivo que ya nada dice sobre nada, y mucho meno sobre una guerra.

Antes de comenzar a examinar el catálogo de idiotismos, mentiras, verdades a medias y burradas que componen el centro de «Las Malvinas, un año después», me detengo en ese adjetivo porque El País provee también en su plataforma digital otro artículo de García Márquez, esta vez de un año antes, del 14 de abril de 1982, donde Gabo pide por los desaparecidos, señalando que, con la guerra, «el general Galtieri no ha hecho más que poner las cosas en su puesto. Pero lo ha hecho con un acto legítimo cuya finalidad es torcida». El camino que lleva de las cosas «en su lugar» y el «acto legítimo» al «absurdo» toma un año. También sirve, claro está, saber quién ganó la guerra.

Lo dicho: el núcleo del artículo expone un catálogo de infamias en el que se mezclan medias verdades y groseras mentiras. Repasar esa lista, punto por punto, no es una actividad ociosa y puede ayudar a entender, ni más ni menos, cómo procesamos y entendimos los argentinos la guerra. Sé que comentar cada una de estas afirmaciones puede percibirse como algo mecánico pero bien vale el esfuerzo.

Dice García Márquez: «Ahora se sabe que numerosos reclutas de 19 años, que fueron enviados contra su voluntad y sin entrenamiento a enfrentarse con los profesionales ingleses en las Malvinas, llevaban zapatos de tenis y muy escasa protección contra el frío, que en algunos momentos era de 30 grados bajo cero».

El regreso de los soldados de Malvinas: la historia de un ocultamiento

journals.openedition.org/nuevomundo

2019 (Re) Pensar Malvinas: visualidades, representaciones y derechos humanos

The return of the soldiers from Malvinas: the story of a concealmentCora Gamarnik, María Laura Guembe, Vanina Agostini et María Celina Flores

El retorno de los soldados de Malvinas luego de la derrota argentina en la guerra fue visto como una amenaza para las FFAA. Sus testimonios y su propio estado físico y psicológico podían contribuir a alimentar la indignación social y a profundizar el descrédito de la población ante la Junta Militar que había llevado al país a una guerra contra Gran Bretaña. Ante esto las FFAA diseñaron un plan para ocultar a los propios soldados. La misma metodología que habían utilizado durante el período previo de represión clandestina – encubrimientos, censura, amenazas, operaciones de inteligencia y complicidad mediática – fue implementada luego de la rendición argentina en las islas para que la población no pudiera ver ni recibir a los soldados. Este trabajo se propone reconstruir cómo se organizaron esos regresos, la estrategia de invisibilización que desarrolló la dictadura y el mandato de silencio que fueron obligados a firmar los propios excombatientes una vez retornados al continente. El ocultamiento de esos regresos se sumó así a la larga lista de acciones implementadas por el terrorismo de Estado tendientes a ocultar sus crímenes.

1

El retorno de los soldados de Malvinas, luego de la derrota argentina en la guerra, era una potencial amenaza para las FFAA. Sus testimonios y su propio estado físico y psicológico podían contribuir a alimentar la indignación social y a profundizar el descrédito y el creciente malestar de la población hacia la dictadura militar. Ante esto las FFAA diseñaron un plan para ocultar sus regresos. La misma metodología que habían utilizado durante el período previo de represión clandestina – encubrimientos, censura, amenazas, operaciones de inteligencia y complicidad mediática – fue implementada, luego de la rendición argentina en las islas, para que la población no pudiera ver ni recibir a los soldados. El ocultamiento de esos regresos se sumó así a la larga lista de acciones implementadas por el terrorismo de Estado tendientes a esconder las consecuencias de sus actos.

  • 1 El 14 de junio de 1982 el gobernador argentino dispuesto por la dictadura en las islas Malvinas, Ma (…)

2

Las fuerzas armadas argentinas eran conscientes de la derrota inminente no solo militar sino también política y simbólica en Malvinas mucho antes de que terminara la guerra. En los altos mandos argentinos se sabía que la rendición era inevitable. De todos modos mantuvieron un tiempo más los combates a un altísimo costo de vidas que se perdieron en los últimos días de la guerra. Cuando finalmente sobrevino la rendición, se elaboraron estrategias para atenuar su efecto simbólico1. Una de ellas fue evitar que los medios de comunicación transmitiesen la imagen de la bandera británica ondeando nuevamente en las islas. El punto 7 del acta de rendición firmada por Menéndez y Moore señalaba: “Las tropas argentinas evacuarán las islas a bordo de buques y aeronaves argentinas”. Pero la dictadura militar no pudo cumplirlo, las fuerzas armadas argentinas no eran capaces de organizar en barcos propios el regreso de los soldados al continente.

  • 2 El 18 de junio de 1982, cuatro días después del fin de la guerra, el ARA Bahía Paraíso transportó 1 (…)

3

Como Gran Bretaña exigía que todos los combatientes argentinos se retirasen lo antes posible de las islas, ofreció trasladarlos en sus propios barcos. El riesgo entonces era que las fuerzas argentinas atacasen esos buques. Tras el compromiso argentino de dejar circular los barcos británicos con los soldados argentinos de regreso, comenzó el operativo de retorno. Los soldados fueron llevados a Puerto Argentino y allí entregaban sus armas y municiones. Fotógrafos británicos registraron esos días en los que las tropas permanecieron en galpones esperando ser trasladados. Las fotografías muestran largas filas de soldados formados en la pista de aterrizaje entregando sus armas y preparados para subir a alguno de los barcos que los traerían de regreso2.

4

De esos momentos hay un testimonio elocuente de la inoperancia, la imprevisión y las desinteligencias entre las distintas armas de las FFAA argentinas:

  • 3 Testimonio de Guillermo, en Kon, Daniel. Los chicos de la guerra, Buenos Aires, Círculo de Lectores (…)

Nos juntamos todos en galpones, cerca del hospital. Y allí fue donde empezamos a descubrir galpones y más galpones ¡llenos de comida hasta el techo! Cuando nosotros bajábamos a robar (comida) habíamos descubierto tres o cuatro depósitos, pero resulta que había como cuarenta. Eran galpones enormes, llenos hasta el techo, tan llenos que en algunos casos no podíamos entrar nosotros de tanta comida que había. Y lo que más bronca me dio fue que los ingleses tuvieron que darnos esa comida. Era la primera vez que yo veía cajas con la comida de las raciones y fue un soldado inglés el que me la dio. Después nos hicieron entregar las armas3.

5

A la pésima planificación y organización estratégica y logística de la guerra se le agregó la nula posibilidad de organizar el retorno.

6

Una de las formas de impedir que se conociera el estado físico y psicológico de las tropas argentinas al momento de la rendición fue prohibir la producción y circulación de fotos y filmaciones. Para ello se interceptaron y se velaron los rollos que los fotógrafos argentinos enviados de Télam – únicos que habían podido permanecer hasta el final en las islas – habían obtenido en los últimos días de su estadía. También se requisaron las cámaras de fotos que tenían en su poder algunos soldados. Tanto oficiales argentinos como británicos les quitaban a los soldados las cámaras de fotos que tenían en su poder4.

  • 5 El 1 de mayo de 2019 Román Von Ekstein compartió en su cuenta de facebook la tapa de la revista Ste (…)

7

El destino de las fotos que habían logrado obtener al final de la guerra Román Von Ekstein y Eduardo Farré, los enviados de Télam a las islas, fue la venta a medios extranjeros por parte de algunos militares y de los jefes de la propia agencia oficial o su lisa y llana desaparición5.

8

Von Ekstein relata:

  • 6 Román Von Ekstein había regresado al continente unos días antes de la rendición. Ver Sánchez, María (…)

Yo llego al continente con un paquete de material – habrán sido 50 rollos – sin revelar […]. Llego a Comodoro Rivadavia y me vienen a buscar. Me preguntan dónde están los rollos. Me los sacaron, me trataron mal […]. Me dicen que ellos van a mirar las fotos y que después las vaya a buscar. […] Me quedé cinco o seis días más reclamando y me fui sin nada. Se quedaron con todo6.

9

Farré por su parte regresó luego de la rendición argentina, el 15 de junio, con alrededor de sesenta rollos en su poder. El periodista Diego Pérez Andrade, también corresponsal de Télam en las islas y quien regresó con él, relata:

Sabíamos que el gobierno militar interceptaba y se incautaba de todo material periodístico que habíamos intentado introducir clandestinamente en el continente. Generalmente eran rollos de fotos, o en el caso de ATC cassettes de video, que enviábamos con las tripulaciones de los poquísimos Hércules C-130 o los Fokker que lograban burlar el bloqueo en su regreso a Comodoro, Río Gallegos o Río Grande. […] a partir del 15 de mayo a los pilotos y acompañantes, al poner pie en tierra en el continente, los revisaban de pies a cabeza. Entre el grupo de civiles que volvía con nosotros a bordo del Irízar no dudamos en elegir al jujeño Facundo Tolaba, un empleado de Vialidad Nacional que había manejado una retroexcavadora para horadar el suelo de turba y construir los pozos de zorro para los soldados. […] Escondimos los rollos de fotos en paquetes de dos kilos de café […]. [Cuando llegamos nos llevaron] a unos galpones en desuso donde funcionaba una unidad de Inteligencia militar, al mando del coronel Esteban Solís, que nos recibió con una arenga supuestamente patriótica según la cual ‘el particular momento por el que atraviesa el país torna inconveniente que ustedes cuenten lo que vieron en nuestras islas irredentas’. […] Al que primero revisaron fue a Tolaba y a su humilde bagayo, que era una valija de cartón atada con una soga. Cuando comenzaron a caer los rollos de los tajeados paquetes de café, el hombre de Vialidad nos miró en silencio, con cara de póker. No nos vendió. Pero saltamos y nos hicimos cargo. Y eso dio pie a los uniformados para que nos ordenaran desnudarnos por completo y colocarnos de cara a la pared con los brazos arriba y las piernas separadas. Hacía un frío de locos, pero allí estábamos, en bolas y en silencio. […] Nos sacaron los rollos, los cassettes y varias libretas con apuntes. Todo lo que oliera a memoria periodística de la guerra7.

  • 8 Von Ekstein en Sánchez, María Esperanza, Tras un manto de neblinas. El circuito de las fotos de Mal (…)

Farré me contó que el 14 había hecho en la avenida Ross fotos de los soldaditos después de la rendición, dejando los cascos y las armas en la calle y se lo sacó un oficial […]. Farré lo encontró después y le preguntó: ‘¿Qué hiciste?’. Y le contestó: ‘Los velé’. […] A la televisión le hicieron lo mismo8.

10

A la destrucción y el robo del material fotográfico que contenía el registro del final de la guerra, la rendición y la organización del retorno, le seguiría la invisibilización y el ocultamiento de los propios soldados en su llegada al continente. El objetivo era esconderlos prohibiendo todo tipo de contacto con la población para ocultar las condiciones físicas y psicológicas en las que regresaban y contar así con tiempo de mejorar su imagen y su estado físico. Para cumplir dicho objetivo, en muchos casos, los excombatientes estuvieron recluidos por horas, días y hasta semanas en los destinos militares sin poder contactarse con sus familias ni tampoco verlas. Durante esos días les daban de comer para engordarlos y les brindaron cuidados médicos, en muchos casos los primeros que recibían desde que habían sido embarcados a las islas.

11

El ocultamiento tenía también por objetivo imponer el silencio a los excombatientes sobre sus experiencias en las islas. La intención de las tres fuerzas fue ocultar a la sociedad el pésimo desempeño que tuvieron para evitar la profundización del desprestigio que ya recaía sobre las FFAA. La idea era que “la ropa sucia se lava en casa” y la casa era el interior de los cuarteles. Mientras para oficiales y suboficiales la orden era explícita y asumida como parte de sus funciones, para los soldados en cambio se dictaba en forma de amenazas.

12

En algunos casos las sugerencias vinieron dadas en función de “resguardar a sus seres queridos” para que no se preocuparan por su estado. En otros argumentando que la sociedad tendría una reacción adversa contra ellos.