Torturas en la Guerra de Malvinas

Confirman procesamientos por torturas en Malvinas | Por haber estaqueado y enterrado soldados hasta el cuello como castigo por robar comida

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09 de abril de 2021

 (Fuente: Télam)
. Imagen: Télam

La Cámara Federal de Comodoro Rivadavia confirmó el procesamiento sin prisión preventiva de tres militares retirados y dictó la falta de mérito de un cuarto en la causa que investiga torturas a soldados de la propia tropa durante la guerra de Malvinas. A seis días del 39º aniversario del inicio del conflicto bélico con Gran Bretaña, el tribunal confirmó por mayoría que se trata de delitos de lesa humanidad, por ende no prescriben, y ratificó de manera parcial el fallo que había dictado en febrero del año pasado el Juzgado Federal de Río Grande, Tierra del Fuego. 

Hoy los torturadores van a dormir menos tranquilos. Hoy se avanzó y mucho y dimos un paso importante en materia de verdad y justicia. Esto es la construcción del Nunca Más de Malvinas», sostuvo el abogado Jerónimo Guerrero Iraola, del Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas de La Plata, que interviene como querellante en la causa.

Con votos de Javier Leal de Ibarra y Aldo Suárez, la Cámara confirmó el procesamiento de Eduardo Gassino, Gustavo Calderini y Miguel Ángel Garde, en tanto consideró que no existen elementos suficientes para procesar pero tampoco para sobreseer a Belisario Affranchino Rumi, que sigue imputado en la causa

Los magistrados coincidieron con la jueza federal fueguina Mariel Borruto al considerar que se trató de delitos de lesa humanidad aunque modificaron su criterio al definirlos como “vejaciones” y no como “imposición de tormentos”, calificaciones ambas asimiladas al concepto de torturas en los tratados internacionales suscriptos por la Argentina.

Los estaqueamientos y enterramientos en Malvinas, que comenzaron a investigarse en 2007 a partir de una denuncia del entonces subsecretario de Derechos Humanos de Corrientes, Pablo Vassel, no fueron hechos aislados o aleatorios sino que “presumiblemente formaron parte de una agresión, desplegada por la superioridad contra el personal subalterno, que por lo menos habría gozado de la aquiescencia del Estado”, indicaron los camaristas. 

Juzgaron como una “práctica corriente realizada por el personal superior” la aplicación de “sufrimientos, consistente en la privación injustificada de alimentos, aplicación de sanciones ilegitimas y degradantes”, que definieron como parte de una “política de supremacía de los altos mandos por sobre los soldados más rasos”.

Los soldados Mario Sánchez y Ramón Salvador Caballeros “habrían sido estaqueados de pies y manos por más de dos días, ocasión en que se habría producido un bombardeo sobre la posición, lo que habría provocado la muerte de los nombrados”, apuntan los camaristas al enumerar los casos por los que dictaron los procesamientos. 

Algunos soldados fueron “obligados a sentarse en el interior de un pozo para luego ser enterrados hasta el cuello, situación en la que permanecieron sin abrigos y sin cascos, entre nueve y diez horas, por haber sustraído y posteriormente haberse comido una oveja”. Otro fue obligado a “colocar sus pies cerca del fuego, con sus borceguíes y medias, ordenándole que no se moviera durante un día, para luego ser obligado a volver a su posición, circunstancia que le produjo ampollas en los costados de los dedos grandes”.

Un soldado estuvo estaqueado durante ocho horas bajo una nevada “a modo de castigo por el supuesto robo de comida”. Hubo también un “enterramiento en un pozo hasta el cuello, sin abrigos, sin cascos por más de diez horas, bajo temperaturas extremas y sin alimentos sufriendo las contingencias del clima y suelo congelado cuando pretendía dar aviso a su superior del castigo que se encontraban sufriendo sus compañeros”. 

Uno salvó su vida de milagro luego de estar “estaqueado durante cuatro o cinco horas, atado de manos y pies con un nylon cubriéndolo durante un bombardeo nocturno”, mientras sus compañeros fueron obligados a realizar “movimientos vivos sobre el barro con hielo bajo la nieve mientras sufrían amenazas de ejecución”. 

“Luego, cuando no se podía levantar debido al cansancio y al frío, sus superiores les habrían efectuado entre seis y siete disparos entre sus piernas y los habrían hecho parar en posición de firme mientras les pegaban con una barra de acero que se utiliza para limpiar los caños de los fusiles”, relataron. 

En el caso de José Alberto Yanevich, sus superiores lo agredieron verbalmente y luego lo estaquearon durante dos días y le rompieron la nariz de un culatazo. “En ocasión en que se encontraba estaqueado, se habría producido un bombardeo y la deflagración de una bomba le habría provocado una ceguera momentánea que habría derivado en permanente”, recordaron.

En disidencia con el voto mayoritario, la tercera camarista, Hebe Corchuelo de Huberman, consideró que más allá de la gravedad de los hechos no se trata de delitos de lesa humanidad, por lo que a su entender estarían prescriptos por el paso del tiempo. 

Aunque las torturas y abusos “pudieron haber atentado gravemente contra bienes jurídicos individuales, no resulta suficiente para su conceptualización como delitos de lesa humanidad”, sostuvo. 

“No surgen constancias que permitan comprobar la pertenencia de dichos actos a algún plan de persecución o aniquilación sistemática. Por más aberrantes que puedan resultar las acciones que presuntamente se habrían desarrollado, no se encuentran acreditados los requisitos de sistematicidad ni generalidad del ataque, como elementos que elevarían los delitos supuestamente cometidos a la categoría más grave de delitos contra la humanidad”, escribió.

Salen a la luz por primera vez los archivos secretos de Malvinas que confirman torturas a soldados

Télam

La desclasificación de los archivos secretos de las fuerzas armadas sobre la guerra de Malvinas, conocidos esta semana, testimonia y ratifica las graves violaciones a los derechos humanos que fueron cometidas contra los soldados por parte de sus superiores, y revela un plan de la dictadura para ocultar estos delitos al regreso de las tropas al continente.

Un primer informe del material que sale a la luz 33 años después de la guerra fue entregado esta semana por el ministro de Defensa, Agustín Rossi, a la Comisión Nacional de Ex Combatientes, luego de que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ordenará -a través del decreto 503/15- la desclasificación de toda la documentación vinculada a Malvinas que se encontraba en los archivos de las fuerzas armadas.


«Estos documentos corren el velo de hechos que fueron ocultados durante años por las propias fuerzas armadas y serán un gran aporte para la justicia», manifestó a Télam Ernesto Alonso, titular de la comisión de ex combatientes e integrante del CECIM de La Plata, que motorizó en 2007 la denuncia ante la justicia por las torturas y vejámenes que sufrieron los soldados durante el conflicto bélico
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Entre la documentación desclasificada, se encuentran las denominadas «actas de recepción» que debieron completar los soldados a su regreso al continente, al término de la guerra, donde se dejaba constancia del estado de salud y las condiciones con las que habían sido tratados en las islas.

Los documentos fueron analizados por un grupo de investigación dependiente de la Dirección Nacional de Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario, digitalizada por el equipo de archivos de esa dependencia y su inventario puede ser consultado en la web www.archivosabiertos.com.

«Estos documentos corren el velo de hechos que fueron ocultados durante años por las propias fuerzas armadas y serán un gran aporte para la justicia»Ernesto Alonso, titular de la comisión de ex combatientes»La documentación es muchísima. En este primer relevamiento de los casos más emblemáticos, hicimos entrega de unas 700 actas, donde los testimonios -clasificados como secretos- acreditan los maltratos contados por las propias víctimas o por compañeros que relatan lo que vieron», explicó a Télam Stella Segado, directora de Derechos Humanos de la cartera de Defensa.

La mayoría de esos testimonios relatan que sufrieron pie de trinchera -congelamiento de los pies por la humedad y el frío del terreno-, desnutrición, casos de estaqueamiento, enterramiento en fosas y otros tipos de castigos físicos por haber dejado sus puestos para salir en busca de la comida que escaseaba entre los soldados.

La información desclasificada será remitida en los próximos días a la justicia federal de Río Grande, en Tierra del Fuego, donde tramita la causa por abusos sufridos por soldados durante el conflicto del Atlántico Sur, y también a la Procuración General de la Nación para el seguimiento del expediente.

Una de las actas, a la que accedió Télam, da cuenta del testimonio de un teniente primero que relata que un oficial «lo ató de pies y manos a la espalda, colocándolo de cara al suelo, en la arena mojada de la playa, desde las 9 hasta las 17 horas», u otro de un sargento que recibió patadas en los testículos por lo cual debió ser operado.

Otro documento secreto -firmado por el entonces comandante en jefe del Ejército, teniente general Cristino Nicolaides, el 30 de diciembre de 1982, seis meses después de terminada la guerra- revela un plan de la dictadura para ocultar esos delitos cometidos en las islas.

En el texto -rotulado como «secreto» por el Ejército- Nicolaides dejó asentados los lineamientos para ocultar las torturas y vejámenes que aplicaron a los conscriptos, en una nota dirigida al comandante del V Cuerpo del Ejército.

En esa nota, a la que también pudo acceder Télam, se indica que a la hora de impulsar una investigación interna, los vejámenes fueran considerados como simples «faltas disciplinarias» y que en los casos en que sea imposible por la gravedad del hecho, que se le informe la situación a él en persona para resolver el problema.

«En los casos en que se acreditare alguna infracción las respectivas resoluciones no excederán el ámbito disciplinario, dentro de pautas de mesura, guardando la adecuada reserva», fue la orden escrita por Nicolaides, a fin de evitar filtraciones a la sociedad en un momento en que los dictadores procuraban conservar el poder tras la derrota en la guerra.

«Esta documentación demuestra que hubo una planificación de Inteligencia para evitar que los relatos de los soldados trascendieran cuando volvieran al continente», explicó Alonso, quien adelantó que todo el material desclasificado también será remitido a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

Los ex combatientes recurrieron a esta instancia por «negación de justicia» luego de que la Corte Suprema de Justicia declarara prescripta la causa y clausurara la investigación.

Guerra de Malvinas: indagarán a seis militares por torturar soldados

La Justicia puso fecha para las declaraciones entre el 13 y el 22 de abril. Las torturas incluyeron «enterramientos en suelo congelado durante horas».

03 de marzo de 2021 – 12:48

Indagarán a seis militares por torturar a conscriptos durante la Guerra de Malvinas. 

Tras años de dilaciones, según destaca la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), la Justicia puso fecha a las indagatorias a seis militares acusados de torturar soldados argentinos durante la Guerra de Malvinas.

La jueza Mariel Borruto, a cargo del Juzgado Federal de Río Grande, fijó para abril las audiencias indagatorias al general Omar Parada y otros cinco oficiales: Emilio Samyn Duco, Jorge Díaz, Jorge Santiago Caldelago, Horacio Vlcek y Jorge Masiriz.

Las declaraciones se realizarán por videoconferencia, con asistencia de la Policía Federal, entre el 13 y el 22 de abril, consignó la CPM en un comunicado en el que celebró el movimiento de la causa dos años después del llamado a declaración indagatoria dispuesto por el entonces juez federal subrogante en Río Grande, Federico Calvete.

https://www.infonews.com/malvinas/guerra-malvinas-indagaran-seis-militares-torturar-soldados

En su resolución, la jueza federal sostuvo que los imputados impusieron tormentos a más de 20 soldados pertenecientes al Regimiento de Infantería Nº 5 del Ejército Argentino para «castigar de manera cruenta y desmedida las presuntas infracciones disciplinarias».

Entre las torturas citadas en el expediente se habla de «estaqueos y enterramientos bajo temperaturas extremas y suelo congelado durante varias horas, amenazas con arma de fuego, sumersión de la cabeza en agua helada», entre otras.

En 2018, el entonces juez federal subrogante Federico Calvete había citado a declaración indagatoria a 18 militares; sin embargo, tras asumir en el cargo, Borruto suspendió las audiencias sin fijar nuevas fechas.

En diciembre de 2019 se realizaron las primeras cuatro indagatorias y en febrero del año pasado Borruto procesó sin prisión preventiva a los militares Miguel Gardé, Belisario Affranchino, Eduardo Gassino y Gustavo Calderini.

Malvinas: los chicos murieron, los jefes los torturaron

Las vejaciones sufridas por soldados a manos de oficiales y suboficiales es uno de los costados más aberrantes de la guerra. Parafraseando el histórico canto “los chicos murieron, los jefes los vendieron”.

Rosa D’Alesio@rosaquiara

Gloria PagésHermana de desaparecidos | CeProDH | @Gloria_PagesLunes 2 de abril de 2018 | 00:00

Lunes 2 de abril de 2018 | 00:00

laizquierdadiario.com/Malvinas-los-chicos-murieron-los-jefes-los-torturaron

Mario Benjamín Menéndez, Gobernador de las Malvinas designado por el genocida Galtieri

Las Malvinas fueron un campo de batalla no sólo contra el imperialismo inglés. En las islas se libraba una batalla interna también en condiciones de extrema desigualdad. Soldados con escaso entrenamiento y alimentación aún más escasa, sin abrigo ni calzado acorde al frío feroz, armamento obsoleto. Luchaban, también, por sobrevivir a las condiciones que impusieron sus cobardes e irresponsables jefes.

La dictadura genocida replicaba en las islas los métodos empleados en el continente: la tortura y el encierro como disciplinadores. Los que se rindieron ante el imperialismo sin tirar un solo tiro como Alfredo Astiz, y que después pretendieron llamarse “héroes”, se jactaban de haberse hecho del poder y llevar adelante, durante seis años, un genocidio contra los trabajadores y el pueblo.

Las denuncias de los soldados dan cuenta de aberrantes métodos de tortura por parte de los oficiales, de muertes por congelamiento y por hambre. La oficialidad, en cambio, comía y bebía como si a su alrededor nada estuviese ocurriendo.

Mucho tiempo pasó luego de la guerra para que esto se hiciera público. Las Fuerzas Armadas hicieron correr el pánico para que nadie hablara. Así se entiende la tasa de suicidios entre los excombatientes. Si bien el Estado no tiene estadísticas, los excombatientes calculan que son alrededor de 500, casi tantos como los 649 que murieron en el conflicto bélico.

En 2007 se empezaron a presentar denuncias de torturas en una causa que se sigue en Río Grande, Tierra del Fuego, y que llegó a reunir cerca de 120 casos en los que se imputó a 70 oficiales y suboficiales.

La mayoría de esos testimonios relatan escalofriantes tormentos. Sufrieron congelamiento de los pies por la humedad y el frío del terreno, desnutrición, estaqueamiento, enterramiento en fosas y otros tipos de castigos físicos por haber dejado sus puestos para salir en busca de la comida que escaseaba entre los soldados.

Silvio Katz, uno de los conscriptos que realizó las denuncias, apuntó directamente contra su oficial Flores Ardoino. En una entrevista a Página/12 de abril de 2012 relató que a él y otros soldados Ardoino les “sacó lo que habíamos comprado para todos y nos estaqueó. Era como Túpac Amaru sin caballos. Ponen cuatro estacas en el suelo y te ponen con los brazos y las piernas estiradas a diez centímetros del suelo. Veinte grados bajo cero y vos con calzoncillos y una remera de manga corta. Y te dejan horas. A mi compañero, porque era ‘rebelde’, le puso una granada en la boca que si llegaba a escupirla volábamos los dos. Y a mí, por ser judío, me hizo orinar por mis compañeros”.

El subteniente Gustavo Malacalza del Regimiento 12 fue acusado de haber estaqueado a tres conscriptos por haber abandonado sus puestos para ir en busca de comida y revelar sus posiciones con armas de fuego. Oscar Núñez, también excombatiente, relató a varios medios que él y dos compañeros estaban carneando una oveja cuando fueron descubiertos por Malacalza, quien junto a otros militares “empezaron a patearnos y pisotearnos, finalmente llegó el estaqueo”.

“A veces matábamos una oveja; teníamos que comer la carne cruda, con la sangre que nos manchaba la cara… El hambre te hace hacer cosas que nunca pensás que podes llegar a hacer. El hambre es algo terrible”, relató el tucumano Carlos Quirós, también excomabtiente, a La Gaceta en 2013.

Desclasificación de los archivos

Luego de 33 años de lucha y de denuncias, en 2015 el Estado desclasificó los archivos y se entregaron 700 actas de las Fuerzas Armadas a la Comisión Nacional de ex Combatientes de Malvinas. Muchos de esos testimonios son las “actas de recepción” que los soldados tuvieron que completar al llegar al continente una vez terminada la guerra. Allí relatan los tratos ultrajantes a los que fueron sometidos y el estado de salud en el que se encuentran.

Esa documentación fue presentada por el Centro de Ex Combatientes Islas Malvinas (Cecim) de La Plata, querellante en la causa, como prueba en los tribunales de Tierra del Fuego.

Ernesto Alonso, integrante del Cecim, solicitó en ese momento que sean indagados cerca de doce militares, pero hasta ahora la Justicia continúa desoyendo el pedido. Alonso señaló entonces a la agencia Infojus que “a esta altura existe una clara responsabilidad del Poder Judicial. La causa cumplió diez años en el 2017. Las pruebas sobran y son oficiales. No puede ser que uno de los militares imputados haya fallecido antes de ser indagado. Hablamos ya de una impunidad judicial y biológica”.

La (in)justicia es una más de las torturas

Esta dura batalla judicial se da contra la propia Corte Suprema de Justicia de la Nación, que en mayo de 2015 decidió dar por clausurado el tema y rechazó el último pedido presentado por excombatientes para que las torturas y tratos humillantes sufridos en Malvinas sean considerados crímenes de lesa humanidad, por lo tanto imprescriptibles.

Frente a este blindaje judicial, desde el Cecim señalaron en ese momento que se quería “imponer lo que no pudieron hacer los militares durante la dictadura, que es silenciarnos”. Y agregó que el Cecim tiene “más de 125 denuncias y no vamos a dejar que queden impunes”.

Los excombatientes apelaron este fallo de la Corte ante a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), planteando una denegación de justicia por parte del Estado argentino. A partir de estos documentos se puede plantear una pelea más fuerte para que de una vez por todas se considere el carácter “imprescriptible” de estas vejaciones sufridas por los soldados en Malvinas a manos de los mismos que el continente torturaban, secuestraban y asesinaban.

Los caídos en Malvinas que aún no fueron identificados

En la Guerra de las Malvinas murieron 649 soldados argentinos. En el cementerio de Darwin están enterrados 237 de ellos, de los cuales se desconocía hasta hace poco la identidad de 123. La lucha por recuperar la identidad de los caídos enterrados como NN, que llevaba años, recién a fines de 2011 encontró algunas respuestas favorables, cuando excombatientes y familiares de los caídos presentaron un recurso de amparo ante la Justicia para que ordene su identificación.

A fines de 2016 Argentina y Gran Bretaña llegaron a un acuerdo para formar un equipo forense que identifique el ADN de los soldados enterrados. Por su parte excombatientes de Malvinas, familiares de los soldados caídos en combate, junto a organismos de derechos humanos decidieron lanzar, también a fines del 2016, una campaña para impulsar la identificación de esos 123 soldados enterrados como NN.

En este marco a mediados de marzo de 2017 viajó a las islas una delegación de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM), integrada por el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, Nora Cortiñas de Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora, el excombatiente Alonso y el sacerdote José María Di Paola, entre otros. El viaje tuvo como objetivo reclamar por la “identificación de los 123 NN. Memoria, verdad, justicia y soberanía”, pero también denunciar la violación a los derechos humanos que sufrieron los soldados por parte de los militares argentinos.

La visita de los integrantes de organismos de derechos humanos, y en particular las declaraciones de Pérez Esquivel, que reclamó por la necesidad urgente de identificar a los enterrados como NN, fue repudiada por un grupo de familiares de excombatientes a través de un comunicado donde negaron que hubieran NN, e indicaron que “no podemos permitir que el odio y el resentimiento, producto de las luchas fratricidas que asolaron a nuestra comunidad, se ensañen con la honra a nuestros seres queridos, que entregaron sus vidas por una causa justa, avalada por la inmensa mayoría del pueblo argentino”.

Y acusaron a la delegación convertir a quienes cayeron peleando contra las fuerzas armadas británicas en “víctimas” de la última dictadura militar. “No son NN, son héroes de la patria”, gritaban.

Quienes dicen esto pertenecen a una comisión de Familiares de Caídos en Malvinas, diseñada por la dictadura a fines de la guerra, para contener los reclamos de los soldados y familiares. Desde que la Justicia falló a favor del derecho a la verdad que reclaman excombatientes y familiares de los caídos, está comisión se puso más activa para impedir que avance la identificación de los NN. Les preocupa que los forenses no sólo identifiquen los cuerpos, sino que se conozca las causas de la muerte.

Como ya informó este diario, esta “comisión” fue creada por Héctor Cisneros, un exmiembro del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército y hermano de un militar caído. Cisneros y otras personas fueron designadas en los 90 por el Gobierno de Menem como “administradores” del cementerio de Darwin.

La lucha de familiares y excobatientes logró que este año se conociera la identidad de 90 soldados caídos en Malvinas. Aún hay 32 NN. Ahora el Gobierno de Mauricio Macri, aprovechó la ocasión para mostrarse comprometido con la verdad histórica y envió a Avruj con la comitiva de familiares. El 26 de marzo un total de 248 familiares aterrizaron en las Islas Malvinas y se dirigieron al cementerio de Darwin, donde yacen los cuerpos de 123 caídos en la guerra de 1982.

A 36 años de la guerra de Malvinas, el reclamo de juicio y castigo a los cobardes que capitularon ante las tropas inglesas y torturaron a los soldados argentinos, sigue más vigente que nunca.

Un grupo de ex combatientes de Malvinas denunció a militares por torturar soldados durante la guerra

Torturas en la Guerra de Malvinas

Un grupo de ex combatientes de Malvinas denunció a militares por torturar soldados durante la guerra. Pidieron que fueran sentenciados por crímenes de lesa humanidad. Hace unos días, la Corte Suprema rechazó el pedido en un fallo de sólo nueve líneas. El cronista y ex combatiente Roberto Herrscher analiza las implicancias de esa decisión, el estatus de los conscriptos y dice que esos delitos no deberían prescribir.

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*Fotos pertenecientes al libro de María Laura Guembe y Federico Lorenz, Cruces. Idas y vueltas de Malvinas,  Buenos Aires, Edhasa, 2007.

Sí, soy un ex combatiente de la guerra de las Malvinas. Pero no, no es esa la razón por la que estoy indignado.

La Corte Suprema de nuestro país le da la espalda al grito de justicia de los veteranos de La Plata. Y en este pedido de justicia por las torturas cometidas contra soldados por sus jefes en Malvinas, aun los que no habían nacido en 1982 deberían sentir como propia la causa de esos chicos de los pozos de zorro en los montes alrededor de Puerto Argentino que, cuando llegaron las tropas británicas, ya estaban quebrados.

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El caso que presentan, décadas después de la guerra, los integrantes de la más consecuente e independiente asociación de veteranos, el CECIM de La Plata, debe hacernos reflexionar sobre muchas cosas: es un caso que nos apela y nos pinta como sociedad.

Primero, los hechos. En abril de 1982, unos 10.000 soldados de las tres armas fuimos enviados a las Malvinas en una operación pésimamente preparada, en la que no teníamos ninguna chance contra un ejército del Primer Mundo.

Los británicos venían ejercitándose contra las inclemencias del frío en campos de entrenamiento en el norte de Noruega, y de pelear en sus guerras coloniales en los cinco continentes. Venían armados y vestidos para ganar la guerra.

Nosotros dábamos pena. En su excelente documental sobre Los héroes de Miramar, el cineasta Laureano Clavero da voz a hombres todavía aturdidos y avergonzados por haber ido a pelear sin tener la más mínima idea de qué hacer en combate. Uno de sus testimonios dice que muchos de sus compañeros jamás pisaron el cuartel: como eran clase 63, una o dos semanas después de entrar a “la colimba”, fueron enviados a Malvinas.

Los testimonios de sobrevivientes de la guerra, desde el pionero Los chicos de la guerra de Daniel Kon hasta Iluminados por el fuego de Edgardo Esteban abundan en historias de este tipo. Salvo honrosas excepciones, nuestros jefes trataban a su tropa como carne de cañón.

Yo nunca había tenido en mis manos un FAL. Cuando me dieron uno en Malvinas, me dijeron que no podía gastar munición en prácticas. Si hubiera tenido que enfrentar a un enemigo, lo hubiera hecho con un fusil con el que no había disparado nunca. Pero ni siquiera hubiera llegado a eso: mi FAL se encasquetó con el agua de mar y no funcionaba. Nunca nos enseñaron a cuidarlo para que pudiera salvarnos la vida.

Cuando doy conferencias y charlas sobre Malvinas, pongo un ejemplo que, creo, sirve para explicar ese combate tan desigual: en el monte Longdon, en plena noche, los marines británicos venían con anteojos de visión nocturna, con fusiles con miras infrarrojas. Los chicos de Corrientes y de Salta, además de la falta de preparación, además del hambre y el agotamiento por pasarse tres meses en un pozo inundado, no veían un carajo.

Era como pelear con una venda en los ojos. Así nos mandaron a Malvinas.

Pero la causa que la Corte Suprema despacha en nueve líneas no es sobre la terrible falta de preparación, de medios o de buena dirección de la guerra. Es otra cosa: son torturas, tratos humillantes y degradantes.

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Por eso el CECIM pedía que un grupo de oficiales y suboficiales fueran sentenciados por crímenes de lesa humanidad. Los oficiales y suboficiales acusados no se defendieron diciendo que las acusaciones no son ciertas. Dijeron, en cambio, que el delito había prescrito. 

Los abogados del CECIM respondieron que no podían prescribir porque eran hechos de lesa humanidad, en la misma categoría y con la misma gravedad de las violaciones a los derechos humanos cometidos durante la dictadura.

Eso es lo que se jugaba en este juicio: si lo que se hizo con los conscriptos en Malvinas podía ser considerado como los crímenes de lesa humanidad de la dictadura.

Y otro elemento a tener en cuenta es a qué jurisdicción corresponden los hechos. Los desaparecidos, torturados y asesinados eran civiles. Aunque el crimen lo cometieran militares, esas acciones no entraban en el terreno de la jurisdicción militar. ¿Pero qué es un conscripto? ¿Es un civil obligado a pasar unos meses de uniforme, o es un militar como los de carrera?

Por eso, lo que también se discute aquí es qué éramos, qué queríamos y aceptábamos ser los colimbas que fuimos a Malvinas. Por esto también me parece que este caso habla de mucho más que de si unos viejos militares deben ir o no presos por la forma en que trataron a su tropa en las islas.

En su presentación ante la Corte, el procurador Luis Santiago González Warcalde defiende la posición de que son crímenes de lesa humanidad, y por lo tanto no deben prescribir.

“Las conductas imputadas en este proceso, a su vez, caen sin inconveniente en el concepto de tortura”, dice González Warcalde en su escrito a la Corte.

“Para limitarse solo al caso más frecuente: atar de pies y manos a un muchacho debilitado por el hambre y el frío, sujetando sus ataduras a estacas clavadas en el piso, dejarlo así acostado sobre el fango helado durante horas, inmovilizado y sin ninguna protección contra el clima inhóspito del Atlántico Sur, hasta que estuviera al borde de la muerte por enfriamiento, para así, con el pretexto de castigarlo, intimidar a él y al resto de la tropa es en sí una forma de maltrato incuestionablemente cruel, brutalmente inhumano e intencionadamente degradante; una de las formas de maltrato, en fin, para las que reservamos el término ‘tortura’”.

De estos hechos estamos hablando. Estas son las cosas que pasaban en Argentina durante la dictadura, y estas son las conductas que desde la época del Martín Fierro sucedían en el ejército, una institución poderosa, cerrada, impune.

Lo conté en mi libro Los viajes del Penélope y lo repito: yo tuve la suerte de que me tocaran unos oficiales y suboficiales de la Marina que me trataron con humanidad, con respeto. Como muchos otros, cuento entre mis riquezas no materiales (las únicas que tengo) la amistad y el cariño de los compañeros que tuve en esa pequeña goleta de madera, el

Penélope, donde viví lo más duro y dramático de la guerra.  

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Pero caer en manos de una institución a la que nuestro país otorga la defensa de la soberanía y el uso de las armas no puede ser una lotería. Todos los soldados de las tres armas en Malvinas debían haber sido tratados como fui tratado yo. Y no fue así.

En 2006, cuando fui a La Plata a conmemorar con los compañeros del CECIM el 25 aniversario de la guerra, me contaban ya que estaban pensando en presentar esta denuncia. Tenían dudas, sobre todo por si la ciudadanía entendería su lucha, su agravio. Ellos estaban denunciando a algunos oficiales que habían mostrado ante el enemigo una conducta deshonrosa pero también a otros que habían luchado con coraje, poniéndose a sí mismos en peligro. Algunos de los que cometieron torturas contra sus conscriptos después murieron en combate. ¿Se puede acusar a un héroe de la patria?

Sí, por supuesto. Nada justifica conductas como las que describe González Warcalde, como las que sufrieron y presenciaron muchos de los colimbas a quienes sus jefes obligaron a callar. No se defiende un país desde el desprecio por la vida, por la humanidad y la dignidad de sus habitantes. El hecho de que en una circunstancia bélica se usen civiles en una guerra no significa que estos hayan perdido sus derechos fundamentales.

Es terrible lo que denuncian los del regimiento de La Plata, y lo que callan muchos otros, porque siguen viviendo con el miedo a la autoridad en el cuerpo. El estaqueo, como ejemplo y como símbolo de las torturas en Malvinas, no solo afectaba a cada joven que lo sufría.

No solo daba la lección cruel de que había que soportar cualquier cosa que mandara el jefe, que es la peor lección para un país que quiere construir una democracia. También iba en contra del esfuerzo de guerra: ¿cómo podían pelear contra el enemigo los soldados que habían pasado por semejante calvario a manos de sus jefes?

Pasaron treinta y tres años de estos hechos. Los chicos del CECIM, como yo mismo, tenemos todos más de 50 años. Vivimos más del doble de lo que teníamos de vida cuando nos mandaron a Malvinas. Y todavía nos duele, todavía nos subleva y todavía no encontramos respuesta para estos crímenes.

¿Por qué? Tal vez Malvinas siempre fue lo que se vio en el momento de la transición a la democracia: el último, el peor, el más significativo crimen de una dictadura atroz. Nosotros vimos cómo trataban a su propia tropa. Después nos enteramos de cómo habían tratado a sus enemigos de la guerrilla, a sus adversarios políticos, a los jóvenes combatientes o idealistas que cayeron en sus manos en los campos de concentración. Pero todo estaba en esos desolados montes malvineros: ¿cómo iban a tratar a sus enemigos si así trataban a su propia tropa?

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Era lógico que un ejército en busca de una guerra por una causa nacional para redimirse y salir de su crisis política y económica, llegara a esto: a repetir con sus propios soldados las torturas que infringía en sus víctimas en la guerra sucia.

El alegato que el gran ensayista León Rozitchner publicó en pleno combate, Malvinas: de la guerra sucia a la guerra limpia, denunciaba la mentira de que los militares habían abrazado la causa nacional. Pero Rozitchner fue demasiado suave incluso en su denuncia. ¿Guerra limpia? Ahora sabemos que tampoco Malvinas fue una guerra limpia.

Y ahora viene el mazazo de la lacónica patada que la Corte Suprema da al pedido de justicia de unos ex combatientes que quieren que el Estado, en democracia, les diga que lo que sufrieron no era parte del sufrimiento común de una guerra, ni siquiera de lo que un soldado está obligado a sufrir en una guerra. Que lo que algunos jefes hicieron con algunos de sus subordinados es una canallada, un crimen cuyas consecuencias todavía sufren sus víctimas, y que por lo tanto no debe prescribir.

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Ahora sabemos mucho más sobre qué pasó en Malvinas. Ahora tenemos más razones para considerarla una vergüenza nacional, porque la enorme mayoría de los ciudadanos (con la valiente protesta de unos poquísimos luchadores por los derechos humanos, como las Madres de Plaza de Mayo, y unos pocos intelectuales, como Rozitcher) aplaudieron a la misma Junta asesina el día que tomaron las islas.

¿Quién se preocupó realmente por nosotros, los chicos de la guerra, además de nuestras familias heroicas?

La guerra no terminó. Para los veteranos las guerras nunca terminan.

¿Quiénes somos los que estuvimos en Malvinas? ¿Qué nos merecíamos allá y qué nos merecemos hoy? ¿Por qué se suicidaron en estos años casi tantos veteranos como los 649 que murieron durante la guerra? ¿Por qué el 58 por ciento de los ex soldados sufre de depresión y que tres de cada 10 reconoce haber tenido pensamientos suicidas, como indicó en 2012 un estudio oficial? ¿Por qué Malvinas sigue siendo una herida abierta en este país?

Treinta y tres años de preguntas sin respuesta. Hoy nuestros hijos tienen la edad que teníamos nosotros cuando fuimos a la guerra. Por ellos, por todos los jóvenes argentinos que ojalá nunca conozcan lo que era ser joven en la dictadura, es que tenemos que seguir peleando, preguntado, exigiendo como los compañeros del CECIM La Plata.

El dolor nunca prescribe.