LOS CIEN DÍAS. LAS MEMORIAS DE Woodward

Título original: One hundred days. Traducción de Julio Sierra. Ilustrado en b/n. El 2 de abril de 1982 el gobierno argentino ordenó la ocupación de las Islas Malvinas. La reacción británica fue rápida, y algunos dicen que apresurada. La misión de recuperarlas recayó sobre la fuerza de tareas a las órdenes del contralmirante Sandy Woodward: un gran desafío que iba a requerir hombres de reconocido profesionalismo. Desde la partida de Gibraltar hasta el regreso a Brize Norton, el libro de Woodward documenta, con una perspectiva desconocida hasta hoy por los lectores hispanoparlantes, una de las situaciones más angustiosas que le tocó vivir al pueblo argentino. Este relato nos lleva hacia el Sur a través de las vastas y solitarias aguas del Atlántico a medida que las esperanzas de paz se desvanecían y se desarrollaba la estrategia de la guerra. Se habla aquí del rechazo y la retirada de la Armada Argentina y de los combates aéreos; del hundimiento del Belgrano; del desembarco en la bahía de San Carlos, a doce mil kilómetros de las bases.. Los cien días es un libro único, un retrato dramático del mundo de la moderna guerra naval, en la que los equipos son de un refinamiento sorprendente, pero los márgenes para el coraje y el error humanos resultan tan amplios como en los tiempos de Ulises. Y es único también porque revela paso a paso los pensamientos del comandante encargado de planear una de las respuestas más audaces de este siglo a una situación inesperada.

https://puertolibros.com/10948.htm

Sandy Woodward, estratega en la guerra de las Malvinas

Para los argentinos, el almirante británico pasará a la historia por la decisión de hundir el crucero ‘Belgrano’

Sandy Woodward, en julio de 1982 en el 'HSM Hermes'.
Sandy Woodward, en julio de 1982 en el ‘HSM Hermes’. MARTIN CLEAVER (AP)

La figura de Sandy Woodward es indisoluble de la guerra de las Malvinas, donde comandó la fuerza naval británica a lo largo del breve aunque cruento conflicto que en 1982 enfrentó al Reino Unido y Argentina. A raíz de su muerte, el pasado 5 de agosto a los 81 años, el almirante ha sido recordado en su tierra natal como un personaje decisivo en la victoria militar de los británicos. Para los argentinos, pasará en cambio a la historia como el responsable de la controvertida orden de hundir el crucero General Belgrano, en el episodio más sangriento de la disputa por la soberanía del remoto archipiélago.

Sandy Woodward estaba supervisando unos ejercicios tácticos de la Navy en Gibraltar cuando, el 2 de abril de 1982, las tropas del último Gobierno militar argentino desembarcaron en ese conjunto de islas del Atlántico Sur que los británicos denominan Falklands y en las que ondea su bandera desde 1833. A pesar de las reticencias entre un sector de la defensa británica, que se decantaba por un nombre de mayor experiencia, el Gobierno de Margaret Thatcher le encomendó la dirección del mayor destacamento naval despachado por Reino Unido desde la II Guerra Mundial (Task Force 317.8): un centenar de buques y 27.000 hombres con el objetivo de recuperar aquellos territorios insulares situados a casi 13.000 kilómetros de distancia de la metrópoli.

Al desafío argentino siguieron 74 días de conflagración, en cuyo desenlace final tuvo un peso indiscutible el ataque al General Belgrano. El 1 de mayo, el submarino británico Conqueror divisó el navío argentino durante una patrulla por el sur de las islas. Estaba fuera de la zona de exclusión establecida por Londres, pero Woodward pidió al almirantazgo un cambio de las reglas de intervención que le permitiera abrir fuego. Siempre adujo que consideraba al buque de guerra argentino una amenaza para su grupo de batalla. En el hundimiento del Belgrano, considerado por Argentina un crimen de guerra, murieron 323 tripulantes. Desde aquel suceso, la flota argentina permaneció en puerto durante el resto del conflicto. El 14 de junio, sus fuerzas se habían rendido.

El hombre al que la clase política y militar británica rememoran estos días como una gran estratega naval no nació en realidad con vocación de marino. Originario de Penzance (1932), un enclave portuario en el suroeste de Inglaterra, fue solo la falta de recursos familiares para enviarlo a una escuela privada —su padre era un modesto empleado de banco— la que decantó su ingreso en la Marina Real a los 13 años. Promovido a capitán en 1972, el servicio en tres generaciones de submarinos destaca en la dilatada carrera en la Navy de John Woodward (el sobrenombre de Sandy por el que era conocido obedecía a su mata de pelo rojiza).

Después de su intervención en las Malvinas, que le mereció ser condecorado por la reina Isabel II con el título de Caballero del Imperio Británico, ejerció de subjefe del Estado Mayor de la Defensa y de almirante real hasta su retiro en 1989. El militar que relató su experiencia bélica en el libro One hundred days (Cien días) consideraba que “las guerras no resuelven nunca nada” y que aquel pulso que se saldó con 649 muertos argentinos y 255 británicos no hizo sino retrasar una solución diplomática deseable y necesaria para evitar un nuevo encontronazo.

https://elpais.com/internacional/2013/08/10/actualidad/1376089286_428528.html

RELATOS BRITANICOS – GUERRA DE MALVINAS

De cómo Argentina pudo haber ganado en Malvinas

Si las fuerzas argentinas hubieran aguantado una semana más, podrían haber vencido a las inglesas. Lo dijo un almirante inglés que participó en la contienda.

Sandy Woodward

 Por Miguel Bonasso.

Si las fuerzas argentinas hubieran aguantado una semana más, los ingleses hubieran podido perder la guerra de las Malvinas. La sorprendente afirmación es una de las tantas “revelaciones” que circulan en estos días en la prensa británica, al cumplirse hoy el vigésimo aniversario de la rendición del general Mario Benjamín Menéndez. El intenso revival del conflicto, que se expresa en la aparición de numerosos artículos periodísticos y varios libros de memorias, comenzó el 2 de abril último, cuando ambos gobiernos evocaron, en poblaciones distantes de las respectivas capitales, el desembarco argentino en las islas.
El diario inglés The Guardian ha denunciado, en un editorial titulado “Veinte años después”, que el público británico ha podido acceder, recién en 2002, a la información que se le negó hace dos décadas. Después de ese largo silencio, por ejemplo, el almirante Sir John “Sandy” Woodward, comandante de la Task Force que Margaret Thatcher envió a recuperar el archipiélago, reveló a los periodistas del Guardian, Jeevan Vasagar y Alex Bellos: “Ganamos la guerra con un importante grado de suerte. Cuando los argentinos se rindieron, las pérdidas británicas iban en aumento y estábamos a punto de quedarnos sin alimentos y municiones. Si ellos hubieran resistido una semana más la historia hubiera podido terminar de manera muy diferente. Imagínense qué diferente podría haber sido nuestra historia política reciente”.
El “Arenoso” (“Sandy”) Woodward recordó también que el 6 de junio de 1982 envió un mensaje desesperado a las fuerzas de tierra, avisándoles que el grupo aeronaval bajo su comando estaba literalmente “exhausto”. Su revelación coincide con las afirmaciones de otros jefes militares ingleses para quienes la guerra de Malvinas estuvo muy lejos de ser el “paseo” que pretendían, en aquellos años, ciertos propagandistas del tatcherismo. En 1996 este cronista entrevistó en Londres a uno de los coroneles que comandó el Regimiento 2 de paracaidistas y sostenía la misma tesis: si el alto mando argentino hubiera resistido una semana más, las tropas inglesas hubieran debido enfrentar un colapso logístico.
Las revelaciones del almirante Woodward adquieren especial relieve al conocerse ahora lo que escribió en su diario en aquellos días de junio: “Estamos al borde del abismo: si los argies nos soplan en la nuca nos mandan al fondo. A lo mejor a ellos les pasa lo mismo: espero que así sea porque de otra manera nos aguarda una carnicería”.
Otro aspecto crucial del conflicto que ha sido sometido a revisión es el del apoyo tácito, pero fuerte de Washington al gobierno de la señora Thatcher, que suele contraponerse con la aparente duplicidad del gobierno socialdemócrata del francés François Mitterrand. De acuerdo con las memorias de Sir John Nott, entonces secretario de la defensa, el gobierno de Ronald Reagan estuvo “lejos de ser un aliado confiable”. En cambio, los franceses le suministraron a Londres una información “invalorable” acerca de los famosos misiles Exocet, que fueron uno de los dolores de cabeza principales de la Fuerza de Tareas.
Las revelaciones de Nott y Woodward provocaron diversas reacciones de ira patriótica, que incluyeron sorpresivamente a conocidos periodistas considerados por muchos como progresistas y amigos de Argentina. Tal el caso de Jimmy Burns del Financial Times, autor de un libro sobre la guerra de Malvinas (“The Land that Lost its Heroes: How Argentina Lost the Falklands War”) y una biografía de Diego Armando Maradona. En una larga carta al Guardian, Burns ironiza acerca de la revelación de Woodward: “Es una novedad para el general Menéndez y otros comandantes argentinos que reconocieron que la guerra era imposible de ganar desde que desembarcó la fuerza de tareas”.
Burns no se queda en la polémica con sus connacionales, también se permite darle un consejo a la Argentina: “No es Gran Bretaña la que necesita nuevas reflexiones acerca de las Falklands (Malvinas), Argentina debería dejar caer sus reclamos acerca de las islas, ganarse el respeto de la comunidad internacional y avanzar en la gestación de políticos reconocidos por su propio pueblo. El derecho de los isleños a su propia determinación debería ser respetado”.
Sin embargo, la propia Thatcher en sus memorias (Los años de Downing Street) desliza algunas revelaciones que parecen darle la razón, aunque sea parcialmente, a su ex secretario de Defensa, John Nott. “Los americanos –escribe– podrían hacerle un enorme daño a la economía argentina si se propusieran. Yo le envié un mensaje a Ronald Reagan urgiéndolo a tomar represalias económicas pero no estaban preparados para eso. Habían interrumpido sus ventas de armas (a la Junta Militar) pero no querían jugarse de manera decidida en contra de Argentina. No querían perder su influencia sobre Buenos Aires ni que (el general Leopoldo Fortunato) Galtieri cayera; pretendían una solución que le salvara la cara” (“The Americans wanted a solution to save Galtieri’s face”).
La ex premier recuerda que recibieron al general Alexander Haig como “amigo y aliado” y se resistieron a verlo como “mediador” entre ambos países, que es como aparecía formalmente. Pero les molestaron algunas actitudes. Aunque el general, que había sido comandante de la OTAN, no desconocía que Inglaterra era el principal aliado de Estados Unidos en el mundo, trató de persuadirlos acerca de alguna suerte de administración neutral e interina en las islas, mientras las partes enfrentadas negociaban el diferendo. En alguno de sus encuentros en Downing Street, Al le dijo a Maggie que Washington debía mostrarse “cauteloso” acerca de su perfil. Haig le explicó a la primer ministro británica que el encargado de Relaciones Exteriores de Argentina (Nicanor Costa Méndez) había sugerido la posibilidad de aceptar asistencia militar soviética y que esto le preocupaba sobremanera al gobierno norteamericano.
La Dama de Hierro observa con inocultable criticismo las concesiones diplomáticas de Haig y las contrapone indirectamente con la actitud más firme de otros hombres de Washington, como el entonces secretario de Defensa, Caspar Weinberger que desde el comienzo comprometió un decidido apoyo logístico a los ingleses.
Pero, a pesar de su condición metálica, la propia Dama confiesa que pasó malos momentos. Su “peor noche” durante la guerra fue la del 25 de mayo, cuando la aviación argentina hundió el destroyer “HMS Coventry” y murieron sus 19 tripulantes. Esa misma noche un ayudante le avisó que un Exocet había hecho blanco en el transporte Atlantic Conveyor, que llevaba aviones Sea Harrier y helicópteros. Para colmo, noticias de fuente argentina aseguraban que el portaaviones HMS Invincible había sido dañado por otro misil. La premier –que estaba en vela, revisando papeles en su despacho de los comunes– temió que el “QE2” (Queen Elizabeth) que transportaba 3000 soldados fuera avistado también por la fuerza aérea argentina.
Hoy el “Invencible” ha pasado a ser “víctima de los recortes presupuestarios”; en abril se anunció que sería vendido a la India. La fiebre revisionista no deja siquiera descansar a los héroes, como el legendario coronel “H” Jones que cayó bajo fuego argentino en Darwin Ridge. Un documental de Canal 4 lo mostró como un “cabeza caliente” que “se hizo matar innecesariamente”, mientras un libro de John Wilsey, su amigo y camarada de armas en el cuerpo de paracaidistas, lo eleva a las alturas de “un héroe inusual”.
La guerra sigue, como se ve, en la memoria de sus protagonistas.

https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-6284-2002-06-14.html

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