187° aniversario del fallecimiento de Hipólito Bouchard, ciudadano destacado de las Provincias Unidas del Río de la Plata

Este marino francés, que alcanzó los 57 años de una vida de acción y aventura, logró uno de los hitos más importantes para nuestro país al llevar, durante su vuelta al mundo, el pabellón argentino como emblema de la Independencia.

Nacido el 15 de enero de 1780 en la localidad de Bormes-les-Mimosas, cercana a Saint Tropez, durante su adolescencia Hipólito Bouchard se puso al servicio de la marina francesa contra los ingleses, iniciándose en 1799 en la dura vida del mar que lo llevó a realizar varias campañas en Egipto con Napoleón Bonaparte y en Haití, bajo las órdenes de Charles-Victor-Emmanuel Leclerc.

A la edad de 29 años y a bordo de un barco francés el marino llegó en 1809 a Buenos Aires, solo unos meses antes del comienzo de la Revolución de Mayo, inclinándose rápidamente por la causa independista argentina.

Sus ideas liberales y antimonárquicas lo impulsaron a poner sus conocimientos marineros a disposición de la Revolución, ofrecimiento que fue aceptado, siendo designado para incorporarse a la escuadra de Juan Bautista Azopardo, como segundo comandante de la flota nacional argentina recientemente creada.

Al mando del bergantín «25 de Mayo» tuvo su bautismo de fuego el 2 de marzo de 1811 defendiendo a la Revolución argentina en San Nicolás de los Arroyos, cuando se enfrentó a la escuadrilla realista comandada por el Capitán de Navío Jacinto de Romarate.

Después luchó contra las naves españolas que bloquearon Buenos Aires entre los meses de julio y agosto de 1811, momento en que tuvo una muy destacada actuación.

Bouchard no solo demostró su valentía en el agua sino también en tierra. En marzo de 1812 se alistó en el Regimiento de Granaderos a Caballo, al mando de Don José de San Martín, y en 1813 participó en el Combate de San Lorenzo, conquistando una de las banderas del enemigo. Así lo confirmó el propio San Martín cuando en el parte de guerra señaló: “Dos cañones, 40 fusiles, 4 bayonetas, y una bandera que pongo en manos de V. E. y la arrancó con la vida al abanderado el valiente oficial D. Hipólito Bouchard”.

Por esta acción la Asamblea Constituyente le concedió la ciudadanía de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Pero otra vez lo atraería el mar y en 1815 retornó a su vida de marino en una campaña naval bajo las órdenes de Guillermo Brown y al servicio de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

La flota de la campaña estaba compuesta por la fragata “Hércules”, comandada por Guillermo Brown; el bergantín “Santísima Trinidad”, al mando del hermano de Brown, Miguel; la goleta “Constitución”, a las órdenes de Oliverio Russell y la corbeta “Halcón”, al mando de Bouchard, a quien el 12 de septiembre de 1815 se le había otorgado patente de corso para ponerse al mando de esta embarcación, con una Plana Mayor conformada principalmente por oficiales franceses.

Entre 1815 y 1816 se llevó a cabo la expedición de corso a las costas sudamericanas del océano Pacífico Sur con el objeto de hostilizar el comercio marítimo español y obtener recursos pecuniarios.

Sin embargo, la “Constitución” no llegó a participar efectivamente ya que en diciembre de 1815 no volvió a ser vista, tampoco su tripulación. Bouchard manifestó su convicción de que se había hundido debido a las condiciones reinantes al pasar el Cabo de Hornos, donde los había azotado una tempestad durante catorce días.

Bouchard corrió una suerte totalmente diferente. Para él fue una de las campañas más prestigiosa en la que asoló las costas del océano Pacífico, atacando El Callao y Guayaquil.

Campaña al mando de “La Argentina”

Para la nueva campaña que iba a realizarse, el marino francés decidió utilizar la fragata “La Consecuencia”, de 464 toneladas de desplazamiento y 100 metros de quilla, que había tomado durante su última acción; cambiando su nombre por “La Argentina”.

Para conformar la tripulación debían reclutarse 180 hombres. Los marinos eran, en su mayoría, extranjeros, salvo algunos que provenían de las provincias de Corrientes, Entre Ríos y Buenos Aires; entre los que se encontraban los pilotines Tomás Espora, Juan Agustín Merlo y Andrés Gómez. La infantería de desembarco era inexperta y, en la gran mayoría de los casos, pisaban por primera vez una cubierta.

El 27 de junio de 1817 Bouchard obtuvo la patente de corsario argentino, comenzando así la etapa más interesante de su vida. El 9 de julio de 1817 (primer aniversario de la declaración de la Independencia), zarpó al mando de la fragata “La Argentina” desde la ensenada de Barragán para cumplir un crucero de corso, ajustándose a las disposiciones del Reglamento de Corso de las Provincias Unidas del Río de la Plata, que habría de durar dos años.

Navegando por aguas del Atlántico Sur llegó al Océano Indico y recaló en la isla de Madagascar donde, mediante el empleo de la fuerza, Bouchard impidió el tráfico de esclavos que pretendían realizar tres buques ingleses y uno francés.

La lucha contra la esclavitud estaba prevista en las instrucciones que el gobierno le había impartido debido a la posición del país frente a la esclavitud, según la libertad de vientres decretada por la Asamblea del año XIII.

Luego se dirigió a las islas Filipinas con el objeto de atacar el comercio que efectuaban buques españoles. El escorbuto hizo estragos y produjo muchas bajas entre los tripulantes y en esa región tuvieron que rechazar el ataque de cinco buques piratas malayos.

Navegando hacia las islas Hawai, Bouchard halló la corbeta argentina “Santa Rosa”, cuya tripulación se había sublevado.

En las islas Hawai, Bouchard se entrevistó con el rey Kamehameha, que gobernaba las islas hacía treinta años, y firmó un tratado haciéndole reconocer la Independencia Argentina, proclamada por el Congreso de Tucumán. El rey hawaiano, a quien los viajeros llamaban el Napoleón de la Polinesia, había logrado formar una confederación de las islas hawaianas con capital en Karakakowa.

Kamehameha le proveyó a Bouchard 100 marinos y le devolvió la goleta “Chacabuco”, capturada por sus hombres. La flota compuesta ahora por franceses argentinos y hawaianos, puso proa a California, y llegó a su capital, Monterrey, el 22 de julio de 1818.

Conjuntamente con la corbeta “Santa Rosa”, atacó Monterrey (México), y se apoderó por unos días del fuerte, en el cual flameó el pabellón celeste y blanco.

El 25 de enero de 1819, bloqueó el puerto de San Blas y atacó Acapulco de México. En Guatemala destruyó Sonsonate y capturó bergantines españoles. En Nicaragua, tomó Realejo, el principal puerto español en los mares del sur, y se apoderó de cuatro buques españoles. Bajó hacia el Perú, donde siguió hostigando las posiciones españolas sobre el Pacífico.

Las naves de Bouchard llegaron el 9 de julio de 1819 al puerto de Valparaíso, justo a tiempo para integrarse a la flota que San Martín preparaba para tomar Lima.

Navegó a lo largo de las costas americanas en el Pacífico, arribando a Valparaíso (Chile) el 12 de julio de 1819, dando por finalizado el viaje que les permitió circundar el planeta; siendo “La Argentina”, el primer buque de nuestro país en hacerlo.

A su arribo a este puerto, fue sometido a un juicio bajo el cargo de piratería propiciado por Lord Cochrane, jefe naval de ese puerto, aduciendo que la última etapa del crucero se había llevado a cabo con la patente de corso vencida. Finalmente fue sobreseído y se le restituyó la fragata.

Durante este crucero de corso, el Capitán Bouchard y su tripulación sostuvieron trece acciones navales importantes, capturaron o destruyeron veintiséis buques y sometieron a registro cuatro barcos negreros, dos naves inglesas y una de los Estados Unidos de Norteamérica, y además impidió el tráfico de esclavos en la isla de Madagascar.

Bartolomé Mitre resumió el periplo de esta manera: “Una campaña de dos años dando la vuelta al mundo en medio de continuos trabajos y peligros, una navegación de diez o doce mil millas por los más remotos mares de la tierra, en que se domina una sublevación, se sofoca un incendio a bordo, se impide el tráfico de esclavos en Madagascar, se derrota a piratas malayos en Macasar, se bloquea a Filipinas, anonadando su comercio y su marina de guerra, se domina parte de Oceanía imponiendo la ley, a sus más grandes reyes por la diplomacia o por la fuerza; en que se toma por asalto la capital de la Alta California, se derrama el espanto en las costas de México, se hace otro tanto en Centro América, se establecen bloqueos entre San Blas y Acapulco, se toma a viva fuerza el puerto de Realejo apresándose en este intervalo más de veinte piezas de artillería, rescatando un buque de guerra de la Nación y aprisionando o quemando como veinticinco buques enemigos…».

A su regreso, Bouchard marchó a Chile y participó en la expedición al Perú, país en el cual residió hasta su muerte el 4 de enero de 1837. 

Algunos historiadores han señalado que la bandera de las Provincias Unidas del Centro de América (de donde se derivan las banderas de Nicaragua, El Salvador, Honduras, Guatemala y Costa Rica), está inspirada en la bandera de las Provincias Unidas del Río de la Plata (actual bandera de la República Argentina), que flameó en las costas del Pacífico de Centroamérica, entre marzo y abril de 1819, desde la fragata “La Argentina”.

Los restos de Bouchard permanecieron perdidos hasta 1962 hasta que fueron encontrados en una cripta ubicada en la Iglesia de San Javier de Nasca de la ciudad de Nazca, en Perú. El 6 de julio de ese año fueron exhumados y repatriados a Buenos Aires por una comisión formada por la Armada Argentina y la Marina del Perú y hoy descansan en el panteón viejo de la Armada Argentina en el cementerio de La Chacarita.

En su honor, la Armada bautizó un rastreador en 1936 y un destructor en 1972, que fue parte de la flota desplegada por el Conflicto del Atlántico Sur en 1982; en ese marco, participó de la búsqueda de los náufragos del crucero ARA “General Belgrano”, hundido el 2 de mayo.

Asimismo, el moderno patrullero oceánico incorporado a las unidades de la Armada Argentina lleva el nombre ARA “Bouchard”.

Capitán de Navío Hipólito Bouchard

Nació el 15 de enero de 1780 en la localidad de Bormes-les-Mimosas, cercana a Saint Tropez (Francia). Hipólito Bouchard llegó a Buenos Aires en 1809, y al producirse la Revolución de Mayo, se inclinó por su causa.

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El Gobierno patrio debió encarar el problema que representaba la falta de poder naval para hacer frente a la escuadra española que dominaba las aguas del Río de la Plata y es así que, a costa de grandes sacrificios, logró conformar una pequeña escuadrilla, integrada por tres naves, que fue puesta a las órdenes de Azopardo. El cargo de Segundo Comandante de esa fuerza fue asignado a Hipólito Bouchard y, el 2 de marzo de 1811 en San Nicolás de los Arroyos, tuvo su bautismo de fuego al enfrentar a la escuadrilla realista que mandaba el Capitán de Navío Jacinto de Romarate. A pesar del valor y coraje de los patriotas, éstos sufrieron una derrota a manos de los españoles.

Luego de la acción de San Nicolás, Bouchard tuvo una destacadísima actuación enfrentando a las naves españolas que bloqueaban Buenos Aires y, al mando de la sumaca «Santo Domingo», las combatió frente a la ciudad de Buenos Aires en dos encuentros que tuvieron lugar en julio y agosto de 1811.

El 3 de febrero de 1813, el Regimiento de Granaderos a Caballo al mando del Libertador tuvo su bautismo de fuego y Bouchard fue uno de los oficiales que tomó parte del combate.

En 1815, emprendió la campaña de corso con el Almirante Brown por las costas del Pacífico, con el fin de entorpecer el comercio marítimo español y reducir su poder naval en el Pacífico. En octubre de 1815 zarparon rumbo a las costas chilenas y apresaron fragatas españolas, luego bloquearon y atacaron el puerto de El Callao, que era la plaza más poderosa que España tenía en América. En aguas ecuatorianas atacaron fortificaciones cercanas a Guayaquil. Puede afirmarse que la campaña de corso de 1815/16 preparó el camino de la expedición libertadora realizada por el General San Martín.

El 9 de julio de 1817 –primer aniversario de la Declaración de la Independencia–, la fragata «La Argentina», al mando del Capitán Bouchard, zarpó de la ensenada de Barragán para cumplir un crucero de corso, que duraría 2 años.

Navegando por aguas del Atlántico Sur llegó al Océano Índico, recalando en la isla de Madagascar. Allí, mediante el empleo de la fuerza, Bouchard impidió el tráfico de esclavos que pretendían realizar tres buques ingleses y uno francés, concretando así los ideales contra la esclavitud surgidos en la Soberana Asamblea General Constituyente de 1813.

La lucha contra la esclavitud estaba prevista en las instrucciones que el Gobierno había impartido a Bouchard. Seguidamente navegaron hacia las islas Filipinas con el objeto de atacar el comercio que por esos mares efectuaban buques españoles. Soportaron los estragos del escorbuto, enfermedad que produjo muchas bajas entre los tripulantes, a tal punto que a veces no se contaba con el personal necesario para atender las tareas rutinarias de la navegación. En esa región rechazaron el ataque de cinco buques piratas malayos.

Luego navegaron hacia las islas Hawái, donde Bouchard halló a la corbeta argentina «Santa Rosa», cuya tripulación se había sublevado. Conjuntamente con la corbeta «Santa Rosa» atacaron posteriormente Monterrey, situado en la costa de México, y se apoderaron por unos días del fuerte, en el cual flameó el pabellón celeste y blanco. Una vez que abandonaron ese lugar se dirigieron a Nicaragua donde atacaron El Realejo, apoderándose de dos naves españolas y destruyeron otras dos.

Navegando a lo largo de las costas americanas en el Pacífico, arribaron a Valparaíso (Chile), el 12 de julio de 1819, dando por finalizado el viaje que les permitió dar la vuelta al mundo –fue la primera nave argentina que lo hizo–. A su arribo, fue sometido a un juicio bajo el cargo de piratería propiciado por Lord Cochrane, Jefe Naval de ese puerto.

Dos años duró el crucero de corso de la fragata «La Argentina» y durante su transcurso el Capitán Bouchard y su tripulación sostuvieron 13 acciones navales importantes, capturaron o destruyeron 26 buques y sometieron a registro cuatro barcos negreros, dos naves inglesas y una de los Estados Unidos.

Posteriormente, Bouchard tomó parte de la Expedición Libertadora de San Martín al Perú y cuando el Libertador creó la escuadra peruana dio a Bouchard el mando de la fragata «Puebla», que era el buque más importante de la nueva escuadra.

Retirado del servicio activo se radicó en Perú, fundando un gran ingenio azucarero. En ese establecimiento, llamado La Buena Suerte, murió asesinado por un peón el 4 de enero de 1837.

Dos buques de la Armada Argentina llevaron su nombre: rastreador (1936), destructor (1972) y, actualmente, el patrullero oceánico (2020).

Capitán de Navío Hipólito Bouchard: defensor de la libertad

Se cumplen 184 años del fallecimiento del marino francés que adoptó como propia nuestra incipiente Patria, destacándose en las acciones de la primera escuadra nacional.

Publicado el lunes 04 de enero de 2021

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“Hipólito Bouchard nació en la Francia revolucionaria y guerreó de muy joven junto a Napoleón contra el imperio británico. Fue testigo de la revolución de esclavos en Haití y llegó al Río de la Plata con el intenso sol de mayo asomando en el horizonte. Su destino, inexplicablemente, siempre estuvo ligado a la lucha por la libertad.

Fue uno de los más temidos y respetados capitanes de Brown y quizás el más osado de los corsarios de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Vivió apenas 56 años y mucho más de la mitad de su vida los pasó con sable y arcabuz en mano. Llevó la bandera de la Patria a los mares más remotos de la tierra y contagió los ideales revolucionarios en todo Centroamérica, cuyas banderas homenajean aún hoy a la celeste y blanca que él enarboló ante la opresión española.

Adquirió fama de tipo duro, inteligente, tenaz, implacable con el enemigo y violento como el siglo en el que vivió.”

El Capitán de Navío Hipólito Bouchard nació el 15 de enero de 1780 en Bormes-les-Mimosas, cerca de Saint Tropez, al sur de Francia. Es allí donde un busto lo recuerda y se congregan quienes le rinden homenaje.

Su vida en el mar se inició cuando era muy joven, mientras embarcaba en buques pesqueros y mercantes. Su nombre se asoció a combates en tiempos de Napoleón I.

Arribó a Buenos Aires en 1809 y, al producirse la Revolución de Mayo, se inclinó decididamente por su causa.

Por ese entonces, el Gobierno Patrio debió encarar el problema que representaba la falta de poder naval para hacer frente a la escuadra española que dominaba las aguas del Río de la Plata. Fue así que se conformó una pequeña escuadrilla, integrada por tres naves y puesta a las órdenes de Juan Bautista Azopardo.

El cargo de Segundo Comandante de esa fuerza fue asignado a Hipólito Bouchard y el 2 de marzo de 1811, en San Nicolás de los Arroyos, tuvo su bautismo de fuego, al enfrentar la escuadrilla realista del Capitán de Navío Jacinto de Romarate. Los patriotas sufrieron una derrota.

Luego de la acción de San Nicolás, Bouchard tuvo una destacada actuación enfrentando a las naves españolas que bloqueaban Buenos Aires y al mando de la sumaca “Santo Domingo”, las combatió frente a la ciudad en dos encuentros que tuvieron lugar en julio y agosto de 1811.

Bouchard fue uno de los marinos que cumplió un importante papel en las luchas por la Independencia de nuestro país. Entre sus acciones más relevantes se encuentran los asedios a las costas de California y Centroamérica, así como sus combates en las costas peruanas y ecuatorianas.

Como oficial en el Regimiento de Granaderos a Caballo, tomó parte en el Combate de San Lorenzo y también se desempeñó en el Pacífico al mando del Almirante Guillermo Brown.

Obtuvo la patente de corso y el mando de la fragata “La Argentina”, primera embarcación de pabellón argentino que dio la vuelta al mundo (1817-1819).

La travesía global de Bouchard

La vuelta al mundo a bordo de “La Argentina”, con motivo del 1º aniversario de la declaración de la Independencia, lo llevó a zarpar el 9 de julio de 1817 de la ensenada de Barragán. Durante los dos años de navegación, atravesó las aguas del Atlántico Sur y llegó hasta el Océano Índico, donde recaló en la isla de Madagascar (África). Allí impidió el tráfico de esclavos. La lucha contra la esclavitud estaba prevista en las instrucciones que el Gobierno Patrio le había impartido.

Siguió hacia las islas Filipinas para atacar el comercio que por esos mares efectuaban buques españoles. En esa región rechazaron el ataque de cinco buques piratas malayos.

Bouchard llegó hasta las islas Hawai y encontró a la corbeta argentina “Santa Rosa” con su tripulación sublevada. Junto a ella atacaron posteriormente Monterrey, en la costa este de México y se apoderaron por unos días del fuerte, durante los cuales flameó el pabellón celeste y blanco.

Siguió Nicaragua y allí atacaron El Realejo, su puerto más importante, donde se apoderaron de dos naves españolas y destruyeron otras dos. Al regresar de su travesía, marchó a Chile e integró la expedición al Perú, país donde vivió hasta su muerte.

Bouchard perdió la vida el 4 de enero de 1837, a manos de un peón que trabajaba en los ingenios azucareros “La Buena Suerte”, donde el marino se había establecido después de alejarse de la actividad naval.

Sus restos fueron encontrados en 1962 y repatriados, y descansan en el Cementerio de Chacarita en Buenos Aires.

En su honor, la Armada Argentina bautizó, hacia fines del siglo XIX, a la torpedera de 1° clase ARA “Bouchard”; le siguió en su genealogía naval el rastreador ARA “Bouchard”, el primero de una serie de nueve gemelos construidos en serie en los astilleros de la Marina de Guerra y de la Industria Naval Privada del Arsenal de la entonces Base Naval de Río Santiago. El siguiente heredero sería el destructor ARA “Bouchard”, que fue entregado a la Armada Argentina en julio del ‘72, pasando a formar parte de la Flota de Mar donde diez años después, junto a su gemelo el ARA “Piedra Buena”, integró el grupo de combate con el crucero ARA “General Belgrano”. Una vez hundido éste por el ataque del submarino británico HMS “Conqueror”, participó en el rescate de más de 770 náufragos, sobre una tripulación total de 1093 hombres.

El moderno ARA patrullero oceánico ARA «Bouchard»

En la actualidad, la última adquisición con la que cuenta la Armada Argentina, el patrullero oceánico ARA “Bouchard”, posee una novedosa arquitectura naval de vanguardia y modernos sistemas de navegación que la dotan de cualidades destacables para tareas de protección y control de nuestros recursos naturales, así como para proteger y vigilar el comercio marítimo.

Además está en plenas capacidades para desenvolverse en la búsqueda y rescate, asistir con apoyo médico sobre áreas marítimas, operar con helicópteros de exploración, brindar seguridad a unidades menores y emplearse como plataforma para ejercitaciones con buzos.

La increíble hazaña de Hipólito Bouchard, el responsable de que California fuera argentina por una semana

Un 24 de noviembre de 1818 flameó la insignia patria en el fuerte de Monterrey gracias a la intrepidez del capitán quien, con patente de corso en Buenos Aires, fue el terror de los barcos españoles en todo el mundo

Por Adrián Pignatelli

24 Nov, 2020

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La madrugada del 24 de noviembre de 1818 Hipólito Bouchard, al frente de doscientos infantes y marinos desembarcó lo más sigilosamente que pudo. Quería cumplir su propio mandato de “terminar con la alegría” que reinaba en la guarnición española luego de haber fracasado el ataque que ordenó con la Santa Rosa, uno de los buques con los que había arribado a las costas de California.

Habían pasado casi seis años que, como granadero, mató al abanderado español que llevaba el estandarte en el combate de San Lorenzo, lo que llevó a José de San Martín a elogiarlo en su parte de batalla. “Y le arrancó con la vida al abanderado el valiente oficial D. Hipólito Bouchard”.

Era un francés irascible, de carácter fuerte y a veces intolerante, aunque de proceder justo y bondadoso. No se imaginó que en Bormes, un pueblito cercano a Saint Tropez donde nació el 15 de enero de 1780, todos los 9 de julio desde 1983 se canta el himno argentino junto a su busto, en la plazoleta que lleva su nombre, por todo lo que hizo en la Argentina. Fue bautizado como André Paul pero adoptó el de Hipólito, el nombre de su hermano menor fallecido.

Cuando llegó a Buenos Aires por 1809 ya había peleado en el mar por su país natal. En 1811 fue uno de los protagonistas de la incipiente escuadra patriota que se había formado con lo que se pudo. Incorporado al Regimiento de Granaderos a Caballo, su papel en el combate de San Lorenzo le valió que la Asamblea del Año XIII le otorgase la ciudadanía. En 1812 se había casado con María Norberta Merlo Díaz, una porteña hija de un marino veterano de Trafalgar. Pobre María Roberta, conviviría poco con ese francés y una de sus hijas nunca lo conocería.

En septiembre de 1815 obtuvo la patente de corso, con la que comandó la corbeta “Halcón”, y con la que haría campaña junto al almirante Guillermo Brown. Como ayudante de piloto, nombró a Tomás Espora, un joven marino de 15 años que haría historia.

Nuevamente en Buenos Aires, se propuso otro viaje: el de dar la vuelta al mundo y hostigar a los buques españoles que se le cruzasen en el camino. Así, en sociedad con el armador Vicente Anastasio Echeverría, puso en condiciones a “La Argentina”, un buque de 34 cañones, de los calibres que pudo encontrar en una Buenos Aires económicamente exhausta. Reunió 180 hombres, entre marinos e infantes.

El 27 de junio de 1817 zarpó de la Ensenada de Barragán y, entre sus papeles, llevaba varias copias de la declaración de la Independencia. Puso proa al Atlántico, pasó por el cabo de Buena Esperanza, estuvo en Tamatave, Madagascar y ya en el Pacífico, cuarenta y tantos de sus hombres habían muerto víctimas del escorbuto, por la falta de frutas y verduras. Ante no saber qué hacer, alguien propuso enterrar a los enfermos, dejando solo su cabeza descubierta. Que la tierra se ocupase de la cura. Algunos fallecieron pero la mayoría sobrevivió a ese extraño tratamiento.

Luego de una escala en Java, en la zona de Las Filipinas capturó 16 barcos mercantes y en marzo de 1818 rumbeó para las islas Sandwich, que luego cambiaría su nombre por la de Hawaii. En una de ellas, se sorprendió al saber que el rey Kamehameha I se había adueñado de la corbeta “Santa Rosa”, también conocida como “Chacabuco”. Su propia tripulación, que se había amotinado, se la había vendido y muchos de ellos estaban desperdigados por la zona. Luego de una trabajosa negociación, Bouchard logró la devolución del buque -que así se incorporó a su campaña- y suscribió con el monarca local una suerte de tratado de unión para la paz, la guerra y el comercio, que algunos interpretan como el primer tratado en la que una nación reconoció la independencia de las Provincias Unidas.

California celeste y blanca

El 21 de octubre de 1818 partieron hacia California. Bouchard ignoraba que un mercante español ya había sembrado la alarma en la guarnición española cuando advirtió de la probable llegada de los corsarios rioplatenses.

La extensa bahía de Monterrey cobijaba el Presidio Real de San Carlos y una aldea de unos 400 habitantes. Cuando el 20 de noviembre los buques corsarios aparecieron en el horizonte, el gobernador Pablo Vicente Solá ordenó evacuar a mujeres, ancianos y niños, tomó los caudales reales, puso prudente distancia de los atacantes, y esperó en el Rancho del Rey, actualmente la ciudad de Salinas. En la guarnición quedaron 65 soldados al mando del sargento Manuel Gómez a aguantar lo que se venía.

Bouchard ordenó al “Santa Rosa”, de menor calado que “La Argentina”, que se acercara a las murallas de la fortificación, a fin de hostigar las defensas y desembarcar. Pero el barco fue acribillado a disparos durante quince minutos y el teniente primero Guillermo Shepperd no tuvo más remedio que rendirse.

Bouchard le llamó la atención que lo españoles no abordasen la nave rendida. Comprendió que no disponían de barcos para hacerlo, entonces armó un operativo de rescate del barco -a merced del enemigo por la falta de viento- que se hizo exitosamente. Detrás de las murallas se escuchaba el festejo por el rechazo al ataque.

“Acabar con la alegría”

“Yo formé en este momento el designio de acabar con su alegría”, escribiría el francés. Y con 200 hombres, en la madrugada del 24 de noviembre, desembarcó a una legua del fuerte. Lo hizo en nueve botes y llevó un cañón. Los españoles que les salieron al encuentro no pudieron detenerlos y cuando escalaron los muros de la fortificación, los defensores huyeron despavoridos por el portón principal.

Se izó la bandera argentina y durante 6 días, en los hechos fue territorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Se apropiaron del ganado que serviría como comida para el viaje; los animales que no pudieron llevar fueron sacrificados. Lugo de liberar a los prisioneros, el fuerte fue incendiado, así como la residencia del gobernador -que esperó inútilmente refuerzos- y las casas de los españoles. Por orden de Bouchard, tanto las iglesias como los domicilios de los americanos no fueron tocados. También inutilizaron los cañones.

El 29 dejaron Monterrey. Fueron al rancho El Refugio, cercano a Santa Bárbara, propiedad de la familia Ortega, contraria a los movimientos independentistas mexicanos. Nuevamente, se apropiaron de todo lo que pudieron llevarse y el resto lo quemaron y destruyeron. El 16 de diciembre, en San Juan de Capistrano, una misión fundada por el padre Junípero Serra en 1776, ofrecieron pagar por bolsas de papas, de trigo y por animales. Los españoles se negaron y escaparon luego de una breve resistencia. Los corsarios se reaprovisionaron de víveres y destruyeron las casas de los peninsulares.

Se movían rápido, porque en cada punto cuando las tropas españolas llegaban, las de Bouchard ya habían partido. El 17 de enero de 1819 bloquearon el puerto mexicano de San Blas y el 4 de abril atacaron El Realejo, un puerto clave del comercio español ubicado en la actual Guatemala. Finalmente, el 9 de julio de 1819, en el tercer aniversario de la independencia, Bouchard fondeó en el puerto de Valparaíso.

Lejos de ser recibido como un héroe, por orden del almirante Thomas Cochrane, jefe de la escuadra chilena, fue acusado de piratería y encarcelado. El 9 de diciembre fue declarado inocente, se le devolvieron sus barcos pero no así el precioso botín -que era lo que propio Cochrane ambicionaba- que había acumulado en la larga travesía.

Quiso regresar a Buenos Aires, pero José de San Martín le pidió que se quedase unos meses en el Perú. En 1828 abandonó la marina y el congreso peruano lo premió con las haciendas de San Javier y San José.

Algunos sostienen que las banderas de Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala, todas muy similares a la argentina, es un reconocimiento por todo lo que este marino realizó en esos territorios durante esos años.

Busto de Bouchard, en la plaza que lleva su nombre en el pueblo francés donde nació, y en donde todos los 9 de julio se canta el himno argentino.

Fue asesinado a cuchilladas el 4 de enero de 1837 por sus esclavos, cansados de los malos tratos de ese marino taimado que pasaría a la historia por hacer que California fuera argentina. Aunque sea por una semana.